A lo largo de la costa de muchos países tropicales existen densos bosques de mangles cuyas raíces entrelazadas forman bancos naturales. La red intrincada de sus raíces y ramas constituye una especie de presa que retiene el lodo y los residuos vegetales flotantes o arrastrados por las corrientes, todo lo cual, sedimentándose, da lugar a la formación de nuevos terrenos que emergen de la superficie del agua. Algunas de las raíces del mangle son adventicias y salen del tronco, se doblan después hacia abajo hasta alcanzar el suelo, donde forman nuevos árboles. Algunas especies de los manglares tienen también raíces que emergen del suelo o del agua verticalmente, en forma de lápices o velas, y se supone que son corno órganos respiratorios de las partes sumergidas del árbol. Las semillas germinan dentro del mismo fruto cuando este todavía cuelga del árbol. Una vez que las plántulas han adquirido bastante desarrollo, y su raíz es ya suficientemente larga, se caen al agua conjuntamente con el fruto; entonces la plántula es arrastrada por la corriente hasta que su raíz tiene ocasión de fijarse en el lodo blando. En esta forma, el mangle se planta solo.
El mangle crece en las costas de todos los países cálidos. En la América tropical hay varias especies comunes, entre ellas: el mangle rojo, blanco y negro. El rojo es el mas conocido.
Su corteza gruesa, pesada y dura contiene de un 20 a un 30 por ciento de tanino, que se utiliza en el curtido de pieles. Aunque la madera del mangle se puede pulimentar bien, como los árboles son generalmente pequeños, es de poco uso. No obstante, es recomendable porque no la pueden atacar los insectos destructores de madera, que viven en el agua, por lo que la madera de los árboles grandes se emplea en la construcción de muelles.