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Ginsén

   La planta que se conoce con el nombre de ginsén crece silvestre en China y en la parte oriental de los Estados Unidos. Pero también se halla en forma cultivada en los mismos Estados Unidos, Japón y China.
   Produce un fruto rojo en el otoño, pero solamente se cultiva por sus raíces. En China se vende la raíz del ginsén a precio elevado. No se sabe que tenga algún uso práctico; sin embargo, los chinos le atribuyen innumerables cualidades curativas para muchas enfermedades desde hace siglos. Entre las leyendas chinas hay muchas que cuentan como los animales salvajes protegían esta "maravillosa planta", mientras que otras relatan como la planta se movía debajo de la tierra para escapar de sus enemigos.
   Es muy probable que la forma que tiene la raíz del ginsén haya dado a los chinos la idea de que es buena como medicina. Ginséng, en chino, significa: "semejante al hombre." Las raíces silvestres son las más caras.

¿Qué es el Ginkgo?

   Al árbol "ginkgo" se le conoce generalmente en América como "Cabello de Ángel". Sus hojas tienen forma de abanico. A pesar de que es un pariente lejano de los pinos y abetos, no permanece siempre verde: su follaje se vuelve amarillo y se cae durante el otoño.
   El fruto del ginkgo es de un olor desagradable; sin embargo, su semilla es comestible y tiene un sabor exquisito.
   Este árbol ha vivido sobre la tierra desde hace muchísimos años. El ginkgo de nuestros días es casi idéntico a sus antepasados de hace diez millones de años.
   El ginkgo formó parte de una especie numerosa, pero todos sus parientes han desaparecido. Y con toda seguridad se hubiera extinguido, si los chinos y japoneses no lo hubiesen sembrado como adorno en los jardines de sus templos, por considerarlo un árbol sagrado.
   Hoy en día, la mayor parte de estos árboles se usan como adorno de parques y jardines.

Mezquite o algarrobo americano

   Este árbol, que en México y el SO. de los E.U.A. se conoce por mezquite y en los demás países de América por algarrobo, crece en las regiones mas secas. Sus largas raíces penetran hondamente en el suelo en busca de humedad; por ello logra prosperar en lugares cálidos y secos. En los valles ribereños puede llegar a ser un árbol corpulento de 15 a 18 m. de altura, pero en regiones secas es un árbol bajo y, a veces, solo un arbusto.

   Las vainas aplanadas del mezquite, con cierto parecido a las del frijol, miden de 10 a 25 cm. de largo y cuelgan de las ramas en hacecillos. Son comestibles, pero se aprovechan mas bien como alimento para el ganado. En las regiones en que los pastos escasean, el ganado come también las hojas del mezquite.
La madera es dura y se aprovecha para construir casas y cercas, pero principalmente como leña.

   Del tronco del mezquite o algarrobo se obtiene una goma parecida a la goma arábiga, y de la parte interior de la corteza se extrae un purgante. Las flores, ricas en néctar, son importante fuente para la producción de miel de abeja. La corteza de este árbol es gruesa, escamosa, con bordes pardo rojizos y sus ramas están armadas de espinas. Sus hojas son compuestas. Las diversas especies existentes del mezquite o algarrobo americano pertenecen a la familia de las leguminosas y se encuentran en mayor abundancia en la Argentina.

Marañón

   Las almendras de marañón son, con la nuez de Para y la pecana, las nueces mas populares entre las nativas del continente americano. El árbol es originario del Brasil, pero actualmente se encuentra cultivado en todos los países cálidos; es mas bien bajo, con ramaje extendido y frondoso. Es muy apreciado como árbol de sombra en la América tropical, especialmente en regiones algo secas de las costas. Se propaga por semilla.
   La almendra de marañón nace en una curiosa estructura periforme, la manzana del marañón, que no es un fruto sino mas bien el pedúnculo del mismo que se hincha y se vuelve suculento y comestible. El verdadero fruto del marañón, que encierra la almendra comestible del comercio, es un cuerpo semejante a una habichuela que se forma en el extremo de la falsa manzana. La América del Sur exporta de un millón a millón y medio de kg. de almendras de marañón al año.

¿Las plantas están en vías de polinizarse a sí mismas?

   Con los polinizadores naturales (insectos, aves, etc.) disminuyendo a nivel mundial, muchas especies de plantas, o bien tendrán que adaptarse o enfrentar la extinción.

   La cuestión es de particular importancia debido a la posible escasez de alimentos si ciertos tipos de cultivos no pueden ser polinizados. Algunas plantas con flores podrían adaptarse ya sea desarrollando una estrategia de auto-polinización o forjando lazos más estrechos con los polinizadores que aún existan, mientras que las plantas que fracasen en ambos casos podrían terminar desapareciendo por completo.

   "Para algunas poblaciones de plantas adaptarse a la disminución de polinizadores no sería posible en absoluto debido a su falta de variación genética", mencionó el investigador Pierre-Olivier Cheptou. "No sabemos cuál es la proporción de plantas con flores que podría adaptarse a la pérdida de los polinizadores."

Antiguas plantas congeladas son revividas en laboratorio

   Un grupo de científicos han tenido éxito en reavivar plantas congeladas hace siglos.

   Conocida como la "Pequeña Edad de Hielo", el período de enfriamiento climático que ocurrió hace unos 400 años como resultado de la cobertura de hielo sobre grandes extensiones de terreno que sólo hasta ahora está empezando a descongelarse. De particular interés en estas regiones recién fundidas son ciertos especímenes de plantas que a pesar de haber estado atrapadas en hielo durante siglos son todavía capaces de dar brotes nuevos cuando se les somete a las condiciones adecuadas.

   "Cuando las llevamos al laboratorio, pudimos ver que algunos de los tallos tenían nuevos crecimientos de ramas verdes, lo que significaba que estas viejas plantas se estaban regenerando, lo que es alucinante", dijo la autora del estudio, Catherine La Farge. Estas plantas ofrecen pistas interesantes sobre cómo los ecosistemas del planeta se recuperan de los largos períodos cíclicos de hielo que ocurren en el tiempo.

Cactus sobreexplotados

   Un estereotipo del territorio mexi­cano es la omnipresencia de cactus. Aunque es cierto que son abundan­tes, las cerca de 700 especies que hay en el país se encuentran en riesgo de desaparecer en un 50%. La importancia de estas plantas radica en sus propiedades químicas, que las hacen muy cotizadas en el mer­cado farmacéutico e investigación biotecnológica a nivel mundial para la producción de drogas y medica­mentos. Expertos en biodiversidad de la Escuela de Biología de la UNAM indicaron que en los últimos años el tráfico de estas plantas a través de la venta por Internet aumentó, además de que los cambios en la composi­ción del suelo han puesto en riesgo su supervivencia.

Cafetales ecológicos

   Hay algo que sabemos: la industria agrícola no sólo re­presenta beneficios para el hombre, pues al mismo tiem­po es un riesgo para el ambiente, sobre todo por el uso de la tierra. Pero un estudio de la Universidad de Oxford descubrió que los cafetales emplazados en las selvas mantienen más intacto los ecosistemas que otras áreas despejadas para otro tipo de cultivos agrícolas, como el arroz o las pasturas. Cada año cerca de seis millones de hectáreas de selva son talados para la agricultura, desplazando a miles de especies de plantas y animales. Para la investigación, realizada en Ecuador, los científicos del Departamento de Zoología de Oxford registraron el desplazamiento de cerca de 7,000 nidos de abejas salvajes y avispas en la selva y en zonas agrícolas. En áreas de cultivo, la cadena alimenticia se vio seriamente afectada, mientras que en las partes donde había cafeta­les apenas se alteró. Estos insectos fueron escogidos para medir el impacto en la biodiversidad pues las abejas son polinizadoras y las avispas controlan plagas, formando parte sustancial de la red alimenticia. El contraste en los resultados demostró que los cafetales probaron tener más 'armonía' con la biodiversidad.
 

¿Qué es la fruta del dragón?

   La Pitaya es más comúnmente conocida como la fruta de dragón. Es una fruta de gran belleza que tiene flores deslumbrantes y una forma y color intensos. La fruta del dragón es normalmente de color rojo oscuro, aunque algunos tipos de esta fruta son de color rosa o amarillo. La piel de la fruta del dragón es una corteza delgada. Está cubierta generalmente de escamas, y el centro de la pitaya se compone de una pulpa de sabor dulce.

   No se sabe con exactitud dónde se originó la fruta de dragón, pero se cree que proviene de América del Sur. Los franceses llevaron la fruta del dragón a Vietnam hace más de cien años. Las frutas del dragón se cultivaron allí para ser comidas generalmente por la realeza y las familias ricas. Ahora, la fruta florece en Texas, también se cultiva en México y algunos países sudamericanos como Argentina y Perú.

   La fruta del dragón se cultiva en las regiones tropicales de todo el mundo. La planta de la pitaya crece hasta unos seis metros. Florece en las regiones calientes abundantes de lluvia. Las heladas matan la planta.

¿Por qué las raíces de las plantas crecen hacia abajo?



   Las raíces anclan la planta en el suelo y a través de él absorben el agua y los minerales que emplea para producir su alimento. Las raíces no crecen hacia abajo por accidente. Las células ubicadas en el extremo de las raíces contienen almidón, que almacenan en un lado de cada célula mientras las raíces son atraídas por la gravedad. Esto le indica a la planta hacia dónde debe crecer para obtener lo que necesita. Como el agua y los minerales se hallan por lo general profundamente en el suelo, las raíces crecen en esa dirección.

¿Cuánto duran las semillas almacenadas?

   Habitualmente, las semillas pueden almacenarse durante sólo dos años, sin que la humedad consuma su reserva de energía y dejen de germinar. Las que poseen unas cubiertas firmes y duras son las que retienen su viabilidad durante más tiempo y la mayoría de las semillas se conservan del mejor modo en un almacén seco a baja temperatura. En estas condiciones favora­bles las semillas de las plantas comunes de huerta y jardín se conservan de 10 a 25 años. ¿Durarían más si se mantuvieran en completa sequedad? Buscando respuesta, el doctor Frits Went, autor de los capítulos de este li­bro, inició en 1947 un experimento proyectado para durar más de 300 años. Se desecaron químicamente en vacío semillas de 120 plantas salvajes de California y las semillas de cada especie se distribuyeron entre 20 tubos cerrados y se almacenaron. Desde que empezó el experimento se han hecho germinar tres series de tubos. Las semillas siguen siendo tan viables, a los diez años de almacenamiento, como inmediatamente después de desecadas.


El eterno florecimiento del loto

flor de loto
   En condiciones extraordinarias, la viabilidad de al­gunas semillas parece conservarse casi indefinida­mente. El «récord» de longevidad lo detentan las de un loto oriental que, como ha demostrado el carbo­no 14, han sobrevivido siglos de latencia en turberas del Extremo Oriente. Las más viejas son las tres re­cuperadas en 1951, que habían sido enterradas en una canoa neolítica de seis metros de largo bajo una turbera cerca de Tokio. Cuidadosamente tratadas por expertos, dos de las tres venerables semillas ger­minaron y desarrollaron sus flores características; se han distribuido semillas y esquejes de estas plan­tas a instituciones botánicas de todo el mundo.

Los injertos en la fruticultura

   Es posible imaginar un árbol de manza­nas que produzca a la vez tres especies di­ferentes de fruta. Este fenómeno se puede lograr en cualquier árbol, y a la forma de hacerlo se le llama injertar.
   Injertar es poner en contacto con la rama de una planta un trozo de otra, pro­visto de alguna yema. Se puede cortar, por ejemplo, la parte superior de un manzano silvestre y colocar allí la ramita de otro manzano de distinta clase. En la parte in­terna de la corteza que protege al tronco se encuentra una substancia viscosa, lla­mada savia, constituida por células que viven y se desarrollan. Las ramas de las dos plantas deben quedar perfectamente unidas en el momento de hacer el injerto, a fin de asegurar la operación.
   Para realizar esta operación existen di­ferentes métodos. Generalmente, la unión deberá quedar protegida con vendajes, o bien, cu­brirse con cera.
   Los árboles frutales que nacen de semi­lla, no darán frutos exactamente iguales a aquél del cual salieron esas semillas. Esto se debe a que la plantita que empieza a crecer de la semilla tiene por padres, generalmente, a dos árboles diferentes. Así, la única forma de obtener un nuevo árbol de manzana "Delicia", por ejemplo, es injertar una rama de esta especie en un manzano de distinta clase.
   Los injertos crecen y dan fruto más pronto que los productos de semillas. Los tallos y raíces ya desarrollados facilitan el crecimiento. Otra ventaja del injerto es que los árboles propensos a ciertas enfer­medades pueden ser injertados con otros más resistentes.
   No son los árboles frutales las únicas plantas que se pueden injertar. Los rosales, los lirios y otras más pueden ser sometidas a "esta operación, siempre que tengan ramas leñosas. Además, las dos partes del injerto deberán ser de la misma familia. Sería interesante poner un tallo de rosa en un nogal, para obtener después una mat de rosas de 15 metros de alto. Pero como no son familiares cercanos, no podrán producir este fenómeno.

¿Cuáles son los árboles más grandes que existen?

   Todos hemos visto alguna fotografía de las secuoyas de California, cuyo tronco es tan grueso que sería posible hacer pasar una carretera a tra­vés de algunas de ellas. Estos árboles, en efecto, alcanzan a medir
hasta 12 m de diámetro y cerca de 140 m de altura. Es difícil conocer su edad con exactitud. Para esto hay que llegar al corazón del árbol y saber si ha desaparecido; gracias a la prueba del carbono 14 se ha podido calcular la edad de algunos de los más grandes, que oscila entre los 4 y 5 000 años. Existen otras plantas espectaculares: en México, por ejemplo, se conoce el Taxadium mucronatum, que es una especie de ciprés pelón, cuyo tronco alcanza 18 m de diámetro. Este árbol, que tiene forma un tanto redondeada, no alcanza la altura de las secuoyas. Por otro lado, en la costa occidental de Estados Unidos, en el estado de Oregon, encontramos bosques de coniferas, constituidos principal­mente por Abies grandis, que alcanza alturas de casi 100 m, sin em­bargo, su tronco es mucho más delgado que el de la secuoya. Parece ser que un Eucalyptus de Tasmania, que fue cortado hace ya algunas décadas, tenía el récord de altitud, pues medía 140 m. Entre las plantas más antiguas que se conocen están los dragos de las Islas Canarias, que se piensa tienen entre 4 y 5 000 años de edad, sin embargo su altura no pasa de algunos metros; éste es tam­bién el caso de los antiguos baobabs africanos, cuya edad no es po­sible precisar, ya que son huecos.
   En Francia parece ser que los árboles más longevos son los tilos (al­gunos rebasan los 500 años) y los tejos. En cuanto al récord de longi­tud (pues en este caso no puede hablarse de altura) tenemos el de la rota, un bejuco cuyo tallo alcanza 300 m de largo y que por su gran flexibilidad se utiliza para fabricar muebles de jardín.

¿Son parásitos las plantas trepadoras?

   La hiedra es eliminada frecuentemente pues se dice que es un parásito. La hiedra y muchas otras plantas de los bosques tropi­cales tienen sus raíces en el suelo y hacen su fotosíntesis; por lo tanto pueden nutrirse por sí solas y no son parásitos. Sin embargo, estas plantas pueden perjudicar de cierto modo a las que las sostienen; al crecer suben a lo largo del tronco sin hacerle daño pero cuando llegan a la parte frondosa, la situación cambia, pues impiden que la luz llegue a las ramas en que se apoyan; existe el caso muy raro y espectacular del Ficus, esta planta trepadora tiene la particularidad de enlazar el tronco y las ramas sobre los que habita, sobre todo anastomosándose, es decir que dos raíces pueden soldarse entre sí, formando un collar alrededor de tronco y ramas, impidiendo a la planta que las soporta aumentar de diámetro. Es por esto que se les llama ficus estranguladores, no es raro verlos sobre árboles muertos.

¿Cómo se alimentan las orquídeas?

   Cuando uno llega por primera vez a una selva tropical húmeda, se sorprende de ver los árboles cargados de plantas trepadoras, pero también de vegetales que crecen directamente sobre sus ramas, o musgos y plántulas que se desarrollan sobre sus hojas. Se puede uno preguntar cómo hacen estas plantas para nutrirse y si lo hacen a expensas de la planta que las sostiene. Varios sistemas permiten vivir a estas plantas:
•  Captación de agua. Sus raíces recogen el agua que chorrea de las ramas (en estas regiones las lluvias son muy abundantes). En el caso de la orquídea las raíces cuelgan a menudo de un lado y otro de las ramas y poseen en sus extremidades un tejido parti­cular. Este tejido que hace un poco las veces de esponja, capta rápidamente el agua que chorrea.
•  Captación de sustancias minerales. Polvo y hojas muertas se acumulan entre las ramas, las fracturas de la corteza y huecos del árbol. Las bacterias, muy activas en este clima caliente y hú­medo, descomponen estos materiales propocionando humus y sustancias minerales fácilmente asimilables por las plantas.

¿Por qué la mayoría de las plantas son verdes?

   La clorofila es un pigmento cuyo papel es más importante que sólo dar color a la planta: permite captar la energía de la luz y sintetizar o fabricar las sustancias que la planta necesita. Esto se lleva a cabo de manera muy compleja, por medio de toda una serie de reacciones químicas; se puede uno dar idea de tal función toman­do como ejemplo la celda fotoeléctrica que usan los fotógrafos. Ésta mide la luz utilizando un cuerpo sensible que transforma la energía lu­minosa en energía eléctrica. La cantidad de electricidad producida es proporcional a la cantidad de luz recibida y se mide con un galvanó­metro.

   La clorofila es capaz de captar la energía luminosa, transformándola ya no en energía eléctrica, sino en energía química, la cual sirve para sintetizar una sustancia. Sólo las plantas que contienen clorofila son capaces de transformar la energía luminosa. Por el contrario, el resto del mundo viviente obtiene la energía necesa­ria para la síntesis de la desintegración de las sustancias fabricadas por las plantas que contienen clorofila. Por lo tanto, dentro del ciclo biológico los vegetales ocupan el primer lugar, ya que sintetizan a partir de la energía luminosa. En segundo lu­gar están los herbívoros, quienes al comer las plantas aprovechan la energía que almacenan. Estos, a su vez, son devorados por los carní­voros, que aseguran la subsistencia de insectos, gusanos y microor­ganismos que se nutren a sus expensas, ya sea de sus desechos, de sus cadáveres o como parásitos y que acaban por transformar toda la energía en materia orgánica, la cual al ser degradada por las bacterias del suelo se reintegra al estado mineral. Es en esta última fase que el ciclo puede volver a comenzar. Las sales minerales que la planta extrae del suelo por medio de sus raíces for­marán parte de la composición de la materia que ella sintetiza.

¿Las plantas respiran?

   Todos los seres vivientes respiran, necesitan del oxígeno del aire para degradar sustancias orgánicas cuya energía les servirá para sintetizar otras sustancias. Al contrario de los animales, la respi­ración de las plantas se efectúa por toda su superficie, particu­larmente en las hojas, donde se encuentran unos orificios minúsculos llamados estomas, y situados entre dos células que pueden re­gular su abertura.
   La respiración es la absorción de oxígeno y la expulsión de bióxi­do de carbono.
   La fotosíntesis, por el contrario, es la absorción de bióxido de carbono y la liberación de oxígeno. En las plantas, ambos mecanismos coinciden durante el día; sin embargo la fotosíntesis es unas 10 veces más eficiente que la respiración. Cuando la planta está en la oscuridad, la fotosíntesis no se lleva a cabo y solamente hay expulsión de bióxido de carbono.

¿Cómo puede vivir en el desier­to la palmera datilera?

   Según un refrán de los beduinos, la palmera quiere tener «los pies en el agua y la cabeza al sol». De ahí que sea la planta típica de los desiertos y los oasis. Sus raíces necesitan es­tar constantemente sumergidas en el agua y, para encontrarla, descien­den a considerable profundidad, hasta aquellas capas del terreno en las que, incluso en el desierto, es posible hallar venas subterráneas. Justamente en las zonas correspon­dientes a estas venas surgen los oasis, que son auténticas islas de vida en medio de la escualidez de las extensiones desérticas. Sin em­bargo, para crecer con fuerza, la palmera precisa de mucho sol, y así se explica la segunda parte del di­cho beduino.
   La planta adulta alcanza los doce metros de altura y presenta un tron­co cilíndrico, desnudo y relativa­mente fino, coronado por un carac­terístico mechón de hojas. Bajo este mechón surgen los racimos de flo­res que dan lugar a las bayas, que nosotros llamamos dátiles. Al prin­cipio, éstos son de color rojo, pero después adquieren un tono pardo. La palmera constituye una verdade­ra bendición para los habitantes de los oasis y de las regiones tropica­les, y no sólo por sus alimenticios frutos. En efecto, todas sus partes son susceptibles de utilización: el tronco como madera de construc­ción; las hojas para el techo de las chozas y la fabricación de esteras y cuerdas; el látex blanquecino para la elaboración de una bebida alcohó­lica; y las semillas como sustitutivo del café.

El melocotonero

   El melocotonero es un árbol de la familia de las rosáceas y, como tal, emparentado con el rosal. Sus variedades corresponden a la especie Prunus persica.

   El melocotonero pertenece al mismo género que el ciruelo, el cerezo y el albaricoquero, que se caracterizan porque sus frutos contienen un hueso central duro con una sola semilla en su interior. Probablemente tuvo su origen en China, donde algunos creen que su cultivo se remonta a 2.000 años a. de J.C., habiéndose ex­tendido de allí a la India, a Persia y a Grecia.

   Otros suponen que se originó en Asia Menor y en Persia, donde provino del almendro. En tiempos coloniales fue llevado a América.

El membrillo

   Se sabe que el membrillero se ha venido cultivando por más de 2.000 años en Asia Menor. Su cultivo, no obstante, siem­pre ha sido limitado y sólo se han formado unas pocas variedades. El membrillero es un árbol pequeño muy ramoso o un arbusto; pertenece a la familia de las rosáceas. Sus flores son ro­sadas o blancas y semejantes a las del peral y manzano.
   Los membrillos raramente se comen crudos, excepto, a veces, en países cálidos, en donde, por su exposición a un sol más intenso, se hacen menos ácidos.
   El membrillo es muy apreciado en la prepara­ción de conservas, jaleas y mermeladas por su aroma y acidez cuando se mezcla con otras fru­tas.
   Las semillas del membrillo se emplearon en otros tiempos en medicina. Aunque el fruto del membrillero del Japón no se come, se cul­tiva el árbol por la belleza de sus flores. Estas son blancas, rosadas o rojas y abren al principio de la primavera y en el verano.
   Algunas clases de membrillo ofrecen un aro­ma muy agradable y se colocan entre la ropa para perfumarla. El membrillero crece rápida­mente en suelo ligero, pero vive más tiempo en suelo compacto.
   El membrillero prospera en muchas regiones de la América Latina. En la Argentina existe una importante industria del fruto de dicha planta. Se producen unas 17.000 tons. al año. La mayor parte de la producción se emplea en la preparación de conservas o de "carne" de membrillo para la exportación.