En París, entre los Campos Elíseos y los jardines de las Tullerías, se abre una de las más bellas y grandiosas plazas del mundo: la plaza de la Concordia, que forma un perfecto rectángulo de 360 metros de longitud por 210 de anchura.
En la época en que Gabriel la proyectó y decoró, en 1757, se llamó plaza de Luis XV; en su centro figuraba la estatua de bronce del rey, obra de Bouchardon y Pigalle. En aquel entonces, la rodeaba un foso, cuyas barandas protectoras de piedra se pueden contemplar aún hoy. Mas tarde se convirtió en plaza de la Revolución; Luis XVI fue guillotinado en ella. Se llamó por primera vez plaza de la Concordia en 1795, antes de ser de nuevo plaza de Luis XV y, posteriormente, plaza de Luis XVI. Conserva su nombre actual desde 1830. Dos palacios con columnatas, dos fuentes luminosas y el obelisco de Luxor adornan esta magnífica plaza, rodeada por las estatuas representativas de ocho grandes ciudades de Francia. Lo que la echa a perder son los centenares de automóviles estacionados junto a sus aceras.