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La leyenda de Anteo, el gigante


   Los gigantes, como hi­jos de la Tierra, perdían su fuerza al dejar de tener contacto con el suelo. Uno de ellos, Anteo, hijo de la Tierra y de Neptuno, era un luchador formidable, buscador de pendencias con los héroes, para acabar descabezándolos y adornar con los cráneos el templo de su padre. Pero este hijo de las aguas y de la tierra encontró un vencedor en Hércules, hijo de Júpiter, dios del Cielo o Firma­mento, cuando éste, en un viaje al Hiperbóreo, iba en busca del tesoro de las Hespérides.
   La alusión que esto supone a la superioridad de los elementos diurnos y luminosos sobre los acuáticos y terrestres es evidente. Aparece bien clara en el sig­nificado del episodio. La leyenda de Anteo está bor­dada con detalles de su lucha con Hércules, pues éste, para destrozarlo, necesitó mantenerlo levantado en el aire, sin poder recibir la emisión de fuerza que le llegaba de su madre, la diosa Gea o Tierra, tan pronto como recobraba contacto con ella.

La leyenda de Rómulo y Remo

LOS LEGENDARIOS FUNDADORES DE ROMA
De acuerdo con una famosa leyenda, el príncipe troyano Eneas, sobreviviente de la ciudad de Ilión, había llegado, después de muchas aventuras, a las costas del Lacio.
Allí se había establecido, después de haberse casado con la hija del rey Latino. El hijo de Eneas fundó la ciudad de Albalonga, capital de los latinos, y se convirtió en su rey. Transcurrieron cuatro siglos; ocho generaciones de so­beranos se sucedieron en la ciudad, hasta que, hacia el si­glo VIII a. de J. C., se hallaba en el trono el rey Numitor.

Éste tenía un hermano, Amulio, quien lo despojó del trono. Numitor tenía una hija, Rea Silvia; para que ésta no pudiese tener hijos, que habrían podido destronarlo, Amulio la obligó a convertirse en sacerdotisa del templo de Vesta. Pero el dios Marte se desposó secretamente con Rea Silvia, que fue madre de dos gemelos. Cuando Amulio se enteró de este hecho, ordenó que Rea Silvia fuese sepul­tada viva, y los dos gemelos ahogados en el río Tíber. Pero un criado piadoso colocó los gemelos en un canasto, aban­donándolos a las olas. La frágil embarcación encalló pronto en la orilla y los gritos de los dos pequeños llamaron la atención de una loba que vivía en la selva vecina. La fiera, en vez de devorarlos, los amamantó y los cuidó.

En recuerdo de este hecho el escudo de Roma lleva, pre­cisamente, una loba que amamanta a dos niños; alguna otra leyenda dice, sin embargo, que se trataba de una mujer a quien se había apodado Loba.
Recogidos luego por un pastor, Faustolo, los dos geme­los crecieron robustos y valientes. Llegados a hombres, des­cubrieron el secreto de su origen; con un grupo de com­pañeros regresaron a Albalonga, asesinaron al usurpador y liberaron al viejo Numitor, su abuelo, reponiéndolo en el trono. Luego decidieron fundar una nueva ciudad, cerca del río del cual habían sido salvados.

La mitológica Medusa


   Las tres Gorgonas de la mitología griega eran criaturas aladas del sexo femeni­no con pelo de culebras y cuerpo en forma de dragón. Fueron hijas de Forco, dios del mar. De las tres, Medusa era la única mortal. Todos cuantos contemplaban su cabeza se volvían de piedra.
  Finalmente, Perseo exterminó a Medusa, y le dio su cabeza a Atenea, que la usaba como or­namento en su escudo. Del cuerpo agonizante de Medusa salieron el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor.
  Los mitos griegos sobre Medusa no concuerdan entre sí. Algunos sostienen que Medusa era la única Gorgona, una monstruosa criatura de la tierra. Posteriormente se representó a Medusa como una joven hermosa atormentada por su cabellera de convulsivas serpientes.

¿Cómo nació la mandioca según la leyenda?


La mandioca es una raíz de elevado poder tóxico, pero los indios del Amazonas han descubierto el medio de que resulte comestible, convir­tiéndola en su principal alimento. Su nombre, que en lengua tupi sig­nifica «casa de Maní», se halla rela­cionado con una leyenda. Narran los indios que Maní era una niña blanca y hermosísima, cuya madre era hija de un jefe. Al cumplir un año, Maní murió y toda la tribu acudió a llo­rarla a la cabaña donde la habían enterrado. Y he aquí que de la tum­ba surgió una misteriosa planta. Los pájaros que se alimentaban de sus frutos parecía como si se embriaga­ran. Un día se abrió la tierra dejan­do al descubierto un tubérculo blan­co en el que los tupi reconocieron el cuerpecillo de Mani. Se lo comie­ron y la llamaron mandioca. El método para librar a este tubércu­lo del veneno es muy laborioso y es­tá encomendado a las mujeres. Ra­llan la mandioca por medio de unas tablillas especiales, provistas de dientes de piedra, y después estrujan la pulpa, haciéndola pasar por un filtro de fibras vegetales y some­tiéndola a numerosos lavados. Fi­nalmente, formando con la pasta obtenida grandes panes, la provisión de mandioca se pone a secar sobre los tejados. Si se la masca y se ha­ce fermentar, la mandioca propor­ciona una bebida embriagadora.

La épica guerra de Troya


La guerra de griegos y troyanos, inmorta­lizada por los poemas homéricos, simboliza el triunfo de Occidente so­bre Oriente y el principio del predominio occidental en la civilización del mundo.
Troya fue una ciudad de Asia Menor que logró localizar en sus excavaciones el arqueólogo Schliemann en la colina de Hisarlick. En las diversas ca­pas de ruinas que representan otras tantas etapas históricas de la vida de la ciudad, Doerpfeld identi­ficó la 6a como aquella que fue teatro de los episodios que tuvieron por héroes centrales a Aquiles y a Héctor entre 1193 y 1184 a. de C. La población próxima al mar, fue luego reconstruida en diversas ocasiones; la ciudad romana es la novena.
La tradición mitológica señala a Dardano como fundador de la ciudad, Dardania, capital de la re­gión llamada la Tróade por su nieto Tros o Troe, fundador de Troya, padre de Ilio y ascendiente de Laomedonte, al que mató Hércules por haber falta­do a su palabra. El hijo de Laomedonte, Príamo, era padre de Héctor y de Paris, y presidió la ruina de la ciudad descrita en las narraciones del ciclo troyano, de las que han llegado a nosotros los es­pléndidos poemas homéricos: la Ilíada y la Odisea.

La leyenda de las Amazonas

UNA ANTIGUA LEYENDA GRIEGA
El mito de las amazonas tiene en la tradición occidental un lejano antecedente que se remonta a unos 1200 años antes de Jesucristo, en los tiempos heroicos de la antigua Grecia, y que pudo influir en América.

El triunfo de las Amazonas por Claude Déruet
Creían los helenos que en tiempos muy remotos habían existido en Asia Menor, a orillas del Termodonte, pueblos de mujeres guerreras que vivían sin el concurso de los hombres. Según la leyenda, las amazonas habían intervenido en la guerra de Troya a favor de la ciudad asediada, conducidas por su reina Pentesilea, a quien Aquiles mató, no obstante estar enamorado de ella, y lloró al comprobar su notable hermosura.
También citan los griegos a las amazonas de la reina Hipólita, a quien Heracles dio muerte para quitarle el cinturón de Ares, el dios de la guerra.

Tradición tan singular ha sido recogida por Herodoto y Estrabán. Y si bien la historia moderna no le da más valor que el de una leyenda, admite que pudo tener su origen en tribus matriarcales (con predominio de la mujer) y en cultos femeninos. Lo demás lo hicieron la imaginación y el tiempo.

La leyenda de Lorelei


   Sobre la margen derecha del Río Rhin, cerca de Sankt Goar, en Alemania, exis­te una roca alta y escarpada famosa por su eco singular. A dicha altura la navegación del río era peligrosa. La gente tenía la creen­cia de que la roca aludida alojaba a una bella sirena llamada Lorelei que atraía a los nave­gantes al naufragio. Según cuenta la leyenda, Lorelei había sido una adorable doncella que se arrojó al Rhin por la infidelidad de su amante.
   Desde entonces se trasformó en sirena y per­manecía sentada sobre la roca peinando eterna­mente su larga cabellera de oro con un peine también de este metal.
Al acercarse las embarcaciones, Lorelei en­tonaba bellas canciones en voz tan encantado­ra que los pescadores descuidaban su vigilan­cia y su rumbo, al grado de que las barcas se estrellaban contra la roca. La historia ha sido plasmada por Enrique Heine en su conoci­do poema "La Lorelei". Acerca de la misma se han escrito canciones, óperas y tragedias.

¿Quién fue la paciente Griselda?

    En una leyenda medieval, Griselda es una joven mujer famosa por su paciencia en las severas pruebas impuestas sobre ella por su marido, por lo que su nombre se ha vuelto proverbial.
    Griselda era la hermosa hija de un carbonero pobre. El marqués de Saluzzo la hizo su esposa. Desde el principio, su marido la trató con crueldad y dureza, pero con la intención, supuestamente justificable, de poner a prueba su obediencia y paciencia. El marqués separó a Griselda de sus hijos, fingiendo que eran condenados a muerte, cuando en realidad fueron enviados para ser educados en otra parte. Finalmente, después de que había soportado sin quejarse toda indignidad y crueldad por parte de su marido, el marqués le informó que tenía la intención de divorciarse de ella y casarse con otra mujer mucho más joven. Incluso en esto, la paciente Griselda no ofreció ninguna queja. Griselda fue despojada de sus ropas finas y enviada de vuelta a casa de su padre. Cuando llegó el día fijado para la boda del marqués, Griselda fue requerida para preparar y darle la bienvenida a la novia. Hizo los preparativos para recibir a su rival con el esmero y dulzura que siempre la habían caracterizado. Cuando la esperada "novia" apareció, resultó no ser la novia, sino la propia hija de Griselda, ahora una hermosa joven. Griselda fue devuelta a su legítimo lugar como la esposa del marqués y se hizo famosa para siempre por su paciencia y obediencia conyugales.
    El origen de la historia es desconocido. Boccaccio la mencionó en el Decameron. Petrarca tradujo la historia al latín; Chaucer la utilizó en los Cuentos de Canterbury. Maria Edgeworth ha escrito una novela titulada La Griselda moderna. En La fierecilla domada de Shakespeare, Petruchio dice de Katharina, "Por la paciencia, será una segunda Griselda."

La Odisea de Homero

   Homero, el gran poeta griego, narró el viaje de diez años de duración, que llevó a cabo Ulises (Odiseo), el ingenioso rey de Itaca, de regreso a su país tras haber participado otros tantos años en la célebre guerra de Troya (cuyos sucesos se narran en La Ilíada). Este poema épico, el segundo de Homero, lleva por título La Odisea: se trata sin lugar a dudas de la primera y más célebre de las grandes novelas de viajes y aventuras. El escenario en que se desenvuelven las peripecias de nuestro héroe es la parte del mundo mejor conocida por los griegos en aquella época: el Mediterráneo oriental y el Ponto Euxino (el mar Negro), Asia Menor (donde se hallaba la ciudad de Troya) y la multitud de islas que forman los archipiélagos griegos. Al final de su mítico viaje, Ulises se encuentra con que su esposa Penélope (que lo ha esperado durante veinte años) es asediada por varios pretendientes, a los que finalmente vence.
   Ulises es considerado el símbolo del explorador in­quieto, también del héroe ingenioso que sale vencedor de todos los peligros gracias a las estratagemas que se le ocurren.






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La leyenda de Sigfrido

   En una sombría cueva, escondida entre los imponentes bosques de las orillas del Rin, un joven alto y fuerte, de cabellos rubios y ojos azules, llamado Sigfrido, vivía con un enano de piel mo­rena llamado Regin, su compañero único y también su educador.
   Cuando llegó a su mayor edad, Regin le dijo que era hijo de un valeroso rey, muerto gloriosamente en una batalla, y añadió: "Ha llegado el momento de que dejes el bosque y te vayas por el mundo en busca de aventuras". El joven se preparó inmedia­tamente para su partida, pero antes de marcharse, pidió al enano que forjase para él una buena espa­da; éste, muy buen forjador, se puso inmediatamente a construirla, pero al terminarla, Sigfrido la rompió de un solo golpe contra el yunque. Otras tres espadas siguieron la misma suerte. Y el joven exclamó: "No puedo tomar parte en una batalla sin una espada digna de mi fuerza". Entonces, Regin, recogiendo los trozos de acero de la espada que había pertene­cido a Sigmundo, padre del héroe, forjó una nueva, una maravillosa y brillante hoja. Sigfrido la probó rompiendo y partiendo en dos de un solo golpe el yunque sobre el que Regin la había forjado.

Sísifo


LA LEYENDA DE SÍSIFO
   En las pro­fundidades del Tártaro tenebroso, Sísifo arras­tra una roca hasta la cima de una montaña, pero antes de alcanzar su propósito, la roca vuelve a caer rodando y él debe empezar de nue­vo su fatigosa tarea, que nunca tendrá fin.
   Sísifo, hijo de Eolo, es el mi­tológico rey de Corinto, llamado "el más astuto de los hombres", conde­nado, según la leyenda griega, a un perpetuo castigo por haber enga­ñado incluso a la Muer­te con sus argucias. Ho­mero en la Odisea y Dante en el Infierno describen los trabajos de este singular personaje mitológico.

Las mitológicas sirenas

   Según las antiguas creencias mi­tológicas de los grie­gos, eran las sirenas ninfas del mar que con su canto atraían a los navegantes, víctimas de la crueldad de estos genios malignos. Se las describía habitando prados floridos y de­leitosos, entenebrecidos por huesos humanos. Se cuenta que Ulises, cuando pasó por la isla de las Sirenas, pa­ra librarse de sus se­ducciones, se hizo atar fuertemente a la nave y tapó sus oídos con cera de abejas. Despues de que salvó este peligro, las sirenas, desespe­radas por su fracaso, se lanzaron al mar y fueron convertidas en los islotes o peñascos de las Siremusas, que se encuentran cerca de las costas italianas. En las antiguas representaciones griegas, las sirenas aparecían como aves singulares, con la cabeza, el pecho y los brazos de mujer.

La triste historia de Hsi y Ho

   Un día, hace ya mucho tiempo, un dragón hambriento intentó comerse el sol. El emperador de China y su pueblo estaban aterrorizados. Primero, un bocado pequeño fue tomado de un lado del sol. Luego un cuarto, un medio, y, finalmente, todo el sol se había ido, y no había quedado más que un anillo de luz blanca en el espacio negro, donde antes había estado el sol.
   Los temerosos pero inventivos chinos, sabían qué hacer. Empezaron a correr de un lado a otro, gritando desafíos y amenazas contra el dragón, al mismo tiempo que tocaban tambores, que golpeaban gongs y otros instrumentos hasta que el dragon se alejó asustado. El sol se salvó, pero el emperador, ahora más enfadado que asustado, ordenó que los astrónomos imperiales, Hsi y Ho, fueran decapitados por no advertirle a tiempo del ataque del dragón.
   Desde hace mucho tiempo existe una canción anónima que se puede decir que es el epitafio de los dos astrónomos:

Aquí yacen los cuerpos de Hsi y Ho,
Cuyo destino, aunque triste, era visible:
Morir por no prever
Un eclipse que era invisible.

   La historia no es más que un mito, los nombres de los dos supuestos astrónomos se derivan de la madre mítica del sol, la diosa Hsi Ho. Saber la fecha en que se observó el primer eclipse solar es incierto. Pero de acuerdo con los huesos del oráculo Shang (huesos animales con inscripciones), los chinos registraron un eclipse en 1217 antes de Cristo Los eruditos chinos más tarde explicaron que la luna había ocultado, (o comido) brevemente al sol.

¿De qué trata el mito del Vellocino de Oro?

   El Vellocino de Oro es el objeto de un célebre mito griego. Una madre, cuyo niño y niña estaban en peligro, hizo un llamamiento a Mercurio para obtener ayuda de él. Mercurio le dio un carnero con un vellocino de oro en el que colocó a sus dos hijos, para ser transportados a un lugar seguro. El carnero saltó en el aire y dirigió su camino hacia el este. La niña, cuyo nombre era Helle, cayó de su asiento hacia el mar, en el lugar que ahora se llama el Helesponto. El muchacho se mantuvo encima del carnero y llegó a la tierra de Cólquida en la orilla oriental del Mar Negro. Allí sacrificó al carnero y entregó como presente su lana para el rey de ese país que lo había recibido con hospitalidad. El vellón se colgó en una arboleda sagrada la cual era vigilada día y noche por un dragón que nunca dormía. Más tarde, Jason, con su nave, Argo y su tripulación, conocida como los Argonautas, se dispusieron a obtener el vellocino de oro. Se ha creído ver en el viaje del Argo como otra versión del diluvio de Noé.

¿Qué criatura era el grifo?

   En la mitología griega, el grifo fue una fabulosa criatura con el cuerpo y patas de león y la cabeza y alas de un águila. Se suponía que los grifos eran nativos de la India, donde, se decía, guardabans tesoro escondidos y construían sus nidos de oro los cuales vigilaban atentamente para evitar que los saquearan. Los griegos creían que vivían en las montañas Rhipaean, entre los Hiperbóreos y los Arimaspos de Escitia. Los grifos custodiaban el oro del norte.
   La figura del grifo se utilizaba con frecuencia como adorno en las obras de arte. Significa la unión de la fuerza del león con la rapidez y la agilidad del águila. El grifo es también un emblema de la vigilancia y la valentía.

¿Quién era Silvano?

En la mitología romana, Silvano, es una antigua deidad de los campos y los bosques, el protector del ganado y de los límites de los campos. Se cree que había sido originalmente una deidad sin nombre, al que se refería solamente por el adjetivo Silvano. Fue identificado más tarde por los escritores romanos con otras divinidades pastorales, tales como Pan y Fauno.



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¿Quién era el mitológico Hades?


   Hades era el dios griego del mundo inferior. Él gobernaba sobre todos los otros poderes del infierno y sobre las sombras de los difuntos. Desde la antigüedad se ubicó el destino final de los muertos en las entrañas del mundo. Lugar que se asignó a Hades para que controlará toda la riqueza de la tierra, incluyendo el producto de las minas, así como del trigo y los otros frutos de la tierra. Los antiguos griegos, temerosos de pronunciar el nombre de Hades, el cual recordaba la muerte y la oscuridad, preferían llamarlo Plutón, o "dador de las riquezas."
   Hades era el hijo de Cronos y Rea, hermano de Zeus y Poseidón. Su esposa era Perséfone, y los dos reinaban en un espléndido palacio. Hades tenía un bastón de mando con el que conducía las almas al mundo inferior. Poseía un casco que tenía el poder de hacer invisible a su portador, y que tanto dioses y hombres de vez en cuando le pedían prestado.
   En las obras de arte, Hades se parece a Zeus y Poseidón, pero su rostro es oscuro y sombrío, con el pelo cayéndole sobre la frente. Tiene la llave de las regiones infernales y el perro Cerbero a su lado. A veces lleva en el pelo una corona de helecho, planta que era sagrada para él, al igual que el ciprés y el narciso. Por lo general las oraciones que se le hacían no servían para nada. Los romanos identificaban a Hades o Plutón, con su Dis Pater y Orcus.

El héroe Teseo

   El héroe legendario más grande de Ate­nas fue Teseo, de quien se dice que era hijo de Egeo, rey de Atenas, y de Etra, la onda que bate la costa. Nació y fue criado en tierras lejanas; su madre no lo envió a Atenas sino hasta que llegó a la juventud y pudo levantar cierta pesada pie­dra bajo la cual su padre había colocado una es­pada y un par de sandalias, por lo que había de reconocer a su hijo y comprobar si éste era tan fuerte que lograba levantar el peñasco.
   Habiendo llegado, por fin, después de muchos pe­ligros y aventuras, Teseo encontró a los atenienses en profundo duelo, en el momento de enviar a Mi­nos, rey de Creta, el tributo anual de siete jóvenes y siete doncellas para ser devorados, por el Minotauro, terrible monstruo mitad hombre y mitad toro. Teseo se ofreció como una de las víctimas en espera de poderlo matar. Cuando llegó a Creta, Ariadna, la bella hija del rey, se enamoró de él y le ayudó dándole una espada, con la que mató el héroe al Minotauro, y una madeja de hilo, con la que pudo salir del laberinto en que estaba el monstruo. Pero olvidó la promesa que hizo a su padre de que si tenía éxito en su empresa, lleva­ría en su barco cuando re­gresara velas blancas en lugar de las negras con que había partido. Viendo el rey regresar las velas ne­gras y creyendo que su hijo había muerto, se arrojó al mar, que desde entonces, ha sido llamado Mar Egeo. Teseo llegó a ser rey de los atenienses; a él, se atribu­ye la unión entre las varias comunidades de la llanura Ática, las cuales llegaron a formar una nación fuerte y poderosa.

¿Quién era Sileno?

   En la mitología griega, Sileno era uno de los sátiros, espíritus primitivos del bosque y compañeros del dios Dionisio. De los viejos sátiros mayores, uno en particular, considerado el hijo de Hermes o de Pan, y una ninfa, era el tutor y guardián de Dionisio, a quien solía acompañar en sus viajes. Sileno fue una vez recibido hospitalariamente por el rey Midas, por lo que éste recibió del agradecido Dionisio el don del "toque de oro". Cuando se le atrapaba en una borrachera, Sileno podría verse obligado, igual que el dios marino Proteus, a profetizar el futuro.
   En el arte Sileno es representado como un pequeño hombre viejo, calvo, enorme panza y en un estado de embriaguez jovial.

¿Qué es el suplicio de Tántalo?

  ¿Sabes lo que significa la frase "sufrir el suplicio de Tántalo?" Se refiere en su origen al tormento a que fue condenado un rey célebre en la mitología griega. Tántalo era hijo de Júpiter y de la ninfa Pluto; y por revelar los secretos de su di­vino padre y por otras razones (las historias difie­ren), fue atacado por una terrible sed: y tenía que estar sumergido hasta el cuello en un lago del Tár­taro, cuyas aguas escapaban cada vez que trataba de beberlas. Sobre su cabeza, colgaban deliciosas frutas en racimos, que se apartaban o alejaban cuando tra­taba de cogerlas; a la vez, estaba aterrorizado por una enorme roca que pendía sobre su cabeza y que constantemente amenazaba caer y aplastarlo. De esta leyenda, proviene el dicho de que sufre el suplicio de Tántalo aquel que desea algo y aunque lo tiene al alcance de la mano o muy cerca, no lo puede con­seguir por una u otra circunstancia.