¿Por qué se construyen embalses?

   La vasta cantidad de agua retenida por un embalse puede accionar las enormes turbinas de una hidroeléctrica. El agua de un embalse también puede ser utilizada para regar las regiones donde no llueve mucho por medio de canales y, por último y no menos importante, la presa puede regular el curso de un río reteniendo las aguas de las crecidas y liberándolas en los meses de sequía.
   Los embalses  o presas se construyen en los cur­sos importantes de agua o en lagos y constituyen reservas de energía latente. El agua acumulada de las presas son utilizadas según las necesidades de la región, ya sea para regar las tierras cultivables, para evitar en las tormentas las crecidas de los ríos al regular su curso. La energía en potencia en esta gigantesca masa de agua se convierte también en energía motriz en las cen­trales hidroeléctricas.

Las veloces estrellas fugaces

   Durante todo el año, pero especialmente en las noches claras de agosto, es común ver de repente en el cielo unos objetos luminosos, conocidos como estrellas fugaces. Se trata de cuerpos sólidos que atraviesan la atmósfera a increíbles velocidades y se inflaman al entrar en contacto con el aire.
   El inmenso calor producido crea una gran luminosidad y hace que se consuman rápidamente, por lo cual muy pocos meteoritos consiguen caer en la superficie de la Tierra. Son fragmentos de asteroides o de cometas que se han desintegrado. Los meteoros, si son lo suficientemente grandes, pueden llegar intactos hasta la superficie del planeta donde reciben el nombre de meteoritos. Están compuestos principalmente de hierro y de níquel, y caen constantemente cada día en buen número alrededor del globo terrestre. Afortunadamente para nosotros, los cuerpos que se transforman en estrellas fugaces son en su mayoría muy pequeños, no mayores que un grano de arena.

La Odisea de Homero

   Homero, el gran poeta griego, narró el viaje de diez años de duración, que llevó a cabo Ulises (Odiseo), el ingenioso rey de Itaca, de regreso a su país tras haber participado otros tantos años en la célebre guerra de Troya (cuyos sucesos se narran en La Ilíada). Este poema épico, el segundo de Homero, lleva por título La Odisea: se trata sin lugar a dudas de la primera y más célebre de las grandes novelas de viajes y aventuras. El escenario en que se desenvuelven las peripecias de nuestro héroe es la parte del mundo mejor conocida por los griegos en aquella época: el Mediterráneo oriental y el Ponto Euxino (el mar Negro), Asia Menor (donde se hallaba la ciudad de Troya) y la multitud de islas que forman los archipiélagos griegos. Al final de su mítico viaje, Ulises se encuentra con que su esposa Penélope (que lo ha esperado durante veinte años) es asediada por varios pretendientes, a los que finalmente vence.
   Ulises es considerado el símbolo del explorador in­quieto, también del héroe ingenioso que sale vencedor de todos los peligros gracias a las estratagemas que se le ocurren.






.