El escorbuto era un mal tan frecuente como temido por los marineros en las grandes travesías. Después de muchos días de haber dejado el puerto, se presentaban unas hemorragias en las encías, con gran fatiga muscular y articular que sumía en un estado de postración a las tripulaciones y que solía acabar con muchas vidas. El escorbuto fue también una enfermedad muy notable en las campañas de guerra, hasta el punto que se le considera una de las causas del fracaso de las Cruzadas. Durante mucho tiempo se creyó que el mal era de naturaleza epidémica, producido por algún virus o microbio.
Del mismo modo, la manifestación infantil del escorbuto se confundía con el raquitismo.
Pero en 1753 el cirujano británico James Lind, tras una larga experiencia en la Armada, publicó un importante trabajo que llamó A treatise on the scurvy (Tratado acerca del escorbuto) en el que daba cuenta de las cualidades profilácticas de la naranja y el limón para combatir el mal. Efectivamente, el escorbuto es consecuencia de la falta de vitamina C, que, como es sabido, contienen en buena cantidad los cítricos. Además, James Lind fue autor de un Ensayo sobre los medios de preservar la salud de los navegantes, que publicó en 1757 y que le convirtió en uno de los principales creadores de la higiene naval.