El misterio del monstruo de Loch Ness

    Loch Ness es un enorme lago de 250 metros de profun­didad, dos veces la del Mar del Norte. Tiene 35 kilómetros de largo y el ancho varía entre una y tres millas. Durante 1 500 años, la gente ha estado viendo un monstruo en él. Hace mucho, en el día de Santa Columbia, la leyenda dice que la gente vio una «bestia muy fea, algo así como una inmensa rana, sólo que no era una rana». En 1933, varias personas vieron el monstruo. Uno fue un patrullero en Inverness-shire, que lo describió como una serie de jorobas sobre el agua, precedidas por un cuello largo y delgado que terminaba en una cabeza pequeña de forma de serpiente. Su piel era gris-negruzca.
    El 22 de mayo, John Mackay, propietario del hotel de Drunnadrochit, también lo vio. El agua hizo espuma cuando desapareció, dijo. Dos meses después, una pareja de Londres vio al monstruo cruzar el camino. Su tamaño los dejó pasmados —su cuerpo era de unos 5 metros de altura y tan ancho como el camino. Se movía como una gran serpiente, en una secuencia de tirones. Más tarde, cuando les enseñaron la fotografía de un plesiosaurio marino, un reptil, el hom­bre dijo que el monstruo se le parecía.

¿Cómo están constituidas las plantas?


   Las plantas están hechas en for­ma tal que jamás les faltan las mate­rias primas para producir alimento.
   Todas las plantas, al igual que todos los animales, están formadas por uni­dades o partes diminutas llamadas células. Cada célula tiene delgadas paredes que rodean una substancia viva y gelatinosa y algo de savia líquida. Algunas de las células tie­nen también pequeñas manchas de una substancia colorante verde lla­mada clorofila.
   La planta más sencilla es de una célula grande. Fabrica alimento del agua y del bióxido de carbono que le llegan directamente a través de sus paredes.
   Otra planta más complicada, como la margarita, tiene muchas células de diferentes clases. El trabajo de la planta está dividido entre esas células, que forman raíces, tallos, ho­jas, flores y semillas. Para una planta de esa clase no es tan sencillo obtener materias primas como lo es para una planta de una célula.

La tumba de Tutankamón


   Tutankamón, el joven faraón muerto a los 19 años de edad, fue quizá el único de los antiguos monarcas egipcios que ya bien entrado el siglo XX se resistía a descubrirnos su tumba.
   Ciertamente, Howard Cárter había hallado, en el valle de los Reyes, algunos objetos que tenían inscrito el nombre de Tu­tankamón, pero del sitio en que éste había sido sepultado, nada.
   Sin embargo, Cárter no se desanimó y comenzó a explorar cavando metro a metro. La tumba tenía que estar en ese valle.
   Y, un día del mes de noviembre de 1922, su pico topó con una escalera secreta, tallada en la roca, que conducía a una puerta tapiada. Cárter penetró en el recinto, a la luz de una vela, y se encontró con una serie de cámaras donde se amontonaba toda clase de objetos preciosos. Y en la tercera pieza halló tres sarcófagos encajonados unos sobre otros, en el último de los cuales, reposaba la momia del faraón. . .
   Las tumbas de los otros reyes egipcios habían sido saqueadas desde antiguo por los ladrones de tesoros. Sólo había permaneci­do intacta durante más de 3 000 años la tumba de Tutankamón.