El molinero



   La rueda del viejo molino continúa girando a orillas del río. El molinero muele con poco gasto los cereales secundarios con los cuales alimentan a los animales los campesinos de los alrededores.
   Los molinos de agua tienen la gran ventaja de disponer de energía gratuita. En otro tiempo eran muy numerosos. Hoy día suelen subsistir en las regiones en que no ha sido modificado el curso de los ríos. El molinero vigila atentamente el canal que le trae el agua del río, regula las compuertas de entrada y mantiene un material que no podría renovar sin realizar enormes gastos. Algunos, aprovechando la producción local de trigo, abastecen regularmente a una red de panaderos rurales. El molinero asegura por si solo la limpieza del grano, la molienda, el cernido y la entrega. Otros se especializan en la producción de harinas de cebada, centeno, alforfón o soja, necesarias para personas sometidas a régimen.

¿Qué hace un apicultor?

   En las regiones donde abundan las flores, el apicultor se dedica a explotar colmenas, con vistas a la producción y venta de la miel, la cera y la apreciada jalea real.
   Las explotaciones rentables tienen numerosas colmenas, dispuestas en emplazamientos bien orientados, abundantes en flores y donde los insectos no constituyen un peligro para los habitantes de los alrededores. El apicultor (también conocido como colmenero) experimentado utiliza colmenas modernas, en cuyas celdillas móviles introduce cera prefabricada a fin de obtener de las abejas un elevado rendimiento en la producción de miel. En el otoño, tras haber ahumado los insectos, les quita toda la miel que no les es indispensable para su supervivencia durante el invierno y las pone al abrigo del frío. El curioso imprudente puede llevarse una desagradable sorpresa, pues las picaduras son dolorosas y, a veces, mortales. El cuidado de las abejas, la vigilancia de las colmenas, el tratamiento de los productos y su comercialización plantean numerosos problemas.

La "Marcha triunfal" de Rubén Darío

«Allí donde terminan las palabras, empieza la musica», ha dicho un celebre compositor. Sin embargo, no es del todo cierto, pues hay poesías que contienen una musicalidad tan patente que parecen una partitura en la que las palabras serían las notas, los versos los acordes y la rima el compás; he aquí un ejemplo de como un poeta ha logrado apresar en sus versos la imagen de un desfile militar valiéndose del sonido y del ritmo; se trata del gran poeta nicaragüense Rubén Darío, y su poesía, muy conocida, se llama Marcha triunfal:

¡Ya viene el cortejo!
¡Ya se oyen los claros clarines!
¡La espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!
Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas,
la gloria solemne de los estandartes
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra,
y los timbaleros,
que el paso acompasan con ritmos marciales.
¡Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!
Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en un trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
las ásperas crines,
los rudos penachos, la pica, la lanza,
la sangre que riega de heroicos carmines
la tierra;
los negros mastines
que azuza la muerte que rige la guerra.

No todas las poesías de Rubén Darío tienen la fuerza y el vigor de esta Marcha triunfal. Compuso también versos de una delicada intimidad, pues este gran poeta asimiló todas las corrientes literarias de su tiempo -el simbolismo, el parnasianismo, el romanticismo, el realismo- y las fundió en una sola, superando muchas de ellas y llegando a crear un movimiento poético —el modernismo —, que tendría como base la espiritualidad y la toma de conciencia de los problemas americanos y españoles. Darío fue, además, un innovador del lenguaje poético, al que doto de colorido y sonoridad.

Rubén Darío nació en Metapa (Nicaragua) en 1867. Fue el creador del modernismo. Entre sus obras destacan Azul, Prosas profanas, El canto errante y Cantos de vida y esperanza. Murió en León de Nicaragua en 1916.