La de Tolomeo se consideró durante mucho tiempo una teoría perfecta e inmortal. Pero aproximadamente doce siglos más tarde, el astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), estudiando el movimiento de los planetas, llegó a la conclusión contraria: el centro del universo es el Sol, y los planetas, incluida la Tierra, giran a su alrededor. El científico polaco no pudo proclamar ante el mundo sus descubrimientos, porque revolucionaban la ciencia oficial y hubieran provocado grandes disputas. Así pues, la nueva teoría no pudo conocerse hasta después de su muerte. Las teorías heliocéntricas fueron recuperadas de nuevo a comienzos del siglo XVII por el alemán Johannes Kepler, quien las confirmó formulando las tres famosas leyes sobre el movimiento de los planetas. Con el italiano Galileo Galilei, la teoría del heliocentrismo quedó plenamente demostrada.
Galileo se sirvió del recientísimamente inventado telescopio, instrumento fundamental para la observación y la investigación. Todas estas teorías culminaron con el inglés Isaac Newton, quien descubrió la ley de la gravitación universal y explicó la causa de que los planetas giraran alrededor del Sol.