Muchos son los poetas inspirados en el amor o en la belleza de una mujer para componer sus versos. Dante se inspiró en Beatriz; Petrarca, en Laura, y casi todos ellos vivieron anhelantes de ser correspondidos, sin lograr nunca el amor de la mujer soñada. Este es también el caso de Ibn Zaydun, un cordobés de la época de los reinos de Taifas que, al ser desdeñado por la princesa Wallada, de la que estaba enamorado, se convirtió en un gran poeta, pues los lamentos de su corazón se transformaron en hermosos poemas. He aquí unos lamentos del poeta que, desde al-Zahra, desgrana sus tristes y apasionados versos a la amada:
Desde al-Zahra con ansia te recuerdo:
¡Qué claro el horizonta! ¡Qué serena
nos ofrece la tierra su semblante
La brisa con el alba se desmaya:
Parece que, apiadada de mis cuitas
y llena de ternura, languidece...
Hoy, triste, me distraigo con las flores
de los ojos imán, donde la escarcha
juega vivaz hasta inclinar sus cuellos.
Pupilas son que, al contemplar mi insomnio
sollozaron por mí; por eso el llanto
irisado resbala por su cáliz...
Todo excita hacia ti mi afán ardiente,
mi recuerdo tenaz, que no ha dejado
mi pecho, por estrecho que se viera.
La correspondencia en verso de Ibn Zaydun con Wallada dio motivo a una leyenda de amor cuyo protagonista es el poeta abandonado.
Ibn Zaydun nació en Córdoba er 1004. Es el mejor poeta neoclásico de la España musulmana en su época llegó a ser célebre a causa de sus cartas amorosas a una princesa omeya. Murió en 1070.