Las Lámparas Fluorescentes

   Entre las diversas clases de lámparas que actualmente se emplean, una de las más utilizadas son las fluorescentes. Hay muchas sustancias que tienen la particularidad de brillar en la oscuridad después de haber sido expuestas a la luz, o mientras se hallan bajo la acción de los rayos ultravioleta. A este fenómeno se le da el nombre de fluorescencia. Como se ha dicho anteriormente, cuando una corriente eléctrica atraviesa una atmósfera de vapor de mercurio, se generan rayos ultravioleta en abundancia. Los largos tubos que se emplean en las luminarias fluorescentes están recubiertos interiormente con sustancias que tienen la particularidad de tornarse luminosas bajo la acción de dichos rayos. Puesto que cada sustancia produce un color determinado, mezclando varias de ellas en la debida proporción se pueden obtener luces fluorescentes de diferentes tonalidades. El empleo de esta lámpara se extendió con rapidez debido a su alto rendimiento, pues por cada unidad de electricidad consumida (vatio) se obtiene con ellas más luz que con las lámparas de filamento de tungsteno. Una luminaria fluorescente de 30 vatios suministra, aproximadamente, tanta luz como una lámpara de filamento de tungsteno de 75 vatios; diez veces más que la lámpara de 30 vatios de filamento de carbón de Whitney, y, por lo menos, 20 veces más que la lámpara de 30 vatios de Edison.

¿Quiénes eran los bárbaros?

   HABLAR lo peor posible de los propios enemigos y describirlos comparándolos con las bestias feroces para desatar el odio y el terror hacia ellos, y despertar el deseo de combatirlos es, evidentemente, una costumbre muy antigua. Cabe agregar que cuanto mas terrible es el enemigo, tanto mayor la gloria del vencedor. En los escritos de numerosos autores latinos se encuentran las mas aterradoras descripciones del aspecto y de los usos de los pueblos que residían allende los Alpes, a los cuales los romanos lograron someter. Con todo, no obstante las tintas un tanto "cargadas", estas descripciones son las únicas que permiten conocer las costumbres de aquellos pueblos que los romanos definían como "bárbaros". El mismo Julio César, que al combatirlos tuvo ocasión de conocerlos a fondo, y el historiador Cornelio Tácito, son los más famosos entre los escritores que trataron el tema. Se pueden obtener también útiles conocimientos observando las esculturas con las que los romanos adornaban los arcos y las columnas para celebrar sus victorias, ya que, al ilustrar los episodios, los artistas representaron viviendas, enseres y vestimentas de aquellos pueblos bárbaros. Como los griegos los romanos, también los galos y los germanos eran pueblos descendientes de las tribus indoeuropeas emigradas de Asia hace muchos milenios.


   LOS GALOS
   Una tribu indoeuropea, la de los celtas, se estableció en la región del río Rin y dio origen a muchos pueblos que emigraron en los siglos subsiguientes, extendiéndose por las regiones del oeste de Europa. Entre estos figuraban los galos, que se establecieron entre los años 700 y 400 antes de Cristo, en el territorio que tomó el nombre de Galia.
   Aquellas extensas tierras estaban por aquel entonces cubiertas en sus dos tercios por bosques y el resto ocupado en su mayor parte por pantanos. Los galos, sin embargo, encontraron en ese ambiente los recursos necesarios para la vida: en los bosques practicaban fácilmente la caza y en los pantanos la pesca. Gradualmente abandonaron el nomadismo y se transformaron en agricultores, cultivando sobre todo el trigo y la vid.
   Eran, asimismo, afectos a la vida tranquila de comerciantes y artesanos. Se conservan numerosos testimonies de la habilidad de los obreros galos: vasos plateados (de los cuales, la ciudad de Alesia era productora famosa), collares de oro, plata y cobre, y objetos fundidos en hierro y bronce. También se excavaban las minas empleando técnicas bastante adelantadas. Los galos no levantaron grandes ciudades sino que poblaron la comarca de numerosos caseríos y aldeas, cercando los más grandes con murallas de piedra y empalizadas.
   Jamás constituyeron un estado único sino que, divididos en unos sesenta pueblos, consagraban la mayor parte de su tiempo a combatir entre ellos.
   Los más fuertes y numerosos entre estos pueblos eran los belgas, eduos y aquitanos.
Estas continuas guerras intestinas permitieron y facilitaron la conquista romana. Cesar, que disponía de un armamento superior y aplicaba avanzadas técnicas bélicas, pudo someter a la Galia íntegra, aprovechando inclusive alianzas, ora con uno, ora con otro pueblo galo.


   LOS GERMANOS
   A partir del milenio III antes de Cristo, algunas tribus indoeuropeas se habían establecido en la Península Escandinava y sobre las costas del mar Báltico. Siendo nómadas, fueron extendiendo gradualmente el radio de sus migraciones, y ya unos siglos antes de la Era Cristiana ocupaban casi toda la región norte de Europa. En tiempos de Julio César comenzó a llamarse a esta gente con el nombre de germanos.
   La etimología de este vocablo es muy dudosa.
   Refiriéndose a ellos, el escritor romano Cornelio Tácito dice: "los germanos aman el ocio y odian la paz". Esta afirmación traza breve y eficazmente el carácter de este pueblo. Hombres rudos, inclinados a la violencia, cuya única ocupación agradable era la de la guerra. Cualquiera que tuviera fuerza suficiente para hacer de la guerra su modo de vida era considerado indigno si se conformaba con ganarse el pan mediante el trabajo. Hombres fuertes y belicosos, se transformaban, en los breves periodos de paz, en cultores del ocio y de la inactividad. El guerrero germano, en su casa, era un holgazán que pasaba los días durmiendo o participando con sus compañeros en impresionantes comilonas. El cuidado del hogar era confiado íntegramente a las mujeres, los ancianos y los inválidos. Con todo, los germanos eran admirados por su lealtad y honestidad. Su extrema fidelidad al juramento prestado contribuyó a que los emperadores romanos escogieran siempre entre guerreros germanos sus guardias personales. Los romanos admiraban otros dos bellos dones morales de estos "bárbaros": su gran respeto por el huésped forastero y la gran estima que dispensaban a la mujer.

El río Tajo

   En el sistema orográfico español que recibe el nombre de Cordillera Ibérica, existe una región que recuerda, salvando las proporciones, el llamado Techo del Mundo, es decir, la meseta de Pamir del centro de Asia. Tiene como esta una forma rectangular encuadrada por la sierra de Albarracín, los Montes Universales y los extremos septentrionales de las sierras de Valdemeca y de Canales, a una altitud de unos 1500 metros. Si Pamir se ha llamado Techo del Mundo, estaría muy justificada la denominación de Techo de España a esta parte de la provincia de Teruel donde tienen su origen cuatro importantes ríos españoles: el Tajo, el Guadalaviar, el Gabriel y el Jucar.
   Las fuentes del Tajo son algo pintoresco. En un trecho menor de un kilómetro, entre prados cercados de pinares y frente a una casa llamada Fuente García, se reúnen las aguas de varios surtidores o fuentes que la gente del campo aprisiona en pequeños depósitos llamados colmenas, para abrevar el ganado. El sobrante de las colmenas inicia una pequeña corriente que se engrosa muy pronto con las abundantes fuentes que brotan del terreno cretáceo del país; así formado, el río se precipita por gargantas profundas hasta La Alearria, en la provincia de Guadalajara, donde toma los caracteres propios del río de meseta, pues forma meandros y riega fértiles vegas en Aranjuez, Anover, Toledo y Talavera, hasta su entrada en Portugal, después de cruzar la región de Extremadura, con sus trigales y espesos bosques de alcornoques y ricos llanos aluviales cubiertos de pastos; poco después, se abre un extenso estuario, donde se encuentra el puerto de Lisboa, el mejor y mas seguro puerto europeo del Atlántico.
   La cuenca del Tajo (56.600 Km²) no es muy extensa, pero es el río mas largo de España, pues recorre 1 008 Km antes de tributar sus aguas al mar.