El mundo de los vikingos

   Según la mitología escandinava, los valientes, los que arrostraban el peligro y morían en el combate, eran conducidos por las valquirias al Valhala, mansión de los elegidos, donde compartían con el glorioso Odín cerveza e hidromiel, deliciosamente servidos por las vírgenes de ojos azules, escanciadoras de los dioses...
   Esto tenían por cierto, desde época inmemorial, los "hom­bres de los fiordos", los legendarios vikingos, para quienes ser valiente hasta la temeridad y la muerte era la supre­ma virtud de la vida.

   LOS VIKINGOS
   "En las noches de tormenta, cuando los hombres de mar de las otras naciones se refugiaban en el puerto, los vikingos des­plegaban las velas al viento y lanzaban sus frágiles embar­caciones en las agitadas aguas. Penetraban en los ríos y se apoderaban de una isla o de un fuerte aptos para servirles de cuartel y depósito del botín. Luego remontaban el río y los afluentes. De día permanecían inmóviles en las sinuo­sidades más apartadas o a la sombra de los bosques junto a los ríos. En cuanto llegaba la noche, escalaban los muros de los conventos, de los castillos y de las ciudades, y pasa­ban todo a hierro y fuego. Y después de haber destruido, matado, incendiado y pillado, regresaban a sus lejanas ba­ses, entre las nieblas y los hielos del norte".
   Así describió M. H. Martin, historiador de la civilización normanda, las incursiones de los vikingos, que entre los si­glos VIII y XI infestaron las costas de Europa.
   Pero, ¿quién eran los vikingos?, ¿de dónde venían? Eran los descen­dientes de los "normoend", antigua población que, algunos siglos antes de la era cristiana, se había establecido en el actual territorio de Noruega, al parecer proveniente de Asia. Después de siglos de aislamiento, estos rubios "reyes del mar" irrumpieron en la historia de Europa.
   Poco a poco los normandos fueron morigerando su estilo de vida. La venganza fue sustituyéndose por la ley. La pira­tería vikinga, por el comercio. Las conquistas derivaron en empre­sas de colonización. Pero, aquella combatividad atávica no les había permitido someterse a un poder central y consti­tuir un estado. Hacia el año 800, Norge (Noruega), consis­tía en 31 principados gobernados por los "jarls", jefes des­avenidos que disputaban la hegemonía del país.