En las regiones donde abundan las flores, el apicultor se dedica a explotar colmenas, con vistas a la producción y venta de la miel, la cera y la apreciada jalea real.
Las explotaciones rentables tienen numerosas colmenas, dispuestas en emplazamientos bien orientados, abundantes en flores y donde los insectos no constituyen un peligro para los habitantes de los alrededores. El apicultor (también conocido como colmenero) experimentado utiliza colmenas modernas, en cuyas celdillas móviles introduce cera prefabricada a fin de obtener de las abejas un elevado rendimiento en la producción de miel. En el otoño, tras haber ahumado los insectos, les quita toda la miel que no les es indispensable para su supervivencia durante el invierno y las pone al abrigo del frío. El curioso imprudente puede llevarse una desagradable sorpresa, pues las picaduras son dolorosas y, a veces, mortales. El cuidado de las abejas, la vigilancia de las colmenas, el tratamiento de los productos y su comercialización plantean numerosos problemas.