¿Quién edificó el acueducto de Segovia?
Antonio Machado
Antonio Machado fue un poeta eminente en las letras españolas del siglo XX. Nació en Sevilla e hizo sus estudios en esa ciudad y en Madrid. Perteneció a la Real Academia. Murió en Francia a donde había marchado al exilio al acabar la guerra civil.
Machado inició su carrera poética en 1903 con su libro Soledades; le siguieron Soledades, galerías y otros poemas (1907), Campos de Castilla (1912), Nuevas canciones (1924) y otros poemas que fueron apareciendo en las ediciones de sus Poesías completas. También fue periodista, y en prosa escribió Juan de Mairena y diversos artículos y ensayos. Con su hermano Manuel produjo para el teatro, entre otras, Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Manara (1927), La Lola se va a los puertos (1930), La duquesa de Benamejí (1932).
Antonio Machado fue un poeta dotado de un sentido profundo de la vida popular española, y con la mirada puesta en el pueblo y la tierra donde se cantaron los antiguos romances, parece más un intérprete de la poesía dispersa en el ambiente que un pintor de las cosas de donde emana esa poesía. El paisaje se humaniza en su verso, y así llega el autor a la sencillez poética y comunicativa que conquista al lector. En Campos de Castilla evidencia su preocupación por la renovación de los valores históricos y la reforma espiritual de España; muestra, como todos los de la generación del 98, la angustia por el destino español. En la última modalidad de su poesía hay un fondo filosófico del que trascienden sus inquietudes religiosas y ontológicas. Sin innovaciones técnicas fundamentales, a base simplemente de la autenticidad de expresión y de fondo de su poesía, Antonio Machado alcanza bellezas esenciales en versos inmortales que nunca padecen de alardes retóricos.
Machado inició su carrera poética en 1903 con su libro Soledades; le siguieron Soledades, galerías y otros poemas (1907), Campos de Castilla (1912), Nuevas canciones (1924) y otros poemas que fueron apareciendo en las ediciones de sus Poesías completas. También fue periodista, y en prosa escribió Juan de Mairena y diversos artículos y ensayos. Con su hermano Manuel produjo para el teatro, entre otras, Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Manara (1927), La Lola se va a los puertos (1930), La duquesa de Benamejí (1932).
Antonio Machado fue un poeta dotado de un sentido profundo de la vida popular española, y con la mirada puesta en el pueblo y la tierra donde se cantaron los antiguos romances, parece más un intérprete de la poesía dispersa en el ambiente que un pintor de las cosas de donde emana esa poesía. El paisaje se humaniza en su verso, y así llega el autor a la sencillez poética y comunicativa que conquista al lector. En Campos de Castilla evidencia su preocupación por la renovación de los valores históricos y la reforma espiritual de España; muestra, como todos los de la generación del 98, la angustia por el destino español. En la última modalidad de su poesía hay un fondo filosófico del que trascienden sus inquietudes religiosas y ontológicas. Sin innovaciones técnicas fundamentales, a base simplemente de la autenticidad de expresión y de fondo de su poesía, Antonio Machado alcanza bellezas esenciales en versos inmortales que nunca padecen de alardes retóricos.
La leyenda de Rómulo y Remo
LOS LEGENDARIOS FUNDADORES DE ROMA
De acuerdo con una famosa leyenda, el príncipe troyano Eneas, sobreviviente de la ciudad de Ilión, había llegado, después de muchas aventuras, a las costas del Lacio.
Allí se había establecido, después de haberse casado con la hija del rey Latino. El hijo de Eneas fundó la ciudad de Albalonga, capital de los latinos, y se convirtió en su rey. Transcurrieron cuatro siglos; ocho generaciones de soberanos se sucedieron en la ciudad, hasta que, hacia el siglo VIII a. de J. C., se hallaba en el trono el rey Numitor.
Éste tenía un hermano, Amulio, quien lo despojó del trono. Numitor tenía una hija, Rea Silvia; para que ésta no pudiese tener hijos, que habrían podido destronarlo, Amulio la obligó a convertirse en sacerdotisa del templo de Vesta. Pero el dios Marte se desposó secretamente con Rea Silvia, que fue madre de dos gemelos. Cuando Amulio se enteró de este hecho, ordenó que Rea Silvia fuese sepultada viva, y los dos gemelos ahogados en el río Tíber. Pero un criado piadoso colocó los gemelos en un canasto, abandonándolos a las olas. La frágil embarcación encalló pronto en la orilla y los gritos de los dos pequeños llamaron la atención de una loba que vivía en la selva vecina. La fiera, en vez de devorarlos, los amamantó y los cuidó.
En recuerdo de este hecho el escudo de Roma lleva, precisamente, una loba que amamanta a dos niños; alguna otra leyenda dice, sin embargo, que se trataba de una mujer a quien se había apodado Loba.
Recogidos luego por un pastor, Faustolo, los dos gemelos crecieron robustos y valientes. Llegados a hombres, descubrieron el secreto de su origen; con un grupo de compañeros regresaron a Albalonga, asesinaron al usurpador y liberaron al viejo Numitor, su abuelo, reponiéndolo en el trono. Luego decidieron fundar una nueva ciudad, cerca del río del cual habían sido salvados.
De acuerdo con una famosa leyenda, el príncipe troyano Eneas, sobreviviente de la ciudad de Ilión, había llegado, después de muchas aventuras, a las costas del Lacio.
Allí se había establecido, después de haberse casado con la hija del rey Latino. El hijo de Eneas fundó la ciudad de Albalonga, capital de los latinos, y se convirtió en su rey. Transcurrieron cuatro siglos; ocho generaciones de soberanos se sucedieron en la ciudad, hasta que, hacia el siglo VIII a. de J. C., se hallaba en el trono el rey Numitor.
Éste tenía un hermano, Amulio, quien lo despojó del trono. Numitor tenía una hija, Rea Silvia; para que ésta no pudiese tener hijos, que habrían podido destronarlo, Amulio la obligó a convertirse en sacerdotisa del templo de Vesta. Pero el dios Marte se desposó secretamente con Rea Silvia, que fue madre de dos gemelos. Cuando Amulio se enteró de este hecho, ordenó que Rea Silvia fuese sepultada viva, y los dos gemelos ahogados en el río Tíber. Pero un criado piadoso colocó los gemelos en un canasto, abandonándolos a las olas. La frágil embarcación encalló pronto en la orilla y los gritos de los dos pequeños llamaron la atención de una loba que vivía en la selva vecina. La fiera, en vez de devorarlos, los amamantó y los cuidó.
En recuerdo de este hecho el escudo de Roma lleva, precisamente, una loba que amamanta a dos niños; alguna otra leyenda dice, sin embargo, que se trataba de una mujer a quien se había apodado Loba.
Recogidos luego por un pastor, Faustolo, los dos gemelos crecieron robustos y valientes. Llegados a hombres, descubrieron el secreto de su origen; con un grupo de compañeros regresaron a Albalonga, asesinaron al usurpador y liberaron al viejo Numitor, su abuelo, reponiéndolo en el trono. Luego decidieron fundar una nueva ciudad, cerca del río del cual habían sido salvados.
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