Para cruzar un río basta con un pontón. Pero para un trayecto más largo es indispensable un barco. Los transbordadores permiten a los automóviles cruzar ciertos brazos de mar. Los conductores entran en ellos al volante de su vehículo, como en un garaje. Al llegar al puerto de su destino bajan al muelle conduciendo su coche y prosiguen el viaje. Ciertos transbordadores pueden embarcar vagones de tren, en cuyo caso los viajeros efectúan la travesía cómodamente sentados en sus asientos.
¿Qué clase de navío es un transbordador?
Para cruzar un río basta con un pontón. Pero para un trayecto más largo es indispensable un barco. Los transbordadores permiten a los automóviles cruzar ciertos brazos de mar. Los conductores entran en ellos al volante de su vehículo, como en un garaje. Al llegar al puerto de su destino bajan al muelle conduciendo su coche y prosiguen el viaje. Ciertos transbordadores pueden embarcar vagones de tren, en cuyo caso los viajeros efectúan la travesía cómodamente sentados en sus asientos.
Plantas medicinales
Entre los remedios más interesantes utilizados por la medicina se cuentan las plantas medicinales, que desde tiempo inmemorial proporcionan principios activos de gran importancia.
Hacia el año 1300 de nuestra era los herbolarios se dejaron influir por la extraña idea de la llamada doctrina de las signaturas. Según dicha teoría, existía una relación entre la enfermedad que una planta podía curar y la forma de las hojas, frutos y flores de la misma. Las hojas y flores en forma de corazón se aconsejaban, por ejemplo. para el tratamiento de las enfermedades cardíacas. Las cabezas de amapola curaban el dolor de la cabeza, y la pulmonaria las afecciones pulmonares. Las hepáticas se utilizaban como tónicos del hígado, pues sus hojas y su forma evocaban la del hígado. La pulpa de la nuez, semejante en su apariencia al cerebro, era aconsejada para el tratamiento de las enfermedades mentales. Hoy en día nadie cree ya en la doctrina de las signaturas, pero los científicos siguen buscando plantas medicínales y prestan especial atención a las plantas utilizadas por los curanderos y los pueblos primitivos.
Hacia el año 1300 de nuestra era los herbolarios se dejaron influir por la extraña idea de la llamada doctrina de las signaturas. Según dicha teoría, existía una relación entre la enfermedad que una planta podía curar y la forma de las hojas, frutos y flores de la misma. Las hojas y flores en forma de corazón se aconsejaban, por ejemplo. para el tratamiento de las enfermedades cardíacas. Las cabezas de amapola curaban el dolor de la cabeza, y la pulmonaria las afecciones pulmonares. Las hepáticas se utilizaban como tónicos del hígado, pues sus hojas y su forma evocaban la del hígado. La pulpa de la nuez, semejante en su apariencia al cerebro, era aconsejada para el tratamiento de las enfermedades mentales. Hoy en día nadie cree ya en la doctrina de las signaturas, pero los científicos siguen buscando plantas medicínales y prestan especial atención a las plantas utilizadas por los curanderos y los pueblos primitivos.
El Foro Romano
LOS MONUMENTOS DE LA ANTIGUA ROMA
EN los primeros años del siglo VIII antes de Cristo, algunos pastores del Lacio se instalaron en la colina Palatina, no muy lejos de la orilla izquierda del Tíber. A la pequeña aldea le dieron el nombre de Roma. Seguramente, no se imaginaron que un día su villorrio se convertiría en la ciudad más grande y poderosa del mundo. En el siglo III de nuestra era, época de la máxima expansión del imperio, la parte habitada de Roma tenía un perímetro de veinte kilómetros y una población que oscilaba alrededor de los dos millones de habitantes.
EN los primeros años del siglo VIII antes de Cristo, algunos pastores del Lacio se instalaron en la colina Palatina, no muy lejos de la orilla izquierda del Tíber. A la pequeña aldea le dieron el nombre de Roma. Seguramente, no se imaginaron que un día su villorrio se convertiría en la ciudad más grande y poderosa del mundo. En el siglo III de nuestra era, época de la máxima expansión del imperio, la parte habitada de Roma tenía un perímetro de veinte kilómetros y una población que oscilaba alrededor de los dos millones de habitantes.
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