Lo mismo ocurre en nuestro cuerpo con la circulación de la sangre: desde el corazón, que es el principal órgano del aparato circulatorio, parten unos grandes vasos, las arterias, que se subdividen en una red cada vez más extensa de otros vasos de diámetro más reducido. Los últimos de ellos, es decir, los que llegan a la periferia de nuestro cuerpo, se llaman capilares porque son tan delgados como los cabellos. Pero la circulación de la sangre es doble: otros canales, las venas, devuelven la sangre desde la periferia al corazón.
En esta constante distribución de la sangre la tarea más importante corresponde al corazón, que es una auténtica bomba aspirante e impelente. Cada latido suyo representa un esfuerzo colosal: pensemos que el corazón bombea unos 12.000 litros de sangre diarios.