Es muy difícil que unas ruedas de acero puedan prender en unas vías de acero también alisadas. Este fue, muy pronto, uno de los mayores inconvenientes con que tropezaron los ferrocarriles. Actualmente, la pendiente máxima que las ruedas del tren consiguen superar por simple adherencia es de un metro cada once. Hubo alguien que pensó en la solución de dicho inconveniente: en el año 1811, el inglés John Blenkinsop inventó una locomotora dotada de unas ruedas dentadas especiales que se engranaban con un riel también dentado, al objeto de poder superar desniveles de considerable importancia.
La aplicación de la cremallera se sigue utilizando mucho para recorridos breves que presentan grandes desniveles.
Entre las primeras en ser instaladas se contaron la de Rigi, en Suiza, y la de Napóles, en Italia. Un tipo de ferrocarril muy peculiar es el funicular, cuyos vagones son arrastrados por unos sólidos cables metálicos.