El hundimiento del trasatlántico británico Titanic en 1912, después de chocar con un iceberg, acicateó a los científicos a encontrar la forma de detectar los obstáculos bajo el agua. Las fuerzas británicas y estadounidenses emplearon una forma de detección sonora contra los submarinos en la Primera Guerra Mundial. El científico Paul Langevin creó el sonar que utiliza el eco de sonidos emitidos.
Hoy día la captación del eco se utiliza en la navegación para determinar la profundidad del agua, para localizar los bancos de peces, y en la investigación marina y la cartografía del lecho oceánico. Los pulsos sonoros se emiten a través del agua y sus ecos son reflejados hacia el barco por cualquier obstáculo que esté a 10 km. Las señales recibidas se ven en una pantalla de video.
El sonido viaja en el agua a unos 1.500 m por segundo. La distancia al obstáculo se calcula por el tiempo que el eco tarda en volver, y el efecto Doppler de las ondas sonoras muestra si el objeto está en movimiento.
.