Copenhague está decorada con ondeantes banderas y alegres multitudes en traje de fiesta atestan sus calles. Una fragata real llega a los muelles en medio de una ovación que la capital de Dinamarca rara vez ha oído. Un héroe que regresa es conducido a una carroza real; la feliz multitud quita los caballos y se disputa tirar del carruaje. Allí, va Bertel Thorvaldsen, el más grande de los escultores daneses de los tiempos modernos. Regresa a su ciudad natal después de varios años de ausencia y Copenhague se hace legítimamente eco de todo el clamor de Europa que pregona su fama.
Esta grandiosa recepción se celebra un brillante día de septiembre de 1838, en contraste violento con la triste niñez del héroe. Sus padres habían sido tan pobres, que apenas había tenido tiempo el niño de aprender a leer y a escribir.
Bertel Thorvaldsen (1768-1844) nació en Copenhague. Ingresó en su primera clase de Dibujo cuando tenía 11 años. En 1793, ganó la Gran Medalla de Oro, y con ella, una beca para estudiar tres años en Roma. Pero su situación era tan precaria, que no pudo hacer el viaje; llegó a Roma cuatro años más tarde, protegido por el ministro Conde Reventlow. Mientras tanto, trabó conocimiento en Copenhague con artistas tan pobres como él. Amante de los perros, tenía uno lanudo. Mons. Primong, que fue famoso porque aprendió a morder las pantorrillas de los acreedores que iban a molestar a su amo. En Roma, tuvo la inspiración de revivir la escultura clásica de la antigua Grecia. Su fama empezó en 1803 con su colosal estatua Jasón y el Vellocinio de Oro. En 1804, se le designó profesor de la Academia de Florencia. En 1808. fue electo miembro de la Academia de San Lucas, de Roma, y en 1825, presidente de este famoso grupo de artistas.
Entre las obras mejor conocidas del artista, se encuentran Briseida, Cupido y Psiquis, Mañana, Noche, Christus Consolator, Las cuatro edades del Amor y su retrato estatua de Byron. El famoso León de Lucerna, tallado en roca viva en conmemoración de la heroica defensa de las Tullerias por los guardias suizos, fue ejecutado según el modelo de Thorvaldsen en la ciudad suiza de Lucerna. Algunas de sus mejores obras están en colecciones privadas.
Fue llamado a Copenhague en 1819 por su rey para encomendarle las estatuas de Cristo y sus doce apóstoles para una nueva iglesia. Regresó a Roma para ejecutar su obra; su entrada triunfal en Copenhague tuvo lugar cuando regresó, 19 años después. Detestaba las estatuas colocadas en formación, porque decía que sólo el frente de esas obras necesitaba cuidado; así es que guiado por esta idea, esculpió todas las estatuas religiosas demasiado grandes, a fin de que no cupieran en las hornacinas.
En su testamento, dejó todas sus obras, originales y copias, a la ciudad de Copenhague, además de los medios para que se construyera un museo donde albergarlas. En efecto: el Museo Thorvaldsen es una de las más preciadas posesiones de la ciudad. El escultor murió cuando se encontraba presenciando una representación teatral, el 24 de marzo de 1844, y sus restos yacen en una bóveda del mismo museo.