Nuestra sangre tiene células especiales que luchan contra las enfermedades e infecciones. Estas células, llamadas glóbulos blancos, se producen en la médula ósea, el tejido blando que rellena el interior de los huesos. Los glóbulos blancos funcionan como un ejército para atacar y matar los gérmenes nocivos que entran en el cuerpo.
Cuando se desarrolla una infección en la piel, por ejemplo, la médula ósea produce más glóbulos blancos que de costumbre. Estas células "soldados" pasan a la zona donde se encuentran los gérmenes para destruirlos. También pasan a comerse el tejido alrededor de la infección, y lo suavizan y licúan. Los glóbulos blancos se rompen y, junto con los gérmenes destruidos y el tejido licuado, forman una sustancia espesa de color amarillo blancuzco, llamada pus. El pus supura la infección lentamente y se va secando mientras la herida sana.
A pesar de que los glóbulos blancos de la sangre son necesarias para el cuerpo, un exceso de ellos pueden causar una enfermedad llamada leucemia, ¡un cáncer de la sangre!