Durante todo el año, pero especialmente en las noches claras de agosto, es común ver de repente en el cielo unos objetos luminosos, conocidos como estrellas fugaces. Se trata de cuerpos sólidos que atraviesan la atmósfera a increíbles velocidades y se inflaman al entrar en contacto con el aire.
El inmenso calor producido crea una gran luminosidad y hace que se consuman rápidamente, por lo cual muy pocos meteoritos consiguen caer en la superficie de la Tierra. Son fragmentos de asteroides o de cometas que se han desintegrado. Los meteoros, si son lo suficientemente grandes, pueden llegar intactos hasta la superficie del planeta donde reciben el nombre de meteoritos. Están compuestos principalmente de hierro y de níquel, y caen constantemente cada día en buen número alrededor del globo terrestre. Afortunadamente para nosotros, los cuerpos que se transforman en estrellas fugaces son en su mayoría muy pequeños, no mayores que un grano de arena.