Aunque causan mucho mal las enfermedades producidas por algunos tipos de bacterias, la realidad es que la mayoría de las bacterias no sólo son útiles, sino indispensables para el crecimiento de todo ser viviente.
Algunas de las más importantes son aquellas que viven en el suelo. Cuando tomamos un puñado de tierra no encontramos nada de particular. Al parecer, en ese puñado de tierra no ocurre nada. En realidad, tenemos en la mano un pequeño mundo en el que se mueven millones de bacterias.
Algunas de esas bacterias desempeñan el papel de brigadas de higiene. En la tierra hay muchas raíces muertas, muñones de árbol e insectos sin vida. Sobre el suelo encontramos ramitas, troncos y los restos de plantas y animales muertos. Si todo eso no se descompusiera, se iría acumulando y el mundo sería un inmenso basurero.
La descomposición no ocurre sólo porque sí. Es el resultado de la labor de las llamadas bacterias de descomposición que obtienen su alimento y su energía de las cosas muertas. Tan pronto como algo muere, las bacterias empiezan a trabajar, empleando jugos especiales que sirven para convertir la corteza, la hoja, o la carne y el hueso en formas más sencillas. Las bacterias microscópicas van convirtiendo esas cosas en substancias químicas más y más sencillas hasta que a la postre, vuelven a ser bióxido de carbono y otras substancias elementales.
Las bacterias de descomposición contribuyen a la limpieza del mundo. También suministran a las plantas verdes la materia prima que necesitan para fabricar alimento o sea el bióxido de carbono. Si las bacterias no estuviesen constantemente transformando las plantas y los animales muertos y liberando bióxido de carbono, todo el bióxido de carbono que existe en el mundo, se acabaría en un espacio de treinta o cuarenta años.