En cierta manera es una ironía: el
sudor excesivo es uno de los tormentosos resultados de sentir calor,
pero, al mismo tiempo, esa humedad corporal hace que nos sintamos mejor.
Después que el sudor se evapora, provoca un efecto refrescante que
mantiene la temperatura de nuestro cuerpo equilibrada. De hecho, sudar poco
puede ser más peligroso que sudar mucho. La poca transpiración aumenta
la sequedad en la piel, y esto no sólo afecta la apariencia de la
epidermis, sino que, también, genera trastornos de la salud. Por otro
lado, el exceso de transpiración puede llevarnos a un ataque cardíaco por
sofocación. Así que, sudemos mucho o poco, lo más recomendable es
controlar el sudor con los procedimientos y productos adecuados. Para
evitar problemas, lo mejor es buscar la orientación profesional de
un médico.