El molino de viento se inventó en la antigua Persia, ahora Irán, en 600 a. C. para poder moler grano en regiones sin cursos de agua. Los primeros molinos giraban verticalmente: consistían en un árbol central con aspas en la parte superior y muelas en la inferior. En el siglo XII los molinos en Europa se diseñaban con un árbol horizontal, llamado eje eólico, que accionaban cuatro grandes aspas de madera.
En lugares sin vientos ni ríos aprovechables, se construyeron molinos de sangre. El molino propiamente dicho estaba en una primera planta y el eje que movía la volandera seguía hasta la baja, donde le cruzaban unos maderos a los que se enganchaban mulas o bueyes, que caminaban en círculo, para mover la piedra. Los animales llevaban los ojos vendados para evitar el mareo.