¿Quién inventó el astrolabio?


   Sorprende conocer cómo muchos pueblos de la antigüedad se aventu­raban en frágiles embarcaciones por la inmensidad del mar, llevando a cabo largos viajes que les alejaban considerablemente de sus tierras. Por necesidad o por espíritu de aven­tura, hubo pueblos que adquirieron fama de excelentes navegantes, que se especializaron en construir naves, en saberlas gobernar venciendo los peligros del mar y en poderlas dirigir hacia rumbos determinados. Este último aspecto es quizá el más sor­prendente, pues denota una capaci­dad de orientación admirable en épocas en que los conocimientos geográficos eran aún muy escasos y confusos.
   Sin embargo, egipcios, fenicios y griegos disponían ya de un instru­mento técnico valiosísimo para la navegación de todos los tiempos. Este instrumento era el astrolabio, que siglos más tarde se convertiría primero en cuadrante y después en sextante, aparato éste que manejan hoy todos los navegantes para conocer la posición de su buque. El an­tiguo astrolabio consistía en un ins­trumento plano o esférico, general­mente de bronce, en el que estaba representada la esfera del firmamen­to con sus principales estrellas y pro­visto de diversos accesorios (limbos graduados, escala para medir ángu­los, alidada con pínulas) que permi­tían observar el movimiento de los astros, fijar su posición, medir alturas astronómicas y determinar las coor­denadas geográficas de un lugar. Entre los egipcios era corriente el uso del astrolabio ya en el siglo III a.C., aunque su origen debe atri­buirse a los babilonios, que fueron los primeros astrónomos acredita­dos. Griegos y, sobre todo, árabes consiguieron adaptar perfectamen­te el astrolabio (ideado en principio al servicio de la astronomía) a la na­vegación y el instrumento se convir­tió en imprescindible para conocer la posición de un buque en medio del mar. Muchas veces se ha atribuido a Tolomeo la invención del astrola­bio, y a los marinos portugueses del siglo XV su utilización primera en la navegación, pero lo cierto es que algún sabio astrónomo babilonio debió idear tan original instrumento muchos siglos antes de Cristo, y el invento, en su versión más rudi­mentaria, no tardaría en servir de inestimable ayuda a muchos auda­ces navegantes.