Las mujeres del antiguo Egipto disponían de su propio cofre de maquillaje, que incluía numerosos cosméticos naturales y un espejo de bronce finamente pulido. Pintaban sus pestañas y párpados de color azul o verde, usando tinturas que obtenían de minerales como la azurita o la malaquita y que luego mezclaban en una paleta. Las egipcias no se pintaban los ojos por coquetería, sino para protegerse de enfermedades oculares provocadas por el intenso brillo solar. Para iluminar sus pómulos y sus labios utilizaban una mezcla de arcilla y grasa; también acostumbraban decorar con polvo de alheña sus uñas y palmas de las manos. Actualmente, las mujeres siguen usando dos de sus cosméticos favoritos: el kéjel, una sustancia vegetal para delinear los ojos, y la henna, un tinte natural para el cabello que le da un tono rojizo.