Mitología china

   En China coexisten tres religiones importan­tes y, por ello, la mitología contiene elemen­tos muy mezclados. Sin embargo, casi todas las deidades son de origen taoísta y una de las características más curiosas del panteón chino es que está organizado imitando a la burocra­cia gubernamental. Así pues, los dioses cam­bian a menudo de funciones, ya que son rebaja­dos o promovidos a puestos más altos, esto es, sólo persiste la función, mientras que el fun­cionario cambia. Esto se explica si tomamos en consideración que gran parte de las divinida­des fueron originalmente hombres deificados. Ello no obstante, se creía que en el cielo exis­tían varias deidades que habitaban los diver­sos estratos celestes. Algunos pensaban que el cielo estaba dividido en nueve niveles, mien­tras que otros afirmaban que eran treinta y tres. El dios que regía desde el nivel superior era el Augusto Personaje o Emperador de Jade (Yu-Ti), segunda persona de una triada integrada por él, el Señor de los Orígenes y el Señor de la Puerta Dorada.
   El emperador terrenal solía efectuar dos so­lemnes sacrificios en honor del Emperador de Jade: uno durante el solsticio de invierno y otro en el de primavera.
   El sol y la luna eran objeto de veneración. Se relacionaba a la segunda con la fertilidad y los ritos femeninos. Se creía que la habitaba una liebre que preparaba el brebaje de la in­mortalidad.
   Había muchas divinidades menores, como los dioses del trueno y del viento, subordinados a los cuatro Reyes Dragones, que dependían di­rectamente del Emperador de Jade. Estos dra­gones son cuatro hermanos que gobiernan los mares y viven en palacios de cristal.
   Hay varias diosas populares, como Chi-ni, hi­ja del Emperador de Jade y diosa de la estre­lla Alfa de la constelación de la Lira.
   Se rinde culto a los Ocho Inmortales, perso­najes que, aunque fueron mortales, se convir­tieron en dioses por seguir las enseñanzas taoístas. Las concepciones relativas al infierno son preponderantemente budistas, pero se cree, además, en la existencia de un paraíso situa­do en las montañas y gobernado por la Reina del Oeste, Wang.