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La útil invención del telégrafo

   La invención del telégrafo eléctrico es de­bida al norteamericano Samuel Morse. También ideó éste el célebre código que lleva su nombre, en el cual la combinación de puntos —señales breves— y de rayas —señales largas— representan las letras del alfabeto.
   Para expedir un mensaje bastaba recurrir a un manipulador conectado a la línea te­legráfica. Estaba constituido por una lá­mina metálica provista de una punta colo­cada frente a un contacto, también metá­lico. Al apretar sobre la lámina se establecía una conexión entre la punta y el contacto, y pasaba la corriente. El receptor compren­día un electroimán que, a cada paso de la corriente, apoyaba un estilete entintado sobre una banda de papel que se desenro­llaba mediante un movimiento de reloje­ría. El estilete marcaba un punto o trazaba una pequeña raya, según la duración del paso de la corriente.
   Morse proyectó esta telegrafía electro­magnética (a la cual deberían su salvación tantos barcos en apuros) a bordo de un buque en el que regresaba de Europa. Cuando desembarcó en Nueva York, sólo tuvo que construir el manipulador y el receptor, de los que ya tenía diseñado el croquis. Pero, por falta de dinero, hubo de esperar paciente y obstinadamente durante doce años hasta conseguir, el 28 de septiembre de 1837. llevar a cabo su primera transmisión: "¡Atención, Uni­verso!" Posteriormente fueron  aparecien­do aparatos telegráficos cada vez más perfeccionados, como los de Wheaststone, Mugues y Baudot, hasta llegar a la aparición del teletipo.

¿Qué avión de la década de 1920 fue el más rápido?



   Este fue un avión inglés, un hidroavión muy potente llamado Supermarine S6B. En los últi­mos años de la década de 1920 y los primeros de la década de 1930, el premio más alto a que se podía aspirar para la velocidad en el aire, era el Trofeo Schneider. El Supermarine S6B ganó el premio, con una velocidad de 560 kiló­metros por hora imponiendo el récord mundial de velocidad que se mantuvo hasta la Segunda Guerra Mundial.
   El Supermarine S6B fue muy importante para los británicos en la Segunda Guerra Mundial. Este hidroplano ganador del récord, fue el pre­cursor inmediato del avión de combate más famoso de la Segunda Guerra Mundial, el Spitfire, que se construyó ocho años después del S6B. 

¿Qué fueron los biplanos?



   Entre 1918 y 1939, la mayoría de los aeropla­nos fueron del tipo de los biplanos, lo que significa que tenían dos alas. La mayoría de los aviones que vemos ahora son de una sola ala, o monoplanos. La imagen de arriba muestra un bi­plano típico de la época de entre guerras, el biplano Hawker Hart (1928). Es un avión bien acondicionado, con mejor aspecto que los primeros biplanos de combate de la Primera Guerra Mundial.
   Los biplanos más avanzados tenían la cabina del piloto cubierta. Esta característica se fue haciendo necesaria, para proteger al piloto de las altas velocidades del aire.
   De hecho, las velocidades de estos aviones de combate de entre guerras, eran como tres veces más grandes que las de los aviones de combate de la Primera Guerra Mundial. El biplano mostrado viajaba a más de 320 kilómetros por hora que casualmente era apro­ximadamente el récord de velocidad sobre la tierra, de ese tiempo.

¿Cómo trabaja una rotativa?

   Siempre constituye un espectáculo impre­sionante ver trabajar a las rotativas de un gran diario, devorando a toda velocidad kiló­metros de papel virgen y entregando, al compás de su deglución, miles de ejem­plares cuyas pilas serán distribuidas rá­pidamente para su venta. La aparición de la rotativa a mediados del siglo XIX marcó un hito en la historia de la imprenta, cuyo ritmo de producción aceleró rápidamente. Es una prensa impre­sora cilindrica, cuyo movimiento rotativo continuo permite una velocidad mucho mayor que las prensas planas, de movi­miento alterno.
   Las rotativas tipográficas reciben unas formas (tejas) de impresión; es decir, unos clisés curvados que son fijados al cilindro de la máquina. Otro cilindro que gira a la misma velocidad presiona el pa­pel sobre la forma.
   Las rotativas para periódicos, alimentadas por enormes bobinas de papel, están constituidas por varios elementos de im­presión. Cada uno de éstos consta de un cilindro portaclisés con su dispositivo de entintado y su cilindro de presión. Dos de estos elementos forman un grupo que imprime ambas caras del papel simultá­neamente.
   Las tiras de papel impreso se superponen y entran juntas en la plegadora, en la cual son cortadas y plegadas. Existen otros tipos de prensas cilindricas: rotativas de gran tirada, a varios colores, en offset y en huecograbado, pequeñas rotativas que imprimen también sobre me­tal, etc.

Los inventores del globo aerostático

   Jacques-Étienne Montgolfier (1745-1799) y Joseph-Michel (1740-1810). Invento­res e industriales franceses, nacidos ambos en Annonay. Se atribuye a ambos hermanos la invención del globo aerostático, lo que inau­gura la aeronáutica en su fase de investigacio­nes a base de aparatos más ligeros que el aire.
Jacques-Étienne estudió arquitectura, pero al cabo se dedicó a la industria papelera en la fábrica de su padre, en la que introdujo im­portantes mejoras técnicas, y a los experi­mentos en materia de aerostática. Joseph-Michel se dedicó a la elaboración de sustancias quí­micas, así como a la fabricación de papel, y con su hermano al diseño de aeróstatos.
   En 1783, en un globo inflado con aire calien­te y fabricado por ambos hermanos, se efec­tuó lo que se considera como la primera ascen­sión libre por seres humanos. Posteriormente el mismo Joseph-Michel efectuó otras ascensiones. Fue miembro de la Academia de París y cola­boró con su hermano en diversas publicaciones técnicas.

¿Cómo nació el teléfono?

   Cuando se construyó el pri­mer teléfono, entre 1875 y 1876, nadie podía sospechar que un instrumento tan peque­ño, y al parecer, tan insigni­ficante, pudiera llegar a tener tanta importancia. El inventor del primer teléfono práctico fue Alejandro Graham Bell, que concibió probablemente la idea de la telefonía en 1874, pero en aquel entonces, no veía la manera de llevarla a la práctica. Al año siguiente, estaba trabajando con su ayu­dante, Tomás A. Watson, en un telégrafo que pudiese transmitir varios mensajes te­legráficos al mismo tiempo, y mientras experimentaba con este aparato, descubrió accidentalmente un procedimiento para transmitir una nota musical por un conductor eléctrico. Este aparato hubiese, quizás, seguido siendo una simple curiosidad durante muchos años si Graham Bell no hubiera pensado ya, con anterioridad, en la posibi­lidad de transmitir la voz humana por medio de la corriente eléctrica. Poco tiempo después, planeó de­cididamente el primer teléfono eléctrico para trans­mitir la voz humana, aparato que fue construido por Watson.
   El teléfono fue el resultado de una investigación científica; por ello, Bell procuró por todos los me­dios que las investigaciones y los perfeccionamientos continuasen.
   Él y sus colaboradores dieron a Watson una par­ticipación en la primera compañía telefónica que constituyeron, tras de imponerle la condición de que dedicara su tiempo a perfeccionar la telefonía.

¿Qué es una bobina?

A grandes rasgos la bobina es un alambre conductor enrollado en forma espiral. Una bobina por la que pasa una corriente eléctrica genera un campo mágnético muy similar al de una barra imantada, por lo que se le conoce como electroimán.



campo magnético en una bobina



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¿Qué aeroplano fue el primero que se elevó?

   Una de las máquinas más extrañas de la época del vapor fue este aeroplano construido por Clement Ader a fines del siglo pasado. A sus alas, con una amplitud de 14 metros, se les dio más bien la forma de las de un murciélago o de un pájaro, que la de las alas de un aeroplano moderno. Aún más notable fue su máquina con potencia de vapor, una de las pocas que alguna vez se colocaran a un aeroplano. Lo más notable es que este misterioso aeroplano fue el primero que se levantó del suelo, en un vuelo impulsado. El crédito de este hecho, usualmente se le da a los hermanos Wright de los Estados Unidos cuyo primer vuelo en un aeroplano con motor de petróleo se efectuó en 1903. Pero el aeroplano de Ader con motor de vapor, llama­do Eole hizo su pequeño salto en 1890.

aeroplano de  Clement Ader



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¿Quién inventó el tupperware?

   Eari Tupper era un químico de la firma DuPont que desde la década de 1930 había soñado con dar forma a los plásticos para fabricar con ellos cualquier objeto, desde recipientes de medio litro hasta botes con una capacidad de ochenta litros. Gracias al descubrimiento del polietileno en 1945 produjo su primer artículo de este material: un recipiente de sólo doscientos gramos de peso. Continuó con sus diseños de todos tamaños, que rápidamente tuvieron acep­tación en los hogares gracias a su bajo costo y su durabilidad. Tupper supo aprovechar la fama que obtuvieron sus artículos gracias a la publicidad nacional e ideó un plan para comercializar sus novedosos recipientes a través de reuniones de ventas celebradas en los propios hogares. En 1958 vendió su negocio a la compañía farmacéu­tica Rexall en nueve millones de dólares.

recipientes de tupperware

Tupperware
 
 
 
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¿En qué consiste una cámara fotográfica?

   La cámara fotográfica es un dispositivo para tomar fotografías. Consiste, en lo esencial, en una caja perfectamente aislada de la luz y pintada de negro por dentro, que tiene en un lado una lente u objetivo, y en el otro una película o placa sensible a la luz. Mediante un obturador puede dejarse entrar luz a la cámara durante cierto tiempo. La luz incide en la placa, y queda registrada una imagen invertida. Pueden variarse tanto el tiempo de exposición como el tamaño de abertura del obturador. Para enfocar la imagen, la lente puede acercarse o alejarse de la placa.

interior cámara fotográfica



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¿Cuándo principió la edad del vapor?


   Nuestra moderna era mecánica principió con las máquinas cuya potencia provenía del vapor. El vapor se producía calentando el agua, usan­do la madera y el carbón mineral como com­bustible. Enseguida se usaba el vapor para empujar y jalar un pistón, hacia arriba y hacia abajo dentro de un cilindro. Este potente pis­tón movía una palanca o biela, la que a su vez hacía que se moviera algo más, con el fin de que se realizara una faena determinada.
   En la ilustración de la derecha se muestra una máquina muy grande, hecha por James Watt en 1782 y fue la primera con energía proveniente del vapor, que se usó para hacer girar una gran rueda. Después, esta rueda hacía girar muchas otras más dentro de una fábrica de hilados y tejidos de algodón. Estas ruedas pequeñas hacían gi­rar rápidamente las máquinas de hilado y tejido.

¿Quién nos legó la cámara oscura?

   Si bien el primero de los aparatos fotográficos se llamó daguerrotipo, y daguerrotipia el procedimiento por el que la fotografía comenzó a funcionar y a divulgarse, sería in­justo decir que el inventor del método por el que se fijaban las imágenes en la cámara oscura fue sólo Jacques Daguerre. Lo que hizo este inventor francés fue perfeccionar el invento de otro paisano suyo, Joseph Nicéphore Niepce, quien en el año 1824 había preparado un método median­te el cual se lograron las primeras fotografías.

¿Quién hizo posible la moder­na industria del caucho?


   A principios del siglo XIX, el caucho apenas había pasado de ser una sim­ple curiosidad tropical para los euro­peos y norteamericanos. Se cono­cían algunas de sus cualidades naturales: servía para hacer bolas ca­paces de botar a gran altura y servía también para borrar los trazos del lápiz (por eso los ingleses lo llamaron rubber, que quiere decir borrador). Pero aún estaban lejos de imaginar para el caucho las aplicaciones in­dustriales que conocemos hoy. Para que eso sucediera tuvo que descubrirse primero el proceso quí­mico llamado vulcanización. Si el escocés Charles Mac Kintosh hubiera conocido la vulcanización, no hubiera tenido tantos problemas cuando se propuso en 1823 utilizar el caucho para algo práctico. Mac Kintosh revistió dos piezas de tela con caucho disuelto en benceno, prensó las dos partes engomadas y utilizó el material para la fabricación de impermeables. Pero no consiguió evitar que, a poco calor que hiciera, los impermeables se convirtieran en unas prendas pegajosas en las que la goma se derretía por entre las pie­zas del tejido. Como en otras apli­caciones a las que se destinó el cau­cho, éste se tornaba tan tieso en invierno como blando en verano.

¿Quién inventó en realidad el teléfono?


   Dice un antiguo proverbio árabe que el espíritu del viajero llega a los lugares dos o tres días después que el cuerpo. Naturalmente, el prover­bio nació en una época en la que las comunicaciones entre los hombres se realizaban de una forma bastante diferente a la de nuestros días. El espacio y el tiempo tienen, sin duda, en la época de los viajes espa­ciales, un significado distinto e incluso se ha llegado a inventar un artilugio que, en cierto sentido, ha puesto en cuestión el citado proverbio. Este artilugio es ese aparatito que hoy existe en todos los lugares del mundo y a través del cual puede mantenerse una conversación con un interlocutor que esté situado a kilómetros y kilómetros de distan­cia: el teléfono.

¿Quién hizo posible el ingenio de la televisión?


   Realmente puede decirse de la tele­visión que es un invento colectivo, ya que fue naciendo como conse­cuencia de toda una serie de descu­brimientos científicos y técnicos, cada uno de los cuales permitió la consecución del otro. Pero si hubiera que destacar a alguien en ese proce­so de nacimiento de la pequeña pan­talla, por su especial contribución a él, habría que hacerlo con John Logie Baird, un escocés nacido en 1888 y que estudió electrotecnia en la Universidad de Glasgow. Baird conocía el invento llamado dis­co de Nipkow, ideado por el estu­diante berlinés Paul Nipkow en 1884, consistente en un disco gira­torio provisto de una serie de peque­ños orificios dispuestos en espiral. El disco se colocaba frente a un ob­jeto fuertemente iluminado, cuya imagen quedaba completamente explorada y descompuesta en puntos luminosos al girar el disco; al incidir estos puntos sobre una célula de selenio (que tiene propiedades fotoeléc­tricas, o sea que al recibir un rayo de luz emite electrones) se transforma­ban en impulsos eléctricos de inten­sidad correspondiente al grado de luminosidad de los anteriores. El equipo receptor realizaba la opera­ción al revés: los impulsos eléctricos llegaban hasta una fuente de luz (una lámpara de neón) y se convertían nuevamente en vibraciones lumínicas que pasaban por los agujeros de otro disco, similar al primero y perfecta­mente sincronizado con él, que re­producía de nuevo la imagen sobre una pantalla colocada detrás. Baird perfeccionó el disco de Nip­kow y logró amplificar las débiles señales procedentes de la fotocélula. En 1929 dio en Londres la primera sesión pública de televisión.

El origen del cinematógrafo

   El antepasado del cinematógrafo fue el fenaquisticopio ideado en 1832 por el fí­sico belga Joseph Plateau. Consistía en un cilindro giratorio, provisto de rendi­jas, y en el interior del cual se colocaba una banda de papel sobre la cual se había dibujado un personaje o un animal en las fases sucesivas de un movimiento; por ejemplo, un pájaro que batía las alas. Cuando se imprimía al cilindro un movi­miento rápido de rotación, la serie de imá­genes, percibidas a través de las rendijas, desfilaban ante el ojo y daban la sensa­ción de movimiento continuo, gracias al fenómeno de la persistencia de las sen­saciones ópticas durante un breve mo­mento: el ojo establecía un enlace entre ellas, al no tener tiempo de borrar y olvi­dar la imagen precedente antes de que apareciera la inmediata.

¿Quién ideó un ingenioso sis­tema para que los ciegos pu­dieran leer?

LA INVENCIÓN DEL SISTEMA BRAILLE


   Posiblemente muchos estarán de acuerdo en que uno de los mayores atractivos de la lectura es el de po­derla practicar individualmente, en esos momentos de soledad, bien escogidos, o bien impuestos por las circunstancias, por los que siempre atraviesa el hombre. Pues bien, hasta hace poco más de un siglo a los ciegos les estaba vedado este recurso de la lectura y se veían obli­gados a depender de un lector amable si querían penetrar en los secretos del mundo de la cultura escrita. Fue un maestro francés, Louis Braille, el que tendería el puente a través del cual los ciegos podrían acceder solos a ese mundo. Nacido en Coupvray en 1809 y ciego él mismo desde los tres años, dedicó toda su vida a estudiar música y a la enseñanza de los ciegos. Su sis­tema, que después sería aceptado en todo el mundo, es tan elemental como ingenioso. Sabido es el extra­ordinario desarrollo del sentido del tacto que produce la falta de visión. Pues bien, L. Braille, sencillamente, ideó un alfabeto en el que las letras se sustituían por un código de pun­tos prominentes, que serían fácil­mente identificables por los dedos. Este alfabeto consta de 63 carac­teres mediante los que se expresan las letras, los signos de puntuación y los números, así como los sím­bolos químicos y los signos ma­temáticos. Cada uno de estos ca­racteres se basa en la distinta com­binación de seis puntos en relieve. Actualmente están traducidas al sistema Braille las más importantes obras de la literatura y el pensa­miento universales.

¿Quién inventó el vidrio?

   El hombre conoce el vidrio desde los tiempos más remotos, ya que existe un vidrio natural, de origen volcánico, que es la obsidiana y que los hombres primitivos utilizaron para fabricarse puntas de flechas y lanzas, así como espejos y objetos decorativos. Pero la obsidiana no es precisamente un material que abunde mucho, y lo cierto es que la humani­dad se vio en la necesidad de inven­tar un vidrio artificial. La tradición afirma que ese menes­ter les correspondió a los fenicios. En realidad, las muestras más anti­guas de vidrio existentes pertene­cen al arte egipcio y al mesopotámico (es notable una copa de color azul opaco que lleva el nombre del faraón Tutmosis III), pero, al pa­recer, éstos lo habían aprendido de los fenicios, pueblo que, sin embargo, no ha dejado pruebas fehacien­tes de su invención. El invento del vidrio tendríamos que imaginarlo. Ya que los fenicios siem­pre fueron buenos marinos, habría que pensar en un grupo de ellos des­cansando en torno a un fuego en­cendido en alguna playa del Medite­rráneo. Imaginemos también que en torno a ese fuego han colocado al­gunas piedras gruesas sobre las que preparar su comida. Cuando retiran ésta, descubren entre las cenizas una masa fundida, brillante y traslú­cida que se parece a la obsidiana. Se había inventado el vidrio. Más tarde, en los comienzos de la Era Cristiana, se inventa el soplador de vidrio, probablemente en Siria. Introduciendo en la masa fundida uno de sus extremos y soplando por el otro, se obtienen recipientes de mayor tamaño y más utilidad prác­tica.

¿Quién fue el inventor de la brújula?


   La aparición de la brújula supuso un progreso gigantesco para la na­vegación, con las lógicas consecuencias del incremento del comer­cio, de los descubrimientos geográ­ficos y del perfeccionamiento de las armadas. El uso de este ins­trumento comenzó a generalizarse en Europa en el siglo XII; algunas teorías afirman que fueron los no­ruegos quienes primero utilizaron la brújula en Europa, pero no hay pruebas de ello. Por el contrario, parece demostrado que los prime­ros europeos que introdujeron un tipo de brújula en la navegación fueron marinos italianos de Amalfi, quienes primero usaron un tipo de brújula flotante (una aguja imanta­da provista de un flotador y sumer­gida en un recipiente con agua) y pronto lo sustituyeron por la brújula de pivote, que oodía girar libremen­te sobre un soporte vertical. Sin embargo, no se cree que fueron es­tos marinos mediterráneos del siglo XII quienes inventaron la brújula. Más de mil años antes, los chinos ya habían ideado los primeros mo­delos de este instrumento. Efectivamente, el origen de otro invento fundamental para el progreso hay que ir a buscarlo una vez más a la antigua China. Aunque no se ha conservado hasta nuestros días nin­gún ejemplar de tal ingenio, en un libro del siglo I de nuestra era y en un bajorrelieve algo posterior se describe un instrumento consisten­te en una cucharilla tallada en mag­netita y situada sobre un cuadriláte­ro de bronce pulimentado en el que había diversas inscripciones relati­vas a los puntos cardinales, a las constelaciones y a las fases de la lu­na; tal cuchara podía girar libremen­te de modo que su parte cóncava señalara hacia el sur. Este aparato parece ser que era utilizado para efectuar prácticas adivinatorias. Ello no quiere decir que los chinos no acabaran empleando su invento al servicio de la navegación: existen referencias documentales de un viaje a Corea, en el siglo XI, con ayuda de la aguja magnética. La historia no ha recogido la pater­nidad de tan decisivo invento, ins­trumento hoy todavía imprescin­dible, desde luego perfeccionado, en la navegación tanto marítima co­mo aérea, pero no cabe duda de que la brújula debe ocupar un lugar de privilegio en la lista de las aporta­ciones anónimas al progreso.

¿Quién inventó el astrolabio?


   Sorprende conocer cómo muchos pueblos de la antigüedad se aventu­raban en frágiles embarcaciones por la inmensidad del mar, llevando a cabo largos viajes que les alejaban considerablemente de sus tierras. Por necesidad o por espíritu de aven­tura, hubo pueblos que adquirieron fama de excelentes navegantes, que se especializaron en construir naves, en saberlas gobernar venciendo los peligros del mar y en poderlas dirigir hacia rumbos determinados. Este último aspecto es quizá el más sor­prendente, pues denota una capaci­dad de orientación admirable en épocas en que los conocimientos geográficos eran aún muy escasos y confusos.
   Sin embargo, egipcios, fenicios y griegos disponían ya de un instru­mento técnico valiosísimo para la navegación de todos los tiempos. Este instrumento era el astrolabio, que siglos más tarde se convertiría primero en cuadrante y después en sextante, aparato éste que manejan hoy todos los navegantes para conocer la posición de su buque. El an­tiguo astrolabio consistía en un ins­trumento plano o esférico, general­mente de bronce, en el que estaba representada la esfera del firmamen­to con sus principales estrellas y pro­visto de diversos accesorios (limbos graduados, escala para medir ángu­los, alidada con pínulas) que permi­tían observar el movimiento de los astros, fijar su posición, medir alturas astronómicas y determinar las coor­denadas geográficas de un lugar. Entre los egipcios era corriente el uso del astrolabio ya en el siglo III a.C., aunque su origen debe atri­buirse a los babilonios, que fueron los primeros astrónomos acredita­dos. Griegos y, sobre todo, árabes consiguieron adaptar perfectamen­te el astrolabio (ideado en principio al servicio de la astronomía) a la na­vegación y el instrumento se convir­tió en imprescindible para conocer la posición de un buque en medio del mar. Muchas veces se ha atribuido a Tolomeo la invención del astrola­bio, y a los marinos portugueses del siglo XV su utilización primera en la navegación, pero lo cierto es que algún sabio astrónomo babilonio debió idear tan original instrumento muchos siglos antes de Cristo, y el invento, en su versión más rudi­mentaria, no tardaría en servir de inestimable ayuda a muchos auda­ces navegantes.