¿Cuándo quedó superada la con­cepción universal de Tolomeo?

   La de Tolomeo se consideró duran­te mucho tiempo una teoría perfec­ta e inmortal. Pero aproximadamen­te doce siglos más tarde, el astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), estudiando el movi­miento de los planetas, llegó a la conclusión contraria: el centro del universo es el Sol, y los planetas, incluida la Tierra, giran a su alrede­dor. El científico polaco no pudo pro­clamar ante el mundo sus descubri­mientos, porque revolucionaban la ciencia oficial y hubieran provocado grandes disputas. Así pues, la nue­va teoría no pudo conocerse hasta después de su muerte. Las teorías heliocéntricas fueron recuperadas de nuevo a comienzos del siglo XVII por el alemán Johannes Kepler, quien las confirmó formulando las tres famosas leyes sobre el movi­miento de los planetas. Con el ita­liano Galileo Galilei, la teoría del heliocentrismo quedó plenamente demostrada.
   Galileo se sirvió del recientísimamente inventado telescopio, instru­mento fundamental para la observa­ción y la investigación. Todas estas teorías culminaron con el inglés Isaac Newton, quien descubrió la ley de la gravitación universal y explicó la causa de que los planetas giraran alrededor del Sol.

El mar Muerto, el punto más bajo de la Tierra

   El mar Muerto, es un gran lago salado situado en el Cercano Oriente, y que se extiende sobre parte de la frontera que separa Jordania de Israel.
   La superficie del mar Muerto se en­cuentra 416,6 metros por debajo de la de su vecino el Mediterráneo; los turistas que acuden a sus playas se encuentran en el punto más bajo de la superficie terrestre. El mar Muerto es un gran lago de casi 76 kilómetros de longitud por 16 km de anchura, for­mado por un agua excepcionalmente salada. La salinidad de las aguas del mar acostumbra ser de un 4 por ciento, mientras que en el mar Muerto alcanza la cifra increíble de un 26 por ciento. Un bañista flota sin necesidad de nadar y puede leer cómodamente el perió­dico mientras hace el "muerto". No obs­tante, esta abundancia de sal impide, como es lógico, todo tipo de vida en las aguas del mar Muerto, el cual, realmen­te, se hace acreedor de tal denominación.


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Las huellas del diablo

   El hecho: Las huellas del diablo. Cuándo: El 8 de febrero de 1855.
   Dónde: Las ciudades del sur de Devonshire, Inglaterra (Topsham, Lympstone, Exmouth, Teignmouth, Dawlish).
   El misterio: La nieve cayó en abundancia la noche del 8 de febrero en Devonshire. La mañana siguiente, un panadero de Topsham se detuvo en la puerta de su negocio. Para su sorpresa, vio huellas, todas en una misma línea, que llegaban hasta un metro de su negocio, luego giraban a la derecha hasta una pared de ladrillos de 1,50 metros y continuaban en la parte superior de la pared. Las huellas fueron vistas también por otras personas en los techos de las casas, en patios ce­rrados, en campos abiertos, sobre las parvas de heno, sobre paredes de 4 metros de altura, sobre un estuario de 3 kilómetros. El rastro parecía el de un caballo pequeño que midiera de 4 a 5 cm de ancho y alrededor de 10 cm de largo. Las huellas estaban separadas a 20 cm en una sola línea. Para que una misma criatura hubiera hecho todas las marcas que aparecieron esa mañana, tendría que haber cu­bierto 100 kilómetros en 13 horas a una velocidad promedio de 9 zancadas por segundo.