Algunas plantas saben muy bien como atraer a los insectos que buscan el néctar. Para ello usan unos compuestos químicos que excitan su visión sensible a la radiación ultravioleta.
Además, las mismas sustancias repelen a otros insectos que intentan alimentarse de ellas, como las orugas. Antes incluso de que el capullo de la flor se abra, ya que está cubierto de estas sustancias llamadas DIP, que han sido descubiertas por un equipo de entomólogos de la Universidad de Cornell, en EE.UU. Los pigmentos tiñen la flor con una coloración invisible al ojo humano, pero perceptible para la visión ultravioleta de algunos insectos polinizadores, como la abeja.
Los inverstigadores han encontrado estos pigmentos en el Hypericum calycinum, una planta del Sudeste europeo cuyas flores son de un amarillo uniforme. En cambio, para los insectos con ojos sensibles al ultravioleta, lo que destaca es un punto central más oscuro, hacia el que se dirigirán sin dudarlo.
Ahora, los expertos estudian si los patrones visuales desplegados podrían además ayudar a los insectos a reconocer una flor entre otras muchas.
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