Los gatos que salen al exterior pueden recoger un parásito microscópico llamado toxoplasma gondii del suelo, de atrapar un roedor infectado o de comer plantas (como el pasto) que crecen en el suelo infestado. La enfermedad, la toxoplasmosis, puede ser extremadamente peligrosa para los bebés de mujeres embarazadas, causando serios problemas que pueden incluir pérdida de la visión, discapacidades mentales y convulsiones. Los gatos de interior son menos propensos a contraer este parásito; sin embargo, suele ser una buena idea que las mujeres embarazadas eviten acercarse a la caja de arena por si acaso.
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