Mitologías griega y romana

   Entre las diversas creencias y mitos de los pueblos de la antigüedad la mitología griega es la que se ha estudiado mejor. El panteón heleno quedó establecido desde muy temprano y gran parte de las divini­dades que lo compusieron aparecen ya en la Iliada y la Odisea con todos sus atributos tradi­cionales, aunque Homero casi no se ocupa del origen de las deidades que menciona. Para ello, tenemos que esperar a la aparición de Hesíodo, quien, en la Teogonia, escrita probable­mente en el siglo VIII a. de J. C., intentó por primera vez una clasificación mitológica y es­tudió el origen de los dioses olímpicos, sus pa­rentescos y aventuras principales. Trató de dar, además, una explicación de cómo se formó el universo. La obra de Hesíodo obtuvo reconoci­miento oficial en Grecia hasta que, en el siglo VI, se elaboraron otras teogonias bajo influen­cias órficas y dionisiacas que, sin embargo, jamás fueron populares, debido a su complica­da índole esotérica y porque estaban saturadas de influjos asiáticos.

   Los principales dioses de la Teogonia eran: el Caos, Gea, Eros, el Erebo, la Noche y Urano. Gea produjo primero a los Titanes, que fueron doce; más tarde a tres Cíclopes y a tres mons­truos de múltiples brazos, a quienes Urano en­cerró bajo tierra, conquistando así el rencor de Gea, que armó a Cronos, el más joven de sus hijos, para que mutilara a su padre. De la san­gre derramada nacieron las Furias y de la es­puma que produjeron los genitales de Urano al caer al mar, Afrodita. Cronos destronó enton­ces a Urano y casó con Rea, de quien tuvo seis hijos, a quienes devoró, con excepción de Zeus, el menor de todos. Al llegar a la edad adul­ta, Zeus se vengó de su padre, lo venció y lo desterró. Comienza la era de los dioses olím­picos, sólo interrumpida fugazmente por una fallida sublevación de los Titanes.

   Aparece entonces en escena el hombre, que según una versión tuvo su creador en el titán Prometeo, que lo hizo semejante a los dioses, aunque el hombre se deterioró en cuatro eda­des sucesivas. Nacen los mitos de Prometeo, Epimeteo, que es su hermano, y Pandora, que sirvió de vehículo para el castigo de Zeus.

   Los dioses del panteón tradicional griego mo­raban en el Olimpo, gran montaña del norte de Grecia. Las doce deidades olímpicas fueron, aparte de Zeus, Hera, diosa celestial, esposa de aquél y patraña del matrimonio; Atenea, hija de Zeus y diosa de las artes y la guerra; Apo­lo, dios de la luz; Artemisa, deidad de la ca­za y la vida salvaje; Hermes, dios de la velo­cidad, de los viajeros y comerciantes; Ares, dios de la guerra; Hefestos, antiguo dios del fuego; Afrodita, esposa del anterior, diosa del amor sensual y la fertilidad; Poseidón, dios de las aguas fluviales y los caballos y, más tarde, dios del mar; Hades, dios del mundo inferior, la riqueza y la invisibilidad y, por último, Hestia, diosa de la pureza ritual y del fuego del hogar.

   Tardíamente se introdujeron en el panteón heleno algunas divinidades de la tierra como Deméter y Dioniso y se rindió culto a gran número de dioses menores, cuyos amoríos y aventuras formaron parte del folklore mitológi­co de la antigua Grecia.

   La mitología romana fue, en buena medida, un calco de la griega, salvo en el caso de algu­nas deidades menores de origen etrusco o itá­lico. Así, por ejemplo, los principales dioses romanos fueron los doce númenes olímpicos, a quienes se llamó, en el orden respectivo, del modo siguiente: Júpiter, Juno, Minerva, Apolo, Diana, Mercurio, Marte, Vulcano, Venus, Neptuno, Plutón y Vesta.