La aparición de la brújula supuso un progreso gigantesco para la navegación, con las lógicas consecuencias del incremento del comercio, de los descubrimientos geográficos y del perfeccionamiento de las armadas. El uso de este instrumento comenzó a generalizarse en Europa en el siglo XII; algunas teorías afirman que fueron los noruegos quienes primero utilizaron la brújula en Europa, pero no hay pruebas de ello. Por el contrario, parece demostrado que los primeros europeos que introdujeron un tipo de brújula en la navegación fueron
marinos italianos de Amalfi, quienes primero usaron un tipo de
brújula flotante (una aguja imantada provista de un flotador y sumergida en un recipiente con agua) y pronto lo sustituyeron por la brújula de pivote, que oodía girar libremente sobre un soporte vertical. Sin embargo, no se cree que fueron estos marinos mediterráneos del siglo XII quienes inventaron la brújula. Más de mil años antes, los chinos ya habían ideado los primeros modelos de este instrumento. Efectivamente, el origen de otro invento fundamental para el progreso hay que ir a buscarlo una vez más a la antigua China. Aunque no se ha conservado hasta nuestros días ningún ejemplar de tal ingenio, en un libro del siglo I de nuestra era y en un bajorrelieve algo posterior se describe un instrumento consistente en una cucharilla tallada en magnetita y situada sobre un cuadrilátero de bronce pulimentado en el que había diversas inscripciones relativas a los puntos cardinales, a las constelaciones y a las fases de la luna; tal cuchara podía girar libremente de modo que su parte cóncava señalara hacia el sur. Este aparato parece ser que era utilizado para efectuar prácticas adivinatorias. Ello no quiere decir que los chinos no acabaran empleando su invento al servicio de la navegación: existen referencias documentales de un viaje a Corea, en el siglo XI, con ayuda de la aguja magnética. La historia no ha recogido la paternidad de tan decisivo invento, instrumento hoy todavía imprescindible, desde luego perfeccionado, en la navegación tanto marítima como aérea, pero no cabe duda de que la brújula debe ocupar un lugar de privilegio en la lista de las aportaciones anónimas al progreso.