Frases famosas sobre Dios.

Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas. —Frase de Miguel de Cervantes

El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir. —Frase de Albert Einstein

Cuando Dios borra, es que va a escribir algo. —Frase de Jacques Benigne Bossuet

Cuando todos te abandonan, Dios se queda contigo. —Frase de Mahatma Gandhi

Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios. —Frase de Madre Teresa de Calcuta

Los ojos no pueden ver bien a Dios, sino a través de lágrimas. —Frase de Victor Hugo

Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta. —Frase de Santa Teresa de Jesús

Dios mira las manos limpias, no las llenas. —Frase de Publio Siro

Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo. —Frase de Voltaire

Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista. —Frase de San Agustín

Temo a Dios, y después de Dios temo principalmente al que no le teme. —Frase de Muslih-Ud-Din Saadi

Al que todo lo pierde, le queda Dios todavía. —Frase de Arthur Schopenhauer

Cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios quien le persigue, sino los ídolos. —Frase de Benedicto XVI

No hay poder que no venga de Dios. —Frase de San Pablo

La Comunicacion satelital



   Para las nuevas generaciones ver por televisión eventos que están ocurriendo en el otro lado del mundo, a miles de kilómetros, no es sorprendente; pero hace unas décadas esto era un sueño. Antes de 1950 la gente se enteraba de los acontecimientos en otras ciudades, países o continentes mucho después de que ocurrían. Significaba un proceso lento, la transmisión no era instantánea: primero se filmaba el hecho, los rollos de película se empaquetaban y se enviaban a su destino por vía aérea o barco, para después transmitirlo por la televisora local.
   Esta tardanza provocó la inquietud de los científicos por encontrar la forma de realizar transmisiones instantáneas a otras partes del mundo. Así, y retomando la idea del Arthur C. Clarke, escritor de ciencia ficción que imaginó aparatos colocados en la órbita terrestre capaces de captar y transmitir señales de audio y video a estaciones terrestres, fue como se empezaron a desarrollar los primeros satélites artificiales.
   El primer intento fue el artefacto ruso Sputnik I, que fue colocado en órbita a 950 kilómetros de la Tierra. Maás tarde, en 1962, la NASA puso en el espacio el primer satélite de teletransmisiones, el Telstar, con el que fue posible la transmisión del asesinato y funeral de John F. Kennedy. Tal fue el impacto de estos enlaces instantáneos, que 600 millones de personas vieron el lanzamiento y el alunizaje del Apolo XI.


El primer antibiótico


   Las enfermedades infecciosas han acompañado por siempre al ser humano, al grado de producir estragos en la población. Durante cientos de años no se sabía por qué ni como estas se transmitían. Los primeros curanderos aseguraban que una enfermedad era provocada por un castigo divino o consecuencia de una brujería. Al término de la Edad Media, en 1530, el medico italiano Girolamo Fracastoro se aventuró a decir que enfermedades como la sífilis se esparcían por 'semillas' que tenía la mujer y se contagiaban al hombre mediante el contacto sexual. Tuvieron que pasar más de 150 años para que, mediante el recién descubierto microscopio, el holandés Anton van Leeuwenhoek, en 1680, hallara a los responsables de las infecciones: los microorganismos. A pesar de la incredulidad y rechazo, tiempo después fue aceptado el término 'contagio'. No obstante ese hallazgo, los médicos se encontraban con las manos atadas, pues cuando un enfermo o herido desarrollaba fiebre, era el preámbulo de la muerte, incluso en los mismos hospitales. Por ejemplo, entre 1864-1866 la tasa de mortalidad en el hospital de Joseph Lister, en Glasgow, Inglaterra, entre los pacientes sometidos a cirugía mayor, era del 45%, debido a que las heridas se infectaban y los doctores solo podían realizar intervenciones destinadas a salvar la vida del enfermo, las cuales consistían en incisiones y drenaje de los abscesos y la amputación del miembro gravemente lesionado o infectado. En 1865 el médico Lister descubrió que la asepsia en el quirófano ayudaba a reducir la tasa de mortalidad, pero no a prevenir del todo las infecciones. No fue sino hasta que el biólogo Alexander Fleming descubrió en 1928 la penicilina, el primer antibiótico, cuando se eliminaron las infecciones. Gracias a su descubrimiento fueron salvadas miles de vidas durante la Segunda Guerra Mundial, y esto lo hizo acreedor al Nobel de Medicina en 1945.