¿De dónde procedían los fenicios?

   A finales del segundo milenio antes de nuestra era la destrucción de los imperios hitita y micénico y la debilidad temporal de Egipto permitió el desarrollo de un grupo de pueblos llamados fenicios por los griegos. Recibieron tal nombre (pho-í-nikes, o fenicios, que viene de phoinos, rojo o púrpura, en griego) por referencia a su piel oscura o bien debido a su pujante industria de la púrpura, un tinte para los tejidos con el que comerciaban y del que obtuvieron grandes beneficios económicos.
   Sus ciudades —Arwad, Tiro, Sidón, Biblos, Bery-tus (la actual Beirut), Amrit y otras muchas— esta­ban situadas en Fenicia, que ocupaba el sur de la costa de Siria, el actual Líbano y el norte de Israel. Con el comercio de joyas, vidrio, telas, púrpura, madera y marfil, que cambiaban por metales, trigo, aceite o lana, los fenicios viajaron por todo el Mediterráneo y fundaron numerosas colonias, llegando incluso a la península Ibérica.

¿Qué es y cómo se forma la turba?


   Con la elaboración o formación de la turba en el gran laboratorio de la Naturaleza, ésta nos descorre el velo de cómo ha procedido en la for­mación del carbón de piedra, que tuvo por origen la materia vegetal de las plantas que vivieron en otras épocas de la historia de la Tierra en que habitamos.

   La turba es una masa parda obscura que tiene por origen las transformaciones que sufren los vege­tales en los lugares húmedos o pantanosos por la acción de bacterias que producen una especie de fer­mentación. Toda clase de plantas, desde las más pe­queñas y minúsculas hasta las hojas de los árboles más corpulentos, sufren este proceso de transforma­ción y originan la turba: son los musgos del género Sphagnum o esfagnos los que dan origen a la mayor parte de ella. Los sitios donde se forma son las tur­beras, turbales, tollas, atolladeros, paules o paula­res, que se encuentran, sobre todo, en lugares, altos, la mayoría, en el Hemisferio Norte, donde abundan los pantanos, ya que se necesita una temperatura más bien baja para que se desarrollen las bacterias que la originan; se encuentran en los países que en otro tiempo estuvieron invadidos por los glaciares; las depresiones formadas por éstos, de difícil dre­naje, dieron nacimiento a los pantanos; los depósitos de turba crecen anualmente de 4 a 8 centímetros de espesor. Este crecimiento se debe a las plantas que se desarrollan en la turbera y que constituyen lo que se llama la turbera viva, la cual se transforma inferiormente y da lugar a la turbera muerta.

Alejandro Malaspina

LA EXPEDICION DE MALASPINA
JAMÁS llegó a América española expedición científica de tanto lustre como la que encabezara en 1789 Alejandro Malaspina.
Había sido planeada por el famoso marino y matemático con tan prolijos cuidados y con tan decidido apoyo del ministro Antonio Valdés, que fue para la ciencia de España un venturoso acontecimien­to el que la empresa pudiera llevarse a cabo. Dos corbetas habían sido construidas ex profeso para el caso: la Descubierta y la Atrevida, a bordo de las cuales traía Malaspina el instrumental científico nece­sario y personal técnico del mayor prestigio. El capitán José de Bustamante —marino y matemático como él— lo secundaba a cargo de una de las corbetas.
Proponíase Malaspina recorrer el Río de la Plata, la costa pata­gónica, las Malvinas, el estrecho de Lemaire y el litoral del Pacífico, pasando por Chiloé, Callao, Guayaquil, Acapuleo y San Blas. Y, después de llegar a las islas Hawaii, reconocería también las costas de California hacia el norte. Su objeto principal era el estudio y trazado de cartas y derroteros náuticos, mediante sondeos hi­drográficos y observaciones astronómicas. Además se emprenderían estudios de botánica, zoología y geología, acopiando datos y ejem­plares típicos de América, y reuniendo por otra parte noticias sobre la historia y geografía de los lugares recorridos. Sabios como Anto­nio de Ulloa fueron consultados por Malaspina, antes de partir; y los archivos de España e Indias se le franquearon por orden real.