El físico italiano Luigi Galvani creía que un flujo eléctrico aplicado en los nervios de una rana muerta causaba en ésta contracciones. Su colega científico de la Universidad de Bolonia, Alessandro Volta (1745-1807), reconoció que la pata de la rana era a la vez una conductora y detectora de electricidad.
En 1791, Galvani reemplazó la pata de la rana con papel empapado en agua salada, un buen conductor eléctrico, y utilizó otros medios para detectar la electricidad. Galvani encontró que la carga fluía sólo si los dos metales tocando el papel eran diferentes. La combinación de dos metales diferentes, separados por una solución conductora se le llamó célula galvánica en honor de Galvani.
Volta fue más allá. Encontró que los dos metales que producían el mayor efecto eléctrico eran el zinc y la plata. En 1800, Volta apiló, alternándolos, varios discos de zinc y plata, separados por una tarjeta humedecida con agua salada. El científico encontró que este dispositivo, conocido actualmente como pila voltaica, era una fuente continua de flujo de carga eléctrica.
Sir Humphrey Davy demostró que el flujo eléctrico se debía a una reacción química entre los metales y la solución conductora en las tarjetas.