"Los celtas están siempre prontos para la lucha: ellos prefieren la guerra sobre todas las cosas." Así dejó escrito el gran geógrafo griego Estrabón (año 60 antes de Cristo - 24 después de Cristo). Las excavaciones arqueológicas han confirmado el juicio dado por Estrabón. Efectivamente, armas (espadas, puñales, lanzas, flechas) y armaduras (yelmos, escudos, etc.) constituyen la mayor parte del material hallado en las tumbas de los celtas.
Los legionarios de César, que lucharon con los galos y los bretones, tuvieron oportunidad de probar el excepcional espíritu belicoso de aquellas poblaciones célticas, que se arrojaban al asalto corriendo a ciegas y lanzando gritos salvajes. Su típico armamento consistía en uno espada de hierro y en una o dos lanzas también de hierro. Generalmente los guerreros celtas estaban provistos también de un corto puñal, que era usado en la lucha cuerpo a cuerpo. Los grandes escudos de madera o de bronce eran los únicos medios de defensa de que disponían durante el combate.
El yelmo y las corazas de bronce estaban reservados para los jefes. Éstos generalmente combatían sobre un carro de guerra de dos ruedas, tirado por un par de caballos. Los celtas tenían la costumbre de decapitar a los prisioneros y de izar las cabezas sobre largas astas de madera para amedrentar al enemigo durante la batalla.
Para defender sus aldeas, construían fortalezas de piedra.
No debe creerse, sin embargo, que los celtas fueron solamente guerreros; también eran óptimos agricultores y hábiles artesanos.