Las plantas terrestres no podrían existir sin la capa superficial fina y suelta a la que llamamos suelo. Este les proporciona un apoyo mecánico, o anclaje, y les ofrece alimentos naturales para que crezcan. El agua y el aire que retiene pueden ser utilizados por las raíces. No sólo la vida vegetal, sino también la animal, dependen de la tierra, ya que los alimentos de los animales derivan, directa o indirectamente, de las plantas.
La película que forma el suelo esta integrada, en gran parte, por partículas meteorizadas de roca. El resto esta compuesto por productos de descomposición de la materia orgánica, vale decir de sustancias vivientes, o que lo fueron en una época. El suelo no es un cuerpo inerte e inmodificable; experimenta continua trasformación por procesos físicos y químicos y por las actividades de los organismos.
Cualquier persona demora solo un momento en sacar una palada de tierra del jardín. Pero los procesos de la naturaleza para crear esta han requerido incontables siglos. El primer paso en el proceso de formación de suelos es el desgaste de las rocas que se encuentran en la superficie terrestre. El resultado es una gran acumulación de restos pétreos por encima del lecho rocoso. Estos restos reciben el nombre de regolito, proveniente de dos palabras griegas que significan "manto de piedra". No forman el suelo propiamente dicho, sino el antecesor, o precursor, del mismo.