Aclaremos: la planta de algodón necesita lluvia y humedad en el período de crecimiento y primera maduración; pero cuando el fruto, que es una cápsula, se abre y surge del mismo el copo blanco de algodón, hasta un pequeño chaparrón es suficiente para arruinar la fibra, haciéndola fermentar.
En consecuencia, las condiciones ideales serían: lluvia hasta la apertura de la cápsula, y sequedad después. Pero en este mundo no se puede tener todo. Los países tropicales son muy aptos para la primera parte del período vegetativo, pero presentan el riesgo de las lluvias tardías que pueden arruinar la cosecha.
Como aún no le es posible al hombre gobernar el sol y las nubes, desde tiempos antiguos no ha habido más que una solución a este inconveniente: moverse para extender los cultivos hasta áreas más bien alejadas de los trópicos, pero con clima templado. La falta de agua puede remediarse con una buena irrigación. Por este motivo hallamos cultivos extensos de algodón en México, Brasil, Perú, Colombia, y en el sur de Europa, África, la región caucásica y Turquestán, Argentina y Chile.