A las personas que hablan cualquiera de las diversas lenguas teutónicas (inglés, alemán, holandés, flamenco y las diversas escandinavas), se las agrupa con razón como teutones, aunque el nombre se aplica generalmente y de un modo más restringido a las gentes que integran el pueblo de Alemania.
Las primeras noticias que existen de ellos se deben al focense Pytheas, que en el siglo IV a. de C., encontró a este pueblo a orillas del Báltico. La expresión invasiones teutónicas se aplica frecuentemente a las incursiones de los pueblos germánicos ocurridas entre los siglos IV y IX, que produjeron graves quebrantos al Imperio Romano en Occidente y fueron la causa de la constitución de las naciones de la Europa occidental, distribuidas de un modo muy semejante a como se encuentran hoy.
Esta denominación era peculiar de una antigua tribu alemana que habitaba al norte del Elba, la cual apareció por primera vez en la historia de Europa junto a los cimbrios alrededor del año 300 a. de C. El 113 a. de C., invadieron la Galia y sembraron el terror entre los súbditos del Imperio Romano, pero fueron aniquilados al año siguiente por las legiones de Roma, acaudilladas por Mario.
¿Quién hizo construir las pirámides de Egipto?
En la meseta de Gizéh, no muy lejos de la actual ciudad de El Cairo, se levantan unas gigantescas moles de piedra, en forma de pirámides. Los científicos, hasta ahora, han señalado que estas pirámides fueron construidas en el siglo XXV antes de Jesucristo, por los faraones Keops, Kefrén y Micerino respectivamente. Estos faraones pertenecían a la IV dinastía y siempre se ha supuesto que mandaron construir las pirámides de Egipto sólo como sepulcro. Ahora las cosas ya no están tan claras. En primer lugar, es difícil imaginar cómo se logró llevar a cabo la hercúlea tarea en una época en la que, si bien existía en Egipto una avanzada cultura, los medios mecánicos y técnicos eran prácticamente nulos. Bien es verdad que los faraones de la IV dinastía se caracterizaron por haber llevado al máximo una política centralista y autoritaria, lo cual explicaría la disponibilidad de miles y miles de esclavos acarreando a hombros y levantando sin poleas los bloques de piedra maciza. Aun así, resulta algo inverosímil, por ejemplo, que pudiera construirse la Gran Pirámide (la de Keops) en el período de tiempo correspondiente a su reinado. Esta pirámide tuvo originalmente 146 m. de altura y hoy tiene 137; en su fachada norte se halla una puerta de acceso al corredor que desciende hacia el interior de la pirámide y que fue abandonado; de él arranca otro corredor en dirección ascendente que lleva a una gran galería, la cual precede a la cámara funeraria donde se encuentra el sarcófago del faraón. Las pirámides de Kefrén y Micerino (de 136 m. y 60 m. de altura respectivamente) siguen este mismo modelo, aunque están mejor conservadas.
El Támesis, un río inmundo
En 1851, Charles Dickens describió al Río Támesis, en Londres como "corriente negra y perezosa" cargada con los desechos de "fábricas de gas... destripaduras, mercados de pescado". Era tal el hedor del río que en 1856 —el "Año de la Gran Pestilencia"— en las ventanas del Parlamento se colgaron telas empapadas en desinfectantes. Un nuevo sistema de albañales, hecho en los años 1860, trajo alivio transitorio, pues se pudo mantener al paso del crecimiento de la ciudad. Apenas en 1957, un biólogo halló que el río casi no tenía oxígeno ni vida animal. En la superficie, objetos flotantes se deslizaban por entre islas de espuma de detergente.
El rescate del Támesis empezó en 1961 con un informe del gobierno que decía que 91 por ciento de la contaminación del río se debía a desechos domésticos e industriales. Los más culpables eran las dos grandes estaciones de desagüe en Crossness y Beckton.
Una modernización de las dos plantas que costo 50 millones de dólares quitó buena parte de la contaminación. Con leyes estrictas se controló la contaminación industrial. Detergentes biodegradables redujeron mucho la espuma del río y el haber hallado gas natural en el Mar del Norte permitió cerrar una fábrica de gas que había contaminado al río con amoniaco, cianuros y fenoles. Hoy, el Támesis aunque pardo de sedimentos, está tan limpio que unas 100 especies de peces han vuelto a comerse las algas verdes y las marinas y algunos gusanos. También hay más aves, muchas más, y todo ello ha vuelto al Támesis "apto para que persista la vida humana en sus riberas".
El rescate del Támesis empezó en 1961 con un informe del gobierno que decía que 91 por ciento de la contaminación del río se debía a desechos domésticos e industriales. Los más culpables eran las dos grandes estaciones de desagüe en Crossness y Beckton.
Una modernización de las dos plantas que costo 50 millones de dólares quitó buena parte de la contaminación. Con leyes estrictas se controló la contaminación industrial. Detergentes biodegradables redujeron mucho la espuma del río y el haber hallado gas natural en el Mar del Norte permitió cerrar una fábrica de gas que había contaminado al río con amoniaco, cianuros y fenoles. Hoy, el Támesis aunque pardo de sedimentos, está tan limpio que unas 100 especies de peces han vuelto a comerse las algas verdes y las marinas y algunos gusanos. También hay más aves, muchas más, y todo ello ha vuelto al Támesis "apto para que persista la vida humana en sus riberas".
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)