Los primeros alimentos en conserva

   Hasta finales del siglo dieciocho, lo único que se podía hacer para evitar que los alimentos se echaran a perder era secarlos, salarlos o introducirlos en aceite. Pero llegó el confitero francés Nicolás François Appert y tuvo la idea de calentar los productos alimenticios a 100 grados, con lo cual eliminaba las bacterias que causan la putrefacción, para meter­los después en recipien­tes de vidrio cerrados her­méticamen­te. Trabajó muchos años
para perfeccionar el siste­ma. Por fin, en 1808, co­mercializó el primer bote de conservas. Dos años des­pués, su compatriota Pierre Durand utiliza hojalata pa­ra los recipientes y crea las clásicas latas. Con estos antecedentes, los británicos Donkin y Jall instalan en 1811 la primera fábrica conservera del mundo. Pe­ro quedaba por llegar el in­vento defini­tivo para con­servar en buen estado de la comida. En 1895, el alemán Carl Linde desa­rrolla una técnica de enfriamiento de gases por etapas de ex­pansión, ba­se para la fa­bricación de refrigeradores.