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El melón



   Esta planta, que también se deno­mina melonera, pertenece a la familia de las cucurbitáceas; lo mismo que el cohombro, es un Cucumis de tallos rastreros anuales, hojas lobadas y flores acampanadas y bonitas. Es originario de Asia tropical y se cultiva desde época antiquísima, habiéndose formado nume­rosas variedades.
   El melón en todas sus formas tiene un olor sui generis. La corteza del fruto en algunas variedades (como en el cantaloupe) es áspera y reticulada, en otras es lisa y uniforme. La carne puede ser de color salmón o verde. Hay melones que maduran temprano en el verano, pero otros no maduran sino hasta el final de la estación. Estos se pueden empacar y conservar más fácilmente que los tempranos. El melón "Casaba" es grande y presenta anillos de color verde amarillento; su sabor es muy delicado y la carne es de color verde pálido. Otros tienen la piel aún más lisa y la carne de tono verde intenso.
   Las meloneras de cualquier clase deben plan­tarse en terrenos ligeros, sueltos, de buen desagüe y bien fertilizados. Lo mismo pueden sembrarse en hileras que en montículos. Los melones se recogen cuando los sarmientos pue­dan separarse de los tallos sin quebrarse. Cuando hay que enviarlos a largas distancias, se re­cogen en estado menos avanzado.

El invernadero

   A las casas de vidrio que se construyen para proteger las plantas de los rigores de la intemperie se les llama invernaderos o invernáculos. En esta for­ma, es posible que penetre la luz solar y se evita que se escape el calor. La persona que se halla a su cuidado es la encargada de mantener la buena calidad de la tierra y el agua para que las plantas tengan todo lo necesario para desarrollarse.
   Una buena razón para construir inverna­deros es que se puede sembrar en un clima primaveral interno, aunque sea tiempo de invierno. Cuando el ambiente en el campo es suficientemente cálido y ya pasó el peligro de las heladas, se puede trasplantar de la casa de vidrio a los jardines. Los toma­tes y las coles son dos de las hortalizas que a menudo se siembran en inverna­deros, antes de la primavera.
   En esta forma es posible cultivar, durante todo el año, flores y vegetales de todas clases. Durante las épocas en que las plantas no crecen en campo abierto, el dueño de un invernadero puede obtener frutas y legumbres, cosechadas en su pro­pia casa de cristales.
   Los invernaderos sirven también para hacer muchos experimentos. De tales in­vestigaciones han partido, en su mayoría, los descubrimientos que los científicos han realizado para obtener datos acerca de lo que necesitan las plantas para crecer, y evitar o curar las plagas. En algunos inver­naderos hay plantas procedentes de todo el mundo.

La mandrágora

   La mandrágora es una planta silvestre que pertene­ce a la familia de las solanáceas. Según le­yendas de la Edad Media era planta diabólica, y se creía que traía suerte a los bandidos e iluminaba a los hechiceros. Sus raíces, en forma de zanahorias y ahorquilladas, son seme­jantes a los miembros del cuerpo humano. A ello se debe que se le hayan atribuido poderes mágicos. Se suponía, por ejemplo, que sólo los perros podían desenterrar la mandragora. La raíz se cocinaba con vino, y la bebida así pre­parada se utilizó como el primer anestésico verdadero. Estudios recientes han probado que la raíz de mandragora posee ciertas sustan­cias químicas que pueden hacer a un paciente insensible al dolor.
   La mandragora prospera en suelo rico y húmedo, en el SE. de Europa y en el Oriente. Tiene hojas grandes y umbeladas, radicales, pues la planta aparenta carecer de tallo; pero éste realmente existe y es subterráneo. Las flores son pequeñas, blanquecinas y de olor desagradable. El fruto es amarillento y carnoso, del tamaño aproximado de una ciruela, y madura a principios del verano.

La menta (planta)

   Según un mito griego, la diosa Proserpina, furiosa de celos, trasformó a su rival Mentha en la hierba que se conoce con el nombre de menta. El poleo, el mastranzo, la hierba­buena y la menta pi­perita son diversas clases de menta. Pero el término menta es aplicado más corrien­temente a la piperita y a la hierbabuena; ambas tienen rizomas ramificados.
   Los tallos aéreos son erguidos, cuadra­dos y producen abundantes hojas de color ver­de oscuro y pequeñas flores bilabiadas pur­púreas, blancas o rosadas.
   La menta piperita produce una esencia utili­zada en medicina y como aromatizante de ali­mentos y bebidas. La hierbabuena se consume en forma semejante.
   En las regiones templado-frías se cultivan muchas hectáreas de menta, principalmente en suelos húmedos y ricos en materia orgánica. Cuando florecen las mentas a mediados del verano, se cortan las sumidades, se curan y se destilan para extraerles la esencia.

Mirto (planta)

   Mirto es el nombre con que se conocen en todo el mundo numerosas plantas, por lo común aromáticas, pertenecientes a muy diversos géneros y especies, pero que principalmente se aplica a muchos de los miembros de la familia botánica de las mirtáceas, a la cual caracteriza el mirto común, Myrtus communis, originario de la zona mediterránea de Europa y en la antigüedad consagrado a Venus y considerado como emblema del amor.
   Es un arbusto de uno a cuatro metros. de alto con hojas fragantes, pequeñas, lanceoladas, resistentes y brillantes. Las flores, también pequeñas y aromáti­cas, son blancas o ro­sadas, según la varie­dad. Los frutos son esféricos y de color negroazulado. Esta planta se propaga por estacas y progresa con facilidad si tiene abun­dante agua en el ve­rano. Las hojas y las flores se utilizan industrialmente en perfumería y el fruto se emplea como condimento.
   Las ramas y hojas del mirto común se usaron antiguamente por los griegos, romanos, hebreos, bohemios y germanos para honrar a las altas personalidades y rendir tributo a los héroes victoriosos.
Reciben también el nombre de mirto algunas plantas de los géneros Myrica, Rhodomyrtus, Lagerstroemia y otros.
   A la importante familia de las mirtáceas, que incluye alrededor de 3.000 especies, per­tenecen el eucalipto (Eucalyptus), el clavo (Eugenia) y el guayabo (Pisidium).

¿Por qué a veces hay manchas verdes en los racimos de uva?

   Para evitar enfermedades que harían la uva incomestible, el viñador pulveriza los racimos con un insecticida de color verde llamado sulfato de cobre. Este producto es útil para la uva, pero es malo para el hombre.
   Hay que cuidar las viñas, que a me­nudo están enfermas de mildiu, de po­dredumbre negra, de mosaico. Normal­mente basta con pulverizarlas con pro­ductos a base de sulfato de cobre azul intenso, caldo bórdeles o caldo borgoñón, cuando está asociado con cal, di­suelto en agua. Las hojas, y a veces los granos, quedan manchados de azul-verde por la mezcla proyectada en fi­nas gotas. Es prudente lavar la uva para eliminar estos productos tóxicos.

¿Para qué sirven los cloroplastos?

   Los cloroplastos, que sólo existen en las células vegetales, son normalmente voluminosos y perfectamente visibles en la célula con la ayuda de un microscopio ordinario. Su estructura general recuerda la de las mitocondrias: dos membranas, una externa y otra interna, que forman numerosos repliegues. Se caracterizan por tener un pigmento de color verde, la clorofi­la, que se acumula en unos apilamientos de membranas: los grana (en singular, granum). La clorofila origina, en el cloroplasto, un conjunto de reacciones llamadas fotosíntesis, que permiten a la célula vegetal efectuar la síntesis de glúcidos. Utilizando la energía luminosa, los cloroplastos llevan a cabo esta síntesis a partir del agua y del gas carbónico (CO2) de la atmósfera, que representa la fuente de carbono. A lo largo de las reacciones, se libera oxígeno. El balance de la fotosíntesis se puede resumir así:

Energía luminosa + Agua + Gas Carbónico—» Glucosa + Oxígeno.

   Este balance, es exactamente la inversa del resultante de las funciones mitocondriales. Yuxtaponiendo ambos se comprueba esquemáticamente que la energía química recogida al nivel de las mitocondrias proviene de la energía luminosa, en particular de la solar. El cloroplasto, pues, desempeña el papel fundamen­tal de captar la energía solar y transformarla en energía química utilizable por la "materia viva".
La glucosa sintetizada en la fotosíntesis origina una macromolécula glucídica, el almidón, que se almacena en los cloroplastos de las células en que ha sido fabricado o en otras células como por ejemplo, en el caso de la papa, en la que la fotosíntesis se efectúa en las hojas y el almidón se almacena en tubérculos sub­terráneos.

La historia de los vegetales vasculares

   Los primeros vegetales vivían en el medio acuático y poseían una estructura adaptada a ese medio. Para conquistar el medio te­rrestre se imponía una adaptación: de ahí surgieron los vegetales vasculares.
   Durante el periodo Devónico, hace 350 millones de años, las co­las de caballo, los licopodios y los helechos señoreaban la tierra. Preferían los medios húmedos, pero desarrollaban formas mejor adaptadas al terreno seco para conquistar el habitat terrestre: los Psilophytales, de los que todavía subsiste un género, el Psilotum. Su estructura anatómica permite la subida del agua, mientras que las semillas granuladas aseguran la supervivencia y la diseminación de la especie.
   En el Secundario, las coniferas son las dominantes. A partir del Cretáceo, las angiospermas o plantas con flores se vuelven pre­dominantes y, en 50 millones de años, invaden toda la superficie de la Tierra, sustituyendo a los grupos más antiguos. Los insec­tos desempeñaron un papel considerable en su expansión: desde esta época los coleópteros aseguraron la polinización. La con­quista de la Tierra por las plantas con flores fue acompañada del desarrollo de pájaros y mamíferos herbívoros que obtenían de ellas su alimento o subsistencia.
   Durante el Terciario aparecieron los grandes grupos de vegetales actuales. Sin embargo, durante el Cuaternario se llevaron a cabo modificaciones importantes, debido a la sucesión de periodos glaciales e interglaciales. Las angiospermas se especializaron especies nuevas vieron el día tras la migración de grupos y la extinción de poblaciones originales.

¿Cuál es la estructura de una célula vegetal?

   La célula vegetal tiene, en general, estructura análoga a la célula animal. Sin embargo, difiere de ésta en:

  • La presencia, en el exterior de la membrana citoplasmática, de una espesa pared pectocelulósica que, como su nombre indica, contiene básicamente fibras de celulosa. A causa de su rigidez, confiere a la célula vegetal forma más geométrica.
  • La presencia de cloroplastos. organelos limitados por una doble membrana. La parte interna de ésta forma unos replie­gues laminares en los que se encuentra un pigmento, la clorofila, a la que se debe el color verde de los cloroplastos y, a través de ellos, de las plantas.
  • La presencia de vacuolas importantes que corresponden ya sea a una dilatación localizada de las cavidades del retículo endoplasmático o bien a lisosomas. Estas vacuolas contribuyen, por la presión del agua que contienen, a proporcionarle rigidez a la célula vegetal.
  • La ausencia de centrosomas. 

¿Se debe siempre tratar a las plantas enfermas?

   La naturaleza está dotada de una notable facultad de adaptación, lo que contraría a menudo las intenciones del hombre. Así, cada vez que se ha querido destruir algún ser vivo mediante pestici­das se ha dado lugar, rápida e involuntariamente, a descenden­cias de individuos resistentes a estos productos. La estreptomicina, por ejemplo, ha hecho milagros en la lucha contra la tuberculosis, pero se han encontrado muy pronto des­cendientes que resisten este antibiótico. De la misma forma el DDT ha tenido efectos espectaculares en la lucha contra los in­sectos, pero luego ha sido necesario buscar sustitutos como el HCH y después el lindano, que son productos cada vez más tóxicos, no solamente para los insectos sino también para los anima­les de sangre caliente cuando se llegan a acumular en su orga­nismo. Se han aumentado las dosis sin éxito, pues los pulgones no se contentan con atacar a las plantas de cultivo tradicional, si­no también, por ejemplo, atacan a los cereales haciendo grandes estragos.
   Parece ser que la solución reside en una utilización moderada de los productos, de forma que limiten la proliferación de los parási­tos, insectos, acáridos y hongos; pero cuidando que las dosis empleadas no sean tóxicas tanto para las plantas como para los animales.

¿Son seguras las plantas para curar?

   Hasta el siglo XIX las causas de las enfermedades eran descono­cidas; había que recurrir al curandero local, o a recetas curativas transmitidas por tradición. Los curanderos asociaban las pro­piedades reales de las plantas con prácticas supersticiosas lo que trajo como consecuencia que se les menospreciara e influyó otro tanto a la aparición de terapéuticas modernas más confiables.


Cualidades terapéuticas de las plantas
Los principios activos de las plantas utilizadas en la medicina po­pular han sido estudiados. Ahora se conocen la mayoría de sus fórmulas químicas y su acción "medicinal" está explicada. Los taninos, muy extendidos en el reino vegetal (corteza del roble, hoja de nogal, sauce y potentilla) tienen una acción "retractora" e impermeabilizante sobre las células, de ahí su uso externo sobre heridas y quemaduras e interno como astrin­gente.   Los aceites aromáticos o esencias: anís, hinojo, pimpinela, enebro, angélica... tienen efectos variados, excitantes (ajenjo) o calmantes (anís). Muchos favorecen las secreciones del tubo di­gestivo.
   Los principios amargos no forman un grupo químico, pero tienen en común una acción sobre el tubo digestivo y el apetito: raíz de genciana, centauro y caléndula. Otros tipos de productos activos: las resinas (irritantes para la piel), los alcaloides (acónito, belladona, cólquico) y glucósidos (heleborus, digital) resultan venenos muy violentos si son mal dosificados, por lo que son de uso delicado.

¿Cómo se producen las agallas en las plantas?


   Las agallas de las plantas pueden producirse por bacterias, por hongos y por virus, pero las agallas mejor constituidas y más uniformes son las induci­das por insectos. Las agallas de insectos son re­dondas, ovoideas, fusiformes o aseméjanse a menu­dos discos o a musgo glutinoso. Sus cubiertas pue­den ser lisas o pegajosas, vellosas o ásperas. A pesar de su sorprendente variedad, los insectos de agallas seleccionan muy específicamente sus huéspedes ve­getales. En Norteamérica apenas doce familias de plantas (entre ellas las de las rosas, varas de San José, sauces y robles) albergan las tres cuartas partes de las dos mil especies de insectos de agallas. Las avispas de agallas causan más de 800 tipos de aga­llas. Las avispas pueden inducir 275 diferentes tipos de agallas en las hojas de los robles, 175 en sus troncos, 45 en las yemas, 41 en las raíces y 55 en las bellotas y flores.
   Las agallas sirven a las larvas de alimento y de abrigo, de modo que los insectos se benefician de su aptitud de provocar agallas. En cambio, la planta no gana nada e incluso puede dañarse si pierde gran cantidad de sus propios materiales alimenticios.

La mora

morera con fruto
   En Birmania (ahora Myanmar) la mora es considerada como la comida favorita de las hadas buenas y es costumbre prepararles una confitura es­pesa de moras el día 15 del primer mes del año. En pago de ello, según la leyenda, las hadas buenas harán posible que los morales produzcan 100 veces más. Pertenecen al género Moras, cuyas especies son el moral y la more­ra.

   El moral es un árbol originario de China y de la India y está emparentado con el olmo, la higuera y las ortigas. Hay cerca de 10 es­pecies. El moral rojo se encuentra cultivado y silvestre en la América templado cálida. Puede alcanzar hasta 24 metros. de altura. Sus bayas constituyen una comida favorita para los pájaros. La madera, muy fuerte y de grano fino, se utiliza para postes de vallas.

¿Cuál es la función de la flor?

   En los vegetales superiores, la flor es la parte sexual de la plan­ta, y los órganos más importantes de la flor son los estambres, cuyas anteras o sacos poliníferos contienen el polen, que es el conjunto de gametos masculinos.
   El pistilo contiene los óvulos en un carpelo cerrado, carac­terístico de las plantas superiores: éste es el órgano feme­nino.

   Estos órganos están protegidos por dos estructuras que los cir­cundan: la corola formada de pétalos, a menudo de colores y más al exterior el cáliz, que está compuesto de sépalos general­mente verdes.

   Hay numerosas variaciones que permiten diferenciar a los gru­pos, las familias o los géneros; pueden faltar algunos elementos: ya sean pétalos o sépalos o solamente una escama, como entre el sauce, el roble y el avellano.

La Tapioca


   Los granos blancos y duros de tapioca, que se hinchan y se hacen suaves y translúcidos cuan­do se hierven para hacer sopa, proceden de la raíz de la mandioca, manioca, manihot o yuca, planta originaria de Sudamérica tropical, donde se cul­tiva intensamente, sobre todo, en Brasil. Pero la mayor parte de los que se usan en Europa proceden de Java y Malasia.

   La mandioca o yuca es un arbusto de uno a tres metros de altura. Sus robustas raíces tuberosas, que pueden tener hasta un metro de largo y llegar a pesar quince kilos, están llenas de un jugo lechoso. Estas raíces son venenosas recién recolectadas, pero inofensivas, sometidas a la acción de una moderada temperatura. Dos especies se usan para alimento, la yuca dulce o boniato de las Antillas y la amarga, llamada también brava o mortífera, pero esta última es la más importante comercialmente. La raíz con­tiene debajo de la corteza un veneno (ácido prúsico) que debe eliminarse por el lavado o por la acción del calor.

¿Por qué injertar, desquejar o acodar?

   El injerto, el desqueje y la acodadura son tres técnicas destina­das a la multiplicación de los vegetales. La acodadura consiste en provocar la aparición de raíces sobre los tallos. Para esto se encorva una rama de manera que baje hasta hacer contacto con la tierra húmeda. Si no es posible, se rodea el tallo con una masa de tierra contenida en una bolsa o en una vasija agujerada; antes hay que hacer algunas incisiones en el tallo y, cuando estas heridas cicatrizan, se forma lo que se llama un callo, sobre el cual aparecen las raíces; cuando éstas se pre­sentan y se desarrollan, se puede separar el acodo de la planta madre, pues tiene un tallo y raíces que le permiten vivir autóno­mamente.

¿Por qué medio llega el polen al estigma?

   La fecundación de una flor necesita de la transportación del gra­no de polen hasta el estigma de la misma. Hay numerosas va­riantes en el método de translado: la más primitiva es el trans­porte por el viento. Si la flor es hermafrodita. es decir si posee a la vez órganos masculinos y femeninos, el estigma no tarda en atrapar el grano de polen.

   Si la flor es unisexuada (ya sea masculina o femenina), se nece­sita una gran cantidad de polen para que algunos granos en­cuentren al estigma. Así las coniferas o los álamos producen en la primavera, cuando las flores masculinas se abren, lo que se llama "lluvia de azufre".

¿Cómo se lleva a cabo la fecundación de las plantas superiores?

   En el interior de las anteras se encuentran unas células particu­lares que van a sufrir la reducción cromática o meiosis, dando lu­gar a los granos de polen, que sólo llevan la mitad de la información genética.

   Se sabe que la información genética de una célula es llevada por los cromosomas, que se encuentran por duplicado en una célula normal; se dice entonces que hay 2 n cromosomas. Algunas células sufren un proceso denominado meiosis, que conduce a la apari­ción de células sexuales que no poseen más que un solo juego de cromosomas; se dice que tienen n cromosomas. Esta "reducción cromática'' se comprende fácilmente: luego de la unión entre las células masculinas y femeninas, los cromosomas de unas y otras se reúnen formando una nueva célula de 2 n cromosomas, con las características de cada uno de sus padres. Cuando la flor se abre, la antera se seca, su pared se des­membra y libera el polen; el pistilo está compuesto del ovario, formado por uno o varios carpelos, que a su vez componen una o varias celdillas. Hacia arriba sigue el estilo, que todavía más arri­ba está rematado por el estigma.

La mostaza

foto semillas de mostaza
   La planta que nace de la germi­nación de una de las minúsculas semillas de mostaza crece rápidamente y a veces alcanza gran altura. Por esta razón, la semilla de mos­taza con frecuencia se menciona como símbolo de cosas muy pequeñas que se vuelven muy grandes.

   La mostaza pertenece a la familia de las cruciferas. Sus pequeñas flores amarillas tie­nen cuatro pétalos dispuestos en cruz. Las hojas son grandes e irregularmente lobadas. Sus frutos son oblongos y picudos. Una sola mata produce millares de semillas.

¿Son peligrosos los parásitos para las plantas?

   Al igual que el hombre, las plantas pueden resistir numerosas enfermedades sin morir. Los parásitos, por ejemplo, las debilitan un poco. Otras enfermedades son cultivadas con fines ornamen­tales, por ejemplo, virus que provocan manchas entre los nudos y deformaciones que tuercen las ramas de los sauces y avella­nos, o que provocan las formas crispadas en las cactáceas. Existen otros dos casos inversos, en los que el parásito tiene un efecto benéfico sobre las plantas; éste es el caso de las orquídeas donde el hongo Rhizoctonia es necesario no sólo para ac­tivar la germinación sino también para el desarrollo normal de la planta. Se le considera como parásito, sin embargo, pues a ve­ces invade de tal manera a la planta que puede provocar la muer­te. Otro caso aún más interesante y sobre todo más útil para el hombre, es el del Rhizobium, que parásita las raíces de las legu­minosas, provocando pequeñas nudosidades de algunos milímetros de diámetro. Estas bacterias tienen la capacidad de po­der fijar el nitrógeno del aire, por lo que no es necesario sumi­nistrar abonos nitrogenados a las leguminosas parasitarias por ellos.