Desde el siglo diecinueve los hombres de ciencia habían intentado crear un artefacto que les permitiese respirar a los buzos sin depender del suministro exterior de aire. Pero no fue sino hasta 1943 cuando el navegante francés Jacques-Yves Cousteau y su colega Emile Gagnan inventaron el aqualung (equipo de respiración autónoma). Cousteau lo usó para bucear a 60 metros de profundidad.
Los pulmones no tienen capacidad suficiente para expandirse cuando la presión del agua aumenta rápidamente con la profundidad: a los 10 metros es de 2 atmósferas (2 kg/cm²).
Para que un buzo sumergido pueda respirar debe recibir aire a la misma presión del agua circundante. Esto se logra con el aqualung. El aire se almacena a alta presión -hasta 200 atmósferas- en tanques que se portan sobre la espalda, de los que sale un tubo conectado a una boquilla.
El aire llega al buzo a través de un regulador de dos etapas. Primero se reduce la presión a unas 10 atmósferas por encima de la presión del agua. Luego la boquilla suministra aire a la misma presión del agua ciecundante.
La boquilla tiene un duafragma flexible abierto hacia el agua por un lado y hacia una cámara de aire por el otro.
En el momento en que el buzo inhala, jala hacia adentro el diafragma, que a su vez presiona una palanca en el interior de la cámara. con ello se abre una válvula que deja entrar aire del tubo, donde baja la presión.
Cuando el buzo deja de inhalar ocurre lo contrario: el aire que llega a la cámara empuja el diafragma, se cierra la válvula y corta el flujo de aire.
Aun cuando el buzo no inhale, el aumento en la presión del agua conforme baja empuja el diafragma hacia adelante, para abrir la válvula y dejar pasar entonces aire del tubo.
De esta manera, el aire de la cámara se mantiene siempre a la misma presión del agua circundante.
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