¿Por qué la aguja de la brújula señala siempre la misma dirección?

   Quizás, alguna vez nos hemos preguntado qué fuerza orienta la aguja de una brújula siempre hacia el norte. La razón es que la aguja de la brújula está imantada, y es sabido que un imán grande atrae siempre a uno más pequeño. Nuestro planeta es un gran imán cuyo polo norte atrae la punta de la aguja imantada de todas las brújulas.
   La Tierra actúa como un electroimán planetario cuyo campo magnético es debido, sin duda, a corrientes eléctri­cas que recorren el núcleo de hierro que constituye el centro de nuestro planeta, provocadas a su vez por la rotación del mismo. La aguja de la brújula some­tida a la acción del campo magnético terrestre se orienta con arreglo a una dirección que varia según los lugares. En nuestras regiones esta dirección es sensiblemente la dirección Norte-Sur y varia muy ligeramente con el transcur­so del tiempo.

¿Qué es un compás marino?


   Todos sabemos de la utilidad de las brújulas, y de su capacidad de señalar al "norte". Pero tienen el defecto de que son muy sensibles al movimiento de un barco, por lo que se ideó un instrumento más estable para llevar a bordo: el compás marino.
   Los compases marinos son brújulas sin aguja. Para indicar la dirección adecuada, su esfera, en la que figura una rosa de los vientos, gira en una caja redonda. Es movido por unos imanes situados en la caja.
   Los compases marinos raras veces son "secos"; es decir, no suelen girar en torno a un eje montado sobre rubíes, como los ejes de los relojes, sino que, por lo gene­ral, son "líquidos": su esfera, sobre un flotador, gira en la superficie de una mez­cla de agua y alcohol. Ello permite que sus movimientos sean más lentos, más estables y que su lectura sea fácil, a pesar de las oscilaciones del barco. Un siste­ma de suspensión cardan mantienen hori­zontal el disco del compás, sea cual fuere la inclinación del buque.

¿Cómo descubrieron los Curie el elemento radio?

UN ELEMENTO MISTERIOSO
   Mientras los esposos Curie trabajaban en la Universidad, en la cámara oscura del modesto laboratorio parisiense del profesor Henri Becquerel, ocurrió un hecho extraordinario. Un paquete de sales de uranio que el profesor había dejado en la penumbra sobre una placa fotográfica la había im­presionado atravesando el papel que la envolvía. Becquerel intuyó inmediatamente que las sales de uranio emitían rayos espontáneamente; además, examinando la pechblenda, el principal uranífero, observó que éste manifestaba una acción fotográfica mucho mayor de la que pudiera haber correspon­dido a su contenido de uranio. Dedujo que la pechblenda debía contener otro elemento dotado de una fuerza de im­presión de las placas muy superior a la del uranio.