El primer barco funcional movido a vapor fue construido en 1783 por el francés Jouffroy d'Abbans. quien botó el navío fluvial Pyroscape, equipado con una rueda de 182 paletas. Siete años después, el estadounidense John Fitch pone en servicio una línea comercial de vapores en el río Delaware, aunque no resulta rentable. En 1807, otro estadounidense, el ingeniero Robert Fulton, tras su regreso de Europa —donde había conocido a Watt— construye el Clermont. Era aquel un buque de vapor de 100 toneladas de peso con un motor de apenas 20 CV. Cubrió el trayecto, a través del río Hudson, entre las localidades de Albany y Nueva York a una velocidad de cinco millas por hora.
Durante casi medio siglo, el método para propulsar los vapores fue la doble rueda de paletas, que dotaba a los buques de tal maniobrabilidad que podían dar la vuelta sobre sí mismos en lugares muy angostos.
En 1819, un barco de vela y vapor con ruedas de paletas, el Savannah, cruza por primera vez el Atlántico. Tres años después entra en funcionamiento el Aaron, primer buque con casco de hierro.
A partir de 1838, el potente Great Western —72 metros de eslora, motor de 400 CV— cubre con regularidad el trayecto entre Bristol y Nueva York. Dos años antes, en 1836, dos inventores, el sueco John Ericsson y el inglés Francis Petit Smith, patentaron sendos modelos de navíos de vapor propulsados por hélices. En 1838, Isambard Kingdom Brunel construye un barco con hélices y casco de hierro: el Great Brítain, De 3,270 toneladas, dará paso al primero de los grandes trasatlánticos, el Great Eastern, con 19,000 toneladas, una eslora de 210 metros y capacidad para nada menos que 4,000 pasajeros.
En 1839, un buque de vapor con hélices ideado por John Ericsson, el Archimedes —237 Tm—, alcanza una velocidad récord de diez nudos. El auge de la navegación a vapor propició el desarrollo de las grandes compañías marítimas del siglo XIX, tanto en América como en Europa.