Hijo de Zeus (Júpiter) y de Maya, este dios griego fue llamado Mercurio por los romanos y Hermes por los griegos. Narra la leyenda que al primer día de nacido Hermes inventó la lira y se robó los bueyes de Apolo. Este descubrió el ardid y llevó a la criatura ante Zeus.
El muchacho pulsaba la lira con dulzura tal que distraía a la par que divertía a los viejos dioses. Hermes le brindó el instrumento a Apolo, quien le dio en cambio una vara mágica con víboras enrolladas en la misma. Complacido por la inteligencia de su hijo, Zeus le obsequió un gorro y zapatos alados y lo nombró mensajero de los dioses. Hermes conducía las almas de los muertos a los infiernos. Fue guía de los héroes aventureros y de los viajeros que se habían perdido.
Llevó a cabo cosas asombrosas, aunque quizás la más alabada fue la liberación de Io, una de las mortales favoritas de Zeus. La celosa Hera había comisionado al gigante Argos la vigilancia de Io, ya que aquél nunca había cerrado más de 50 de sus 100 ojos. Hermes lo adormeció con sus cuentos hasta lograr que cerrara los 100 ojos, tras de lo cual lo decapitó.
La destreza y astucia de Mercurio lo hicieron patrono de los ladrones, jugadores y oradores, así como de la industria y del comercio, en la religión romana. Llegó a ser el prototipo de todos los atletas. En su honor se nombró al planeta más cercano al Sol.