La vegetación en la tundra

   Sobre las tierras y las islas hiperbóreas, se extiende un verdadero desierto frío y desolado, que avanza al encuentro de las costas glaciares del Ártico, más allá de la vegetación arbórea, que raquí­tica y tímida, aterida por los terribles fríos, se queda a más bajas latitudes, como temerosa de los excesos y de las inclemencias del riguroso clima.
   En el norte de Europa, en las llanuras septentrionales de Siberia y en Alaska, establece su imperio la tundra inacabable. En algunos lugares donde las inclemencias del clima se atemperan, se forman ra­quíticos oasis, valga la expresión. Cerca de los cursos de agua o en las proximidades de los fiordos, ver­dean anémicas praderitas, en las que se ven pobres matorrales formados por sauces y árboles enanos achaparrados, que en climas más benignos que la tundra, adquie­ren más airoso y elevado porte.
Pese a esta engañosa y optimista apariencia, la vegetación típica de la tundra está representada por un incompleto tapiz de musgos y líquenes, desga­rrado por tristes y yermos calveros. A dos tipos de tundra da lugar esta vegetación: a la de líquenes y a la de musgos. En todos sus lugares, el aspecto seco o xerofítico es la nota característica.
   En el terreno, existen capas de hielo interpuestas, algunas de las cuales no se deshacen en todo el año, especialmente las del subsuelo. Al llegar la primave­ra a la tundra, el terreno se encharca porque los hielos superfi­ciales se licúan. La humedad transitoria es causa de una efímera vegetación herbácea. En los lugares ba­jos donde las aguas se acumulan, se forman turberas pequeñas, en las que florece una vegetación relati­vamente rica.
   Lapones, esquimales y samoyedos son los pueblos que cruzan la tundra y viven en ella. Su existencia no sería posible sin el reno o el caribú, que se aco­modan a estos tristes lugares y se nutren casi exclu­sivamente de líquenes. El perro es otro de los obli­gados acompañantes de estos pueblos hiperbóreos. El zorro, el lobo ártico, el glotón, el carcayú, el leming y algunas despistadas aves, como el ptarmigan o perdiz ártica y el hárfang o buho polar, animan es­tos fríos y desolados desiertos.
   Por extensión, se llama tundra alpina a la zona de las elevadas montañas que se extiende entre el límite de la llamada vegetación arbórea y la alta zona donde se encuentran las nieves permanentes.
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