El agua es atraída por los diminutos espacios entre los hilos de una toalla por capilaridad. Si no fuera por la atracción capilar, una toalla no sería mejor que un pedazo de hule para secarse las manos.
También, si no fuera por la atracción capilar, un papel absorbente no secaría la tinta. La parafina no se absorbería en un pabilo. El aceite no se levantaría en la mecha de una lámpara de aceite. Y, lo más importante de todo, la humedad en el suelo no llegaría hasta las raíces de las plantas. Si la atracción capilar cesara, la mayoría de las plantas en el mundo pronto estarían muertas.