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¿Quién fue Vortigern?

Vortigern, un rey británico que floreció en el siglo V. Según Gildas, Bede, Ethelwerd y el Old Engglish Chronicle, invitó a Hengist y Horsa para que le ayudaran a combatir a sus enemigos, los pictos y los escoceses. Nennius, por otro lado, representa a los jefes alemanes como exiliados que fueron a la isla sin que se les preguntara. Sea cual fuere la forma de la historia, parece cierto que después de poco tiempo los recién llegados, reforzados por nuevas bandas de sus compatriotas, se volvieron contra Vortigern y le arrebataron el territorio kentish. Nennius es el primero en traer " la hermosa hija de Hengist " a la escena. Sin embargo, no la nombra. Esto es hecho primero por Geoffrey de Monmouth (siglo XII), quien en su mayoría sigue y expande la versión de Nennius. Geoffrey la llama Rowena, o según algunos MSS, Ronwen y Ronwenna. Hay algo así como la unanimidad en las crónicas sobre el carácter de Vortigern. Era a la vez tiránico y lascivo; y la indignación monacal (expresada en la leyenda de San Germán) fue finalmente destruido por el fuego del cielo. Es de suponer que Vortigern llegó a un violento final en conflicto con los aventureros que se habían establecido en sus dominios.

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¿Qué son las joyas de la Corona?


   Las joyas de la familia real de Inglaterra -coronas, diademas, cetros, etc.- pueden admirarse en las vitrinas de un museo instalado en una sala de la Torre de Londres.
   Entre las joyas expuestas a la admiración de los visitantes destaca la denominada "corona del Estado", realizada en ocasión de la coronación de Isabel II y que reproduce la que se utilizó en 1838 en la coronación de la reina Victoria. Tiene más de un millar de diamantes, zafiros y otras piedras preciosas de todos los tamaños: entre ellos el enorme rubí "Príncipe negro" (tallado en el siglo XIV) y el diamante "Estrella de África", procedente del Cullinam, el mayor diamante del mundo. Los "yeomen", cuyos uniformes fueron diseñados el siglo XVI, guardan celosamente las joyas de la Corona, de un valor inestimable. Desgraciadamente, algunas de ellas desaparecieron en tiempos de Cromwell.

ISABEL I

   Entre los gobernantes de Inglaterra hay dos reinas famosas: Isabel I y Victoria. La primera de estas reinas, Isabel I, reinó durante una época muy interesante. América había sido descubierta hacía poco tiempo, y todo un Nuevo Mundo esperaba ser explorado.
   Al subir al trono, Isabel I tenia 25 años de edad. Su reino era entonces pobre, había frecuentes guerras civiles y no tenia relaciones amistosas con otros países europeos. Por si esto fuera poco, Francia hacia preparativos para invadir y conquistar a su antigua rival: Inglaterra.
   Pero Isabel I demostró ser una reina enérgica; se interesaba por todo lo nuevo, y muy pronto sus marinos emprendían viajes audaces para explorar el Nuevo Mundo. Sir Walter Raleigh y sir Francis Drake fueron dos de los exploradores más famosos. Los barcos ingleses también hacian viajes para comerciar con los países del Viejo Mundo. Nunca antes se había visto ondear la bandera inglesa en tantos lugares lejanos.
   La reina puso termino a sus conflictos con Francia. Mas tarde, en 1588, el rey Felipe II de España mandó su poderosa flota, la "Armada Invencible", a que conquistara Inglaterra; los marinos de Isabel obtuvieron una gran victoria.
   El inglés más famoso del tiempo de Isabel no fue ni un explorador ni un guerrero, fue un poeta y dramaturgo: William Shakespeare. En esa época también había otros muchos escritores de mérito.
   Uno de los primeros grandes científicos ingleses también vivió durante el reinado de Isabel; fue sir William Gilbert, que hizo muchos descubrimientos relacionados con el magnetismo.
Durante el reinado de Isabel I florecieron las artes y las letras. A este periodo de la historia de Inglaterra se le ha llamado "epoca isabelina".

Midas, el rey del toque de oro

   El rey frigio Midas, según una leyenda de los griegos, en cierta ocasión le hizo un favor a Baco (Dioniso), dios del vino. Agradecido este, ofreció al rey otorgarle cualquier deseo que expresara, y Midas le pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Su deseo le fue satisfecho, pero pronto llegó a ser una maldición. En sus manos el pan se le trocaba en oro, el vino en oro fundido al tocarlo con sus labios, y aun su cuerpo se volvía de oro al írselo palpando. Finalmente Midas imploró a Baco que lo liberara y el dios le dijo que se bañara en el Río Pactolo. Al hacerlo el rey perdió su mágico toque, aunque las arenas del río fueron desde entonces de oro.
   Tiempo después Midas actuó como juez en un torneo musical entre Apolo y Pan. Por haberle otorgado la victoria a Pan, Apolo trocó las orejas del rey en orejas de burro. Midas las ocultaba bajo un turbante de manera que el secreto solo lo sabía su barbero, pero este, incapaz de guardarlo, hizo un hoyo en el suelo y allí murmuró lo que había visto. Al punto brotó un grupo de cañas en el agujero, y cuantas veces la brisa sopla por entre las cañas susurra la historia de las orejas de Midas.

¿Quién fue el rey cuya labor le hizo merecer el sobrenombre de «el Sabio»?

   El gran auge cultural que alcanzó la España musulmana en el siglo XII, con figuras como Averroes, tuvo su equivalente en la España cristiana, un siglo mas tarde. Los cristianos empezaban ya a sentir de su lado la ventaja en el dominio de la península, lo que repercutió en la aparición de un cierto florecimiento cultural: se adoptó el Derecho Romano, se crearon universidades y empezaron a utilizarse las lenguas romances, en vez del latín. Muchas de estas iniciativas tuvieron un mismo origen, el rey Alfonso X, a quien se llamó el Sabio. Era hijo de Fernando III, el Santo, rey de Castilla, y había nacido en 1221. Escribió una obra poética en gallego, las Cantigas, pero de más importancia que sus propias obras fueron los proyectos que mando emprender bajo su supervisión. Así nacieron obras históricas, como la Crónica General y la General Historia; jurídicas, como el Código de las Siete Partidas, y astronómicas, como las Tablas Alfonsíes, donde las teorías de Tolomeo se enriquecían con muchas correcciones efectuadas en Toledo. Pero su empresa más importante, que resultaría de vital trascendencia para la cultura europea, fue la fundación de la Escuela de Traductores de Toledo, donde se llevaron a cabo versiones al latín y al castellano de gran número de obras filosóficas y científicas clásicas, que los árabes habían recogido. Fue este uno de los caminos gracias a los cuales el inmenso legado del pensamiento grecorromano no se perdió en la noche de los tiempos.
   La actividad de Alfonso X no se limitó a la creación de este centro cultural, sino que lo supervisó personalmente: seleccionó colaboradores y vigiló la redacción de las diversas obras que se escribían. La labor del rey, en conjunto, representa una síntesis de las culturas cristiana, árabe y hebrea y un enriquecimiento de la lengua castellana con nuevos términos científicos. Alfonso X murió en 1284.

Maximiliano de Habsburgo

   Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) fue emperador de México, nieto del emperador de Austria Francisco I y hermano del emperador, también de Austria,
   Francisco José. Incorporado a la marina austriaca, de la que fue comandante en jefe, casó en 1857 con la princesa Carlota, hija del rey de los belgas, Leopoldo I. Dos años después fue nombrado gobernador del reino Lombardo Veneto, donde mostró encomiables dotes de gobernante.
   En 1863, como resultado de la política francesa en México, la junta de notables que en aquel país secundaba dicha política le ofreció la corona del imperio recién creado. Maximiliano aceptó el ofrecimiento, no sin algunas vacilaciones, y llegó a su capital en el mes de junio de 1864.
Inició una acción encaminada a ordenar la administración, liberar a los indios de la servidumbre y desarrollar los recursos del país, después de recorrerlo en varios viajes, pero no pudo evitar la oposición enconada de los patriotas mexicanos, que no aceptaban la intervención extranjera. Los republicanos, encabezados por Benito Juárez, no dejaron de luchar un solo momento y ni las fuerzas francesas en que se apoyaba su gobierno, ni los elementos nacionales que le eran adictos lograron nunca dominar por completo el país.
   Napoleón III, ante el fracaso de su aventura, decidió retirar sus fuerzas de México, no obstante las gestiones que para evitarlo hizo ante él Carlota.
   Las fuerzas mexicanas que le quedaron a Maximiliano, con este al frente, fueron sitiadas por los republicanos, al mando del general Mariano Escobedo, en Querétaro. Derrotados los imperialistas el 15 de mayo de 1867, Maximiliano, con sus generales Miguel Miramón y Tomas Mejía, fue hecho prisionero. Juzgó a los tres un consejo de guerra, que los condenó a muerte.

María Antonieta

   María Antonieta (1755-1793) A la edad de 15 años la encantado­ra princesa austríaca María Antonieta con­trajo matrimonio con Luis, el heredero del trono de Francia. Se convirtió en reina de Francia cuatro años después. Durante los días terribles de la Revolución Francesa fue guillotinada.
   Fue hija de la gran reina María Teresa; nació en Viena. Su preparación como miembro de la familia real le dio exiguas dotes fuera de su gracia personal y el orgullo de su estirpe. Cuando su esposo ocupó el trono de Francia con el nombre de Luis XVI, María Antonieta fue también coro­nada. Ambos reinaron con base en la idea de que la riqueza del país era propiedad personal de los monarcas del mismo. La reina y su corte, amantes del lujo y del despilfarro, nunca pudie­ron comprender la miseria que padecía el pue­blo. Le parecía a María Antonieta que sus subditos carecían de razón al protestar contra los altos impuestos que tenían que pagar para sostener los despilfarros de la corte.
   Las chusmas parisienses asaltaron la pri­sión de la Bastilla en 1789 mientras la fami­lia real se alojaba en el hermoso Palacio de Versalles en los suburbios de París. La mul­titud llegó a Versalles y obligó al rey, a la reina y a sus hijos a volver a París con ella. Para el pueblo indignado María Antonie­ta era el símbolo de las penalidades que su­fría como causa del mal gobierno.
   Los miembros de la familia real fueron en­cerrados en el Palacio de las Tullerías. Afuera clamaba venganza la multitud. En 1791 intenta­ron escaparse de París la reina, el rey y sus hi­jos, pero fueron descubiertos y encerrados en la Torre del Temple. El rey fue decapitado en 1793. En octubre del mismo año fue juzgada María Antonieta y condenada a muerte, por fo­mentar la guerra civil y por traición a su patria. En una carreta abierta se la llevó a la guillotina a través de calles pletóricas de gente que la insultaba. Orgullosa y sere­na hasta el último momento, la reina se dio cuenta al fin de las terribles medidas a que la miseria puede inducir a un pueblo.

El palacio de Versalles



   Este majestuoso castillo, mandado construir por Luis XIV y cuya fachada mide casi 600 metros de longitud, se halla situado a 18 kilómetros al sudoeste de París.
   Sobre una pequeña loma vecina al pueblecito de Versalles, Luis XIII hizo edifi­car en 1624 y ampliarla ocho años más tarde, una pequeña residencia para re­posar de sus partidas de caza. Luis XIV, a su vez, decidió convertirla en un casti­llo, que fue incesantemente ampliado y mejorado, con la colaboración de los más grandes artistas de la época. El rey acabó por instalarse en él, seguido por la corte, servidores y soldados; y final­mente, el gobierno y la administración del reino también se instalaron allí. En­tonces fue levantada una capilla, se am­pliaron los jardines y se construyeron un teatro y numerosas dependencias. Así, en etapas sucesivas, Versalles acabó por convertirse en el más famoso con­junto de la arquitectura clásica francesa.

¿Quién fue Memnón?

   Era creencia de los antiguos grie­gos que el rocío matinal eran lágrimas que la diosa del alba Eos (Aurora) derramaba por su hijo Memnón. Cita la leyenda que Memnón era hijo de Eos y del troyano Titón.
   Memnón llegó a ser rey de Etiopía. Cuando los griegos atacaron Troya salió aquél en ayu­da de su tío, el rey de Troya. Memnón dio muerte a Antíloco, pero, a su vez, fue aniquila­do por Aquiles. Eos ordenó a sus hermanos los Vientos que llevaran su cuerpo a Misia, donde ella y la naturaleza entera lloraron su muer­te. Guerreros etiopes quemaron su cuerpo, y Zeus trasmutó en pájaros las chispas que bro­taron.
   Memnón se representa tanto en pintura como en escultura como un brillante joven moreno. Se le rindió culto como a un dios. Sobre las riberas del Nilo, cerca de Tebas, existe una gran estatua. Es la de un rey egipcio, pero durante algún tiempo se creyó que era de Memnón. La estatua emitía ciertos sonidos musicales cuando los rayos del sol caían sobre ella. Los antiguos de Grecia creían que las notas escuchadas provenían de Memnón lla­mando a su madre todas las mañanas.

ISABEL LA CATÓLICA (1451-1504)

   La princesa Isabel llegó a ser reina, por herencia, de Castilla y León. Por matri­monio con él rey Fernando de Aragón, re­unió con su esposo el cetro de las tres regiones centrales de España.
   Fernando fue un hábil político, pero la reina Isabel fue, además, una gran se­ñora de noble conducta y de intuición para intentar y realizar grandes empresas. Los dos reyes recibieron del pontífice ro­mano el título de soberanos católicos, por­que fueron sostenedores de la unidad y el poder de la Iglesia Católica.
   La reina Isabel tomó parte directa y personal en el progreso de su reino, refor­zando la autoridad del trono, protegiendo las letras y las artes y realizando en 1492 la liberación de España con la toma de Granada, último reducto de los árabes que habían dominado en la península durante ocho siglos.
   Pero el nombre de Isabel la Católica es más famoso todavía por haber apoyado los proyectos de Cristóbal Colón cuando casi todos se negaban a creer en la posi­bilidad de encontrar el camino marítimo a las Indias, navegando hacia occidente. La reina Isabel decidió patrocinar esta empresa, "aunque para ello fuera necesa­rio empeñar sus joyas". Así participó en la gloria del descubrimiento del Nuevo Mundo.
   El descubrimiento de América, seguido por la conquista y la colonización, fue la base de un imperio hispánico de tal extensión, que los herederos de la reina Isabel pudieron decir "que en sus dominios nunca se ponía el sol" Y aun después de la des­integración política de ese imperio, se con­serva la unidad de idioma, religión y cul­tura de los pueblos hispanoamericanos, que honran con estatuas y elogios a la protectora del descubridor de América.

Las Mil y Una Noches

   Las Mil y Una Noches son una colección de narraciones fantásticas de orígenes diversos, princi­palmente orientales, que se entrelazan en tor­no a la siguiente anécdota: el rey Shahriar, al descubrir la infidelidad de su esposa, decide vengarse del sexo femenino y para este fin to­dos los días toma una nueva mujer, a la que mata al día siguiente a la noche de bodas. Shahrazada o Scheherazada, hija del visir de Shahriar, casa con el déspota y logra ir pospo­niendo su ejecución por el interés que suscita en el monarca la continuación de los cuentos que le va narrando noche tras noche. Final­mente, Shahriar decide abandonar su venganza y Shahrazada se convierte en progenitura de la dinastía.

   El diplomático francés Antonio Galland afir­mó haber encontrado en Siria el primer manus­crito de algunas de estas historias y lo tra­dujo y publicó a partir de 1704. Esta versión se conoce ahora como "Los cuentos de las mil y una noches, para niños".

Juglares y bufones

   En la Edad Media, la gente no disponía de tantas maneras de divertirse como ahora. Los reyes y los grandes señores te­nían bufones que, vestidos de modo pa­recido a los payasos de los circos, hacían reír diciendo chistes y remedando a los cortesanos y hasta a su propio amo.
   En cambio, los juglares divertían a todas las clases sociales, pues si bien algunos formaban parte de la servidumbre de los reyes y de los nobles, los más iban de un lugar a otro en busca de un público variado del que recibían regalos en dinero, ropa o comida. Su oficio era alegrar a la gente, cantando, tocando algún instru­mento, bromeando, haciendo juegos de prestidigitación, de acrobacia, malabarismo, mímica, etc., o bien exhibiendo osos y monos amaestrados.
   Andando el tiempo, los juglares aban­donaron todos estos ejercicios y se limita­ron a recitar o cantar, acompañándose por lo común de instrumentos de cuerda, acu­diendo a los campamentos, a las comidas de celebración, bodas y bautizos y a otras fiestas más propiamente religiosas.
   Los frecuentes y a veces largos viajes que hacían los juglares de corte en corte o de mercado en mercado para buscar y variar su público son de gran interés para la historia de la literatura, ya que eran ocasión de divulgar la producción musical y poética de entonces por muy diversas comarcas y aun países.

La Torre del Oro


   La Torre del Oro de Sevilla es un monumento almohade de comienzos del siglo XII que antiguamente guardaba la entrada del puerto de la capi­tal andaluza. Estuvo decorada con entrelazos y azulejos dorados, a los que debe su nombre.
   La Torre del Oro de Sevilla se alza en la margen izquierda del Guadalquivir. Fue construida en 1120 por el goberna­dor de la ciudad, Cid-Abu-el-Ola; for­maba parte de las edificaciones de de­fensa del Alcázar. Debe su nombre al curioso revestimiento de azulejos dora­dos que cubría sus paredes y que, en contacto con los rayos solares, le daba el aspecto de aquel metal.  La torre consta de tres cuerpos; el que corona el edificio es de construcción muy poste­rior. Su planta es un dodecágono y los dos cuerpos inferiores terminan en un antepecho de almenas cuadrangulares. No sólo constituye un baluarte avanza­do, sino también una perfecta defensa del puerto. En tiempo del rey Pedro I el Cruel fue testigo de sus desmanes y venganzas, y en ella se guardaron los tesoros de dicho monarca.

Moctezuma II (1466-1520)

   Motecuhzoma (Señor sañudo, apesadumbrado) Xocoyotzin (el joven), hijo del rey Axayácatl. Noveno mo­narca de los aztecas o mexicanos, electo en 1502, a la muerte de su tío Ahuízotl. Tenía 36 años cuando subió al trono.

   Antes de ser rey era muy temido y respetado por su ánimo invencible y su gran devoción a los dioses, principalmente a Huitzilopochtli, dios de la guerra. Como rey fue jefe supremo político, religioso y militar de la confederación azteca o náhuatl, cuya fuerza había veni­do aumentando y que alcanza con Moctezu­ma II su máximo poder, pues conquistó a casi todos los reinos vecinos. Su territorio se ex­tendía, en diversas zonas, desde las costas del Pacífico hasta el Atlántico.

¿Quién fue Mitrídates?

   MITRÍDATES (132?-63 a. de J.C.). Muchos pueblos del Oriente y de Asia Menor adoraron al dios solar Mitra. Denominaban frecuente­mente a sus jefes o caudillos Mitrídates, que significa dádiva de Mitra. De ahí que muchos de sus reyes llevaran dicho nombre.
   El más renombrado de ellos fue Mitrídates VI el Grande, rey del Ponto (país antiguo al NE. de Asia Menor), cruel monarca asiático que estuvo a punto de vencer a Roma. En las obras literarias latinas su nombre se incluye con respeto y temor. Asumió el trono a tem­prana edad y pronto se hizo temer en todo el mundo civilizado por su carácter sanguinario. Asesinó a su madre y hermano por conspirar en su contra para despojarlo del trono.
   Constante enemigo de Roma, le hizo la gue­rra en tres ocasiones entre 88 y 65 a. de J.C. Muchos millares de ciudadanos romanos en­contraron la muerte en estas luchas antes de que Roma lograra derrotar definitivamente a Mitrídates. En su tercera campaña fue vencido por Pompeyo (Cneo Pompeyo) y arrojado de su imperio, que se convirtió en provincia ro­mana.
   Cuando hacía preparativos para levantar otro ejército contra Roma, se sublevaron sus propias tropas. Temiendo que lo apresaran, ordenó a un soldado que le diera muerte. Roma respiró con mayor tranquilidad cuando llegó la noticia de su desaparición.
   A pesar de sus tendencias a la barbarie, Mitrídates admiraba la civilización griega, cuyas artes llevó a su país. Tenía aguda in­teligencia y se dice que hablaba 22 idiomas.
   No se lo debe confundir con Mitrídates II, de Partía (120-88 a. de J.C.) a quien también se llamó el Grande. Fue un rey que pronto se alió con Roma. Su fama se remonta a la salva­ción de Partía de una invasión lanzada por los sacas (escitas orientales) y a la abrumadora derrota que infligió al rey de Armenia.

Jerjes I, rey de los persas


   JERJES I (519 a. de C.-465 a. de C.). || Desde el año 485 hasta el año 465 antes de Cristo, Jerjes fue el rey de la antigua Persia. Pasó a la historia precisamente por lo que no logró realizar.
   Darío, el padre de Jerjes, había inten­tado conquistar Grecia y fracasó. Jerjes se propuso vengar la derrota de su padre. Ganó la famosa e histórica batalla de las Termopilas, a pesar de la heroica resisten­cia de los griegos. Pero poco después su­frió una terrible derrota en la batalla de Salamina. El ejército se quedó sin provi­siones y se vio obligado a retirarse. Jerjes abandonó entonces el proyecto de conquis­tar Grecia.

Carlomagno

Desde los tiempos de Meroveo —a mediados del siglo V— la primera dinastía de los francos se mantuvo en el poder durante 300 años.
Sin embargo, los últimos reyes merovingios fueron tan negligentes que todo el gobierno dejaban en manos del Mayordomo de Palacio (major domus: mayor de la casa), cargo que se hizo hereditario y que llegó a tener práctica­mente la autoridad del monarca.
Uno de esos mayordomos, Pipino el Breve (así llamado por su escasa talla), consultó al Papa si le parecía justo que quien verdaderamente gobernaba el reino no fuese rey.
—"Lo justo es llamar rey al que ejerce dicha autoridad y no a quien carece de ella", repuso el Pontífice. Entonces Pipino mandó tonsurar y encerrar en un monasterio al último rey merovingio, y él se hizo proclamar Rey de los francos en el año 751. Poco después el Papa lo consa­gró "Rex Dei Gratín" (rey por la gracia de Dios), invis­tiéndolo con derecho divino.
De este modo se creó la dinastía carolingia, que trans­formó la Galia en Francia, a lo largo de dos reinados: el de Pipino el Breve y el de su hijo Carlomagno (Carlos el Grande), que verdaderamente fue el más grande de los monarcas medievales, y para algunos "el padre de Eu­ropa".

La leyenda de Rómulo y Remo

LOS LEGENDARIOS FUNDADORES DE ROMA
De acuerdo con una famosa leyenda, el príncipe troyano Eneas, sobreviviente de la ciudad de Ilión, había llegado, después de muchas aventuras, a las costas del Lacio.
Allí se había establecido, después de haberse casado con la hija del rey Latino. El hijo de Eneas fundó la ciudad de Albalonga, capital de los latinos, y se convirtió en su rey. Transcurrieron cuatro siglos; ocho generaciones de so­beranos se sucedieron en la ciudad, hasta que, hacia el si­glo VIII a. de J. C., se hallaba en el trono el rey Numitor.

Éste tenía un hermano, Amulio, quien lo despojó del trono. Numitor tenía una hija, Rea Silvia; para que ésta no pudiese tener hijos, que habrían podido destronarlo, Amulio la obligó a convertirse en sacerdotisa del templo de Vesta. Pero el dios Marte se desposó secretamente con Rea Silvia, que fue madre de dos gemelos. Cuando Amulio se enteró de este hecho, ordenó que Rea Silvia fuese sepul­tada viva, y los dos gemelos ahogados en el río Tíber. Pero un criado piadoso colocó los gemelos en un canasto, aban­donándolos a las olas. La frágil embarcación encalló pronto en la orilla y los gritos de los dos pequeños llamaron la atención de una loba que vivía en la selva vecina. La fiera, en vez de devorarlos, los amamantó y los cuidó.

En recuerdo de este hecho el escudo de Roma lleva, pre­cisamente, una loba que amamanta a dos niños; alguna otra leyenda dice, sin embargo, que se trataba de una mujer a quien se había apodado Loba.
Recogidos luego por un pastor, Faustolo, los dos geme­los crecieron robustos y valientes. Llegados a hombres, des­cubrieron el secreto de su origen; con un grupo de com­pañeros regresaron a Albalonga, asesinaron al usurpador y liberaron al viejo Numitor, su abuelo, reponiéndolo en el trono. Luego decidieron fundar una nueva ciudad, cerca del río del cual habían sido salvados.

¿Quiénes eran los Caballeros de la Tabla Redonda?

Uno de los personajes más atracti­vos de la historia de Inglaterra es sin duda el legendario rey Arturo, del cual hemos llegado a saber vida y milagros a pesar de que segura­mente no existió jamás. Todas las leyendas referentes a este rey ejemplar están probablemente basadas en la vida de un individuo real, un guerrero, que a principios del siglo VI dirigió a los ejércitos bri­tánicos que se consideraban pose­edores de la ciudadanía romana, contra los invasores anglosajones capitaneados por un tal Medraut. Ambos líderes murieron en la ba­talla de Camlann.

Origen de los títulos nobiliarios


Los títulos de nobleza pro­ceden de los tiempos feudales, pero hoy, no signifi­can lo mismo que en tiempos pasados: indican la categoría social de una persona, mientras antigua­mente —en tiempos de los caballeros—, eran signo de responsabilidad. Los hombres que poseían un tí­tulo tenían, a su vez, deberes que cumplir, y por esa razón, elevaban su rango en la Corte. Al principio, los únicos títulos eran los de conde y duque. Conde proviene de la palabra latina comes, que significa compañero, es decir, compañero del rey. Duque pro­viene de la palabra latina dux, que quiere decir con­ductor, guía. Los duques tenían a su cargo una parte de la nación o alguna parte del ejército, al que de­bían conducir y dirigir en las batallas contra el ene­migo. Los condes eran jefes de una región o comar­ca del país. Estos títulos llegaron a significar el derecho a gobernar una región y eran hereditarios: así, nacieron los títulos de nobleza. Cuando el Im­perio de Carlomagno cayó, sobrevivieron los títulos en diferentes partes de Europa.