A fin de calcular la altura del monte Everest, en un inicio se aplicaron técnicas topográficas clásicas. Primero se midió una línea base de varios kilómetros, a lo largo de un terreno cuya altitud sobre el nivel del mar se conocía.
La cima de la montaña podía verse desde ambos extremos de la línea y se utilizó un teodolito -instrumento de precisión- para determinar los ángulos formados con respecto a la línea base.
Conociendo dos ángulos y la longitud de un lado de un triángulo pueden calcularse los demás lados y, con cálculos posteriores, la altura. Los topógrafos midieron el Everest desde seis lugares, y obtuvieron cifras distintas que fluctuaban entre 8.836 y 8.847 m. El promedio fue de 8.839 m, pero finalmente se acordó fijarla en 8.840 m.
La jerarquía del Everest como la montaña más alta del mundo fue indudable hasta 1986, cuando George Wallerstein, de la Universidad de Washington, aplicando un método diferente proclamó que otro monte del Himalaya, el K-2 podía ser 11 metros más alto.
La aseveración de Wellerstein fue tan asombrosa que en 1987 una expedición italiana decidió comprobarla. Los investigadores colocaron receptores en el Everest y el monte K-2, y utilizaron un sistema de señales para establecer su altura y posición exactas. Esto era decisivo ya que las discrepancias en la altura de las montañas obedecen a errores en la altitud de la línea base a partir de la cual se hacen los cálculos.
El grupo, dirigido por el geólogo Ardito Desio, calculó la altitud de las dos cumbres con teodolitos ubicados donde se habían puesto los receptores. Su conclusión fue que Wellerstein estaba equivocado: el Everest resultó tener 8.872 m: 256 más que el K-2.
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